El Coronel no tiene quien le escriba, Gabriel García Márquez.


Vivan esos libros que rescatamos del abandono.

Hace unos dos, tal vez tres años, me encontré éste libro en el piso de la biblioteca de mi colegio, sosteniendo la puerta. Después de molestarme bastante, decidí recogerlo y nunca me esperé encontrarme con una maravilla como esta.

Lo cierto es que, como de costumbre, me encantó (ahora que lo pienso son poquísimos los libros que no me han gustado) y quedé fascinada con la cantidad de símbolos que hay dentro de él y que no pude captar hasta después de una segunda lectura. El Coronel no tiene quien le escriba era para Gabo su mejor obra, en más de una oportunidad declaró que para él éste era el libro que realmente merecía un Nobel y no 100 años de soledad, aunque también dijo que, aunque no era necesario leer uno para comprender el otro, sí debía existir 100 años de soldad para que El coronel no tiene quien le escriba fuera publicado.

Hay quien dice que no es más que el vivo reflejo de su abuelo, el General Márquez y su esposa y abuela, que le contaba las historias fantásticas, que son las raíces del Realismo Mágico y que en esta novela, el conocido escritor toma dichos rasgos autobiográficos y nos habla de cómo se siente vivir en la miseria después de la violencia, pues la historia se centra en un Coronel retirado, que luchó en la Guerra de los mil días y que está en la espera de su pensión, malviviendo en una casa en la villa de la Costa Atlántica Colombiana, yendo cada viernes al puerto a ver si por fin, después de tantos años, llega el cheque que tanto esperaba para salir de la pobreza en la que está sumido después de la guerra, en compañía de su esposa enferma y sus pertenencias, como el gallo que pertenecía a su hijo, que le recuerdan y reiteran su condición de vida.

Para el periódico El mundo, éste libro tiene uno de los finales más impactantes e icónicos de la literatura latinoamericana, pues recordemos que el Coronel estaba criando al gallo para que peleara en enero, y cuando Don Sebas le propone comprárselo y el rechaza la oferta, su esposa le reprocha la carencia de dinero y su idealismo, cerrando con la célebre conversación que reza: Y si el gallo pierde. Dime, ¿qué comemos?, a lo que él le responde: Mierda. Y por más raro que suene, es genial, porque dentro de esa pequeña frase, se construye todo el sentido de la obra.



García Márquez intenta demostrar no sólo lo que sucedió (las noticias de Europa, las cartas clandestinas, la espera por la pensión, el gallo, etc) sino cómo es el vivir dentro de una sociedad mientras y después de ello. Él recrea la historia a través de la memoria de los vivos, y no de los muertos, como suele hacerse, puesto que la violencia no aparece directamente, sino que se siente de una manera sutil, pues en el escenario, los actos fuertes ya pasaron y dejaron sus  huellas, mientras que el protagonista, que ha sobrevivido a ellas, recrea una situación histórica a través de su vida.


El autor libera al Coronel del fatalismo y le da ideales para que viva constantemente en contra del determinismo social y ubica la lucha del personaje en el implacable avance del tiempo, para integrarla a la dinámica de la vida cotidiana, creando así una relación entre el tiempo y el idealismo, que le dan una tensión constante, que constituye el vivir del Coronel, dentro de un lapso de tres meses en los que la tensión de su vida llega al tope, y el tiempo en la novela avanza siempre en la encrucijada dentro del tiempo, entre la coexistencia del tiempo objetivo y el psicológico, mostrando el peso de los sucesos pasados y las expectativas hacia el futuro dentro del presente novelístico, en el que el Coronel no tiene nada más que hacer que esperar, divididos de tal forma:

Pasado:
·         56 años desde que terminó la Guerra de los 1000 días.
·         Muchos años (no especifican cuántos) de la última muerte natural (la mayoría eran asesinados).
·         9 meses de la muerte de su hijo (casualmente, los mismos meses que tiene un embarazo).
·         70 años del tratado de Neerlandia.
·         Medio siglo que el coronel necesitó para “darse cuenta de que no había tenido un minuto de sosiego después de la rendición”.
·         75 años (su edad) para decir “mierda”.

