Lo que no tiene nombre, Piedad Bonnett.


Vivan esos libros que nos destrozan.

Hablar de enfermedades mentales es un tema muy complicado
, más aún si se vive en carne propia. En Lo que no tiene nombre, Bonnett habla de la esquizofrenia una enfermedad que acabó con su hijo Daniel-

Alcanza con las palabras los lugares más extremos de la existencia, pues habla de la vida y el suicidio de su hijo con todo el dolor del mundo. Curiosamente, es un libro maravilloso con el que he sufrido muchísimo. Busca respuestas, se hace preguntas y sigue cuidando a su hijo más allá de la muerte. Está claro que todo suicidio contrae culpas, recuerdos, amor y la conciencia de haberlo ayudado, en conjunto con la certeza de una enfermedad que acabó con su hijo, haciendo de su experiencia una cuestión colectiva, ya que nos habla de la fragilidad de cualquier vida, pues todos engañamos y somos engañados con una estabilidad que a veces flaquea.
En sus letras, inmortaliza a Daniel, que vivirá para siempre. Sus preguntas sin respuestas llevan a una gra pregunta que el lector debe averiguar. Su testimonio demoledor es el reflejo de uno de los dolores más grandes de la vida, que se incrementa cuando es tu hijo quien lo sufre. Es un libro precioso, pero también está lleno de tristeza, como la vida misma. Nombra lo innombrable y argumenta que “el pensamiento no se calla”, demostrando que la literatura llega más allá de lo que la vida calla, con su herida abierta, que nos incorpora a su familia.

Con una prosa trise, honesta e impresionante, Bonnett hace el recuento de los acontecimientos que llevaron a que su hijo Danielse suicidara, invitando al lector a su casa, a su familia y sobretodo a su alma, comprobando que “el dolor del alma se siente primero en el cuerpo”. Lo que no tiene nombre es el desahogo de la escritora madre, que hace a su hijo eternamente vivo en su recuerdo y en la memoria del que lo lea.

¿Se pudo haber evitado? No lo sé y no me atrevo a juzgar. Lo cierto es que es un libro fuerte, que te deja sin aliento y con un montón de sentimientos encotrados. Incluye frases secas, crudas, que te dejan entre la espada y la pared. Por momentos, me recordaba a Paula, sobretodo porque incluye fragmentos que llevan el mismo dolor. ¨Yo he vuelto a parirte, con el mismo dolor, para que vivas un poco más, para que no desaparezcas de la memoria. Y lo he hecho con palabras, porque ellas, que son móviles, que hablan siempre de manera distinta, no petrifican, no hacen las veces de tumba. Son la poca sangre que puedo darte, que puedo darme¨, agrega Piedad, demostrando la crudeza de un libro como este.

No es un consuelo, sólo una descripción real y poética de una belleza culpable e irrenunciable. En definitiva, un libro fuerte, que cala hondo en el alma y que, a través de las palabras, hace de Daniel un alma eterna y que nos hace cuestionarnos si “nos duele más el mundo sin Daniel o Daniel sin el mundo”

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