Coronel lágrimas, Carlos Fonseca.


Nunca había leído a un costarriqueño. Me he dado a la tarea de encontrar por lo menos un libro que provenga de un autor que haya nacido en un país latinoamericano. Tras mucho buscar, me topé con Coronel lágrimas, publicado por mi querida Anagrama y al ver que se trataba de una historia que buscaba, valga la redundancia, cifrar la historia, supe que su lectura era indispensable.

Un anciano ermitaño se ha refugiado en los Pirineos para escribir la historia universal en clave íntima. Así, la historia se basa en el trazado de este secreto vital y la obsesión del protagonista por reducir el mundo en unas cuantas y pequeñas cosas. De esta manera, Coronel lágrimas se convierte en una ambiciosa novela que combina la enigmática vida del personaje con la historia política del siglo XX, que va desde Rusia y España, hasta México y las más lejanas islas caribeñas, abordadas por un hombre que va más allá de su tiempo, en una sociedad condenada al capricho informático”.

Rara, Coronel lágrimas es una novela rara, extravagante. Incluso, de esas que amerita más de una lectura, pues mediante ecuaciones, el escritor arma la historia, con el fin de demostrar las formas en las que ciframos nuestras pasiones, transformando sus (nuestros) miedos en escritura. Mediante la Guerra Civil española, el México de los 20, la Segunda Guerra Mundial, lo ocurrido con Vietnam y un sinfín de cuestiones históricas más, Fonseca hace un recorrido metafórico por la conciencia del siglo pasado, marcado por el sinsentido, la ambivalencia entre recordar y olvidar, la presencia constante del pasado y la configuración de la historia.

Con 28 años (para cuando se publicaba el libro), Fonseca hace de Coronel lágrimas un relato perturbador y absorbente. Crea imágenes preciosas y cuenta historias por y para nosotros, que logran mostrar, como si fuera una película, para qué sirve la literatura, concluyendo que se estructura para entendernos como seres humanos, con el fin de creer, crecer y comprender el mundo. El escritor se vale de espejismos y de una escritura bellísima, compleja, llena de metáforas, para hacer de Coronel lágrimas un libro que no puede pasar desapercibido.


El autor une la miseria cotidiana y los grandes acontecimientos históricos con números y precisión matemática, ofreciendo mil y un caminos para la reflexión crítica y creativa.  Su novela es un fascinante laberinto sin salida, donde somos piezas de un rompecabezas, que arma a un coronel romántico, melancólico y nostálgico que vive y ve de nuevo todo lo ocurrido, prescindiendo de lo obvio y lo mundano.

"Existe una belleza que consiste en dejarse enredar por la vida y seguirla hasta sus últimas consecuencias”, dice el coronel que ve hacia atrás intentando entender lo que ha pasado. Sin embargo, su vida es un completo enigma, pues todo lo que se puede decir de ella son datos históricos, lo cual abre un abanico de interpretaciones sobre el significado del libro. Aún así, logra cerrar con una fórmula armoniosa que demuestra que, aunque todo cambia, los datos permanecen ahí, pues el coronel podrá olvidarlo todo…. Pero nunca la ecuación que representa ese todo. En consecuencia, su novela se configura en una especie de delirio, en una propuesta arriesgada que reivindica a ese lector crítico que ha quedado en el olvido y que en Coronel Lágrimas necesita unir cabos para construir el sentido mientras lee.

Por ello, los lectores de una novela como Coronel lágrima solo será aquellos dispuestos a enfrentarse a algo fuera de lo común. En definitiva, un libro único para lectores únicos, que me ha dejado sin palabras y que se va a mis favoritos de este año.

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