Futuro:
·         2 años para que se cumpla la hipoteca de la casa.
·         Tiempo indeterminado para recibir la carta.
·         44 días para la pelea de gallos.
El coronel, por estar rodeado de objetos que le recuerdan su ubicación entre el pasado y el futuro, tiene que vivir bajo la tensión del tiempo, simbolizada en el reloj al que da cuerda a diario y que le recuerda el avance del tiempo; además, nunca pudo venderlo, quedando claro que nunca pudo escaparse de la angustia del presente.

No presenta un carácter heroico, pero él es el “héroe” que sigue la línea del Quijote, en la medida en la que trata de imponer sus ideales a la sociedad dominada por otro criterio de vida; dando a entender que dicho personaje es una “reliquia”, llena de valores no vigentes en la actualidad y por trata de imponer su criterio antiguo ante la realidad histórica materialista (Don Sebas) llevándolo al hambre y la miseria.


El personaje sufre un choque entre su mundo interior, aferrando a su idealismo optimista y el mundo exterior que exige su rendición y su conformidad con el resto del mundo, que está simbolizado en la telaraña de su sueño, que no lo deja descansar y que lo enfrenta a su grado de miseria, al igual que el maíz y el café, que al acabarse le recuerdan dónde está sumido. Asimismo, sus botines y reloj agudizan la tensión entre la necesidad material y la ilusión, que viene representada por el gallo, cuya venta sería la traición a sus creencias y la conformidad con el resto de la sociedad, sin embargo, cuando le proponen el dinero, el coronel no puede dejar de “sentir una fuerte torcedura en las tripas (…) que no es a causa del tiempo”, intensificando la lucha interior entre la necesidad material de lo que “se come” y sus ideales que “no se comen” pero alimentan.

Luego de presentar ambas corrientes, es evidente que al momento en el que el Coronel emite la palabra mierda se unen la tensión del tiempo y la del choque idealista y material que coexisten a lo largo de la novela y son sus pertenencias las que lo ponen en medio de estas dos tensiones, siendo así más que objetos, símbolos que “son instancias de vida, datos de la conciencia, reproches y testigos implacables”, recreando la sensación de vivir en un ambiente que ha salido de un proceso fuerte de guerra, constituyendo un símbolo global que recrea el sentimiento que tenía el autor y su pueblo de vivir en la violencia.



El gallo funciona como un indicador de su situación ambivalente y de la indecisión propia, mostrando además la visión de otredad, pues para su esposa es un “pájaro de mal agüero”, para él contiene la esperanza de todo un pueblo, al igual que el espejo, que ejerce como un reflejo de su psique, pues a pesar de tener un espejo en frente sigue afeitándose al tacto, y sus botines, que simbolizan el ánimo del coronel, ya que al rechazar unos zapatos nuevos, nos lleva a su deseo de no aceptar la vida moderna y seguir viviendo en el pasado.

Los objetos mantienen el equilibrio entre el exterior e interior, construyen los instantes de la vida del coronel en el mundo ficticio que aparecen como símbolos que nos remiten a la sensación de vivir en una realidad histórica específica y las pertenencias no son únicamente materiales, es decir, facilitan la interpretación de la vida ficticia del Coronel con relación a la realidad Colombiana del momento, y por ende, latinoamericana.

Sus cosas le aseguran que no está solo para que siga confiando en lo que cree, haciendo alusiones a la vida optimista, al igual que a la realidad colombiana marcada por la violencia mediante un personaje que sigue viviendo en la realidad actual sin abandonar sus ideales.

En definitiva, una novela asombrosa, llena de símbolos que pueden pasar por debajo de la mesa si no se le presta la atención necesaria. Una obra que mantiene una vigencia increíble, pues parece que a pesar de los años, seguimos esperando una carta que nos sacará de la miseria. Gabriel García Márquez con El Coronel no tiene quien le escriba construye una obra magnífica, llena de símbolos y figuras arquetípicas que recomiendo muchísimo leer y que no me arrepiento de haber rescatado.

 

 

1 comentario:

  1. Trancando una puerta! qué pecado.... una gran reseña mi estimada. Te tengo un lote de libros espero coincidamos pronto para dartelos.

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