En la habitación de un hospital de Manhattan,
madre e hija hablan sin descanso durante cinco días y cinco noches. Hace mucho
que no se ven, pero su conversación es capaz de detener el tiempo y silenciar
el ruido ensordecedor de todo lo que no se dice, dejando ver lo mucho que se
aman. En una historia que se construye entre líneas, todo aparece en los
silencios de estas dos mujeres, a través de conversaciones plenamente banales,
que ocultan la verdad, que tanto les duele, así como la soledad que cargan
sobre sus hombros.

Lucy narra su infancia, recuerda su vida, la
pobreza y su familia incapaz de expresar lo que siente. Madres incapaces de
mostrar cariño a sus hijos. Familias que conviven durante años y no se conocen.
Sufrimiento puro. Una historia que deja una huella imborrable, pues aborda la
distancia que separa a dos mujeres unidas por un lazo imborrable, que son
incapaces de comunicarse y que no
comparten ni una sola cosa, siendo obligadas a mantener una conversación que no
han hecho jamás, partiendo de los fantasmas del pasado, a través de cinco días
de lucha, en los que Lucy no logra derribar las barreras que la separan de su
madre, pues en realidad “no conocemos a nuestras madres. Hablamos,
hablamos, pero no las conocemos, porque estamos atrapadas por nuestros propios
ojos".
"No podía evitar sentir pánico, como si nosotros
cinco, la familia Barton -aunque caótica- hubiera formado una estructura encima
de mí que yo ni siquiera conocía hasta que se derrumbó. [...] No dejaba de
pensar en que nosotros cinco habíamos tenido una familia verdaderamente
malsana, pero también comprendía que nuestras raíces se habían entrelazado y
retorcido con firmeza en nuestros corazones. Mi marido dijo: "Pero si ni
siquiera te caían bien". Y después me sentí especialmente asustada”.
Strout estigmatiza la
pobreza, siendo un elemento que marca y transforma a la protagonista, abordando
que lo principal no es luchar contra la pobreza, sino mantener la dignidad en
ella y aceptarla. Lucy crece en la más
mísera de las pobrezas y en la más profunda soledad, que arrastra hacia su
adultez, donde concluye que el amor es imperfecto, que sus padres no fueron
conscientes de lo que hacían y que cada quién tiene sus propias circunstancias,
que no debemos ni defender, ni proteger ni juzgar.

"...me interesa cómo encontramos maneras de
sentirnos superiores a otra persona, a otro grupo de personas. Pasa en todas
partes, y todo el tiempo. Le pongamos el nombre que le pongamos, creo que es lo
más rastrero que hay en nosotros, esa necesidad de encontrar a alguien a quien
rebajar."
“Pero esta es mi historia. Esta. Y me llamo Lucy
Barton”. Y esta es una novela llena de belleza y emoción que cala hondo. Una
pequeña obra maestra, que reflexiona sobre aquellos que hemos dejado de ser
hijos. Strout reflexiona sobre el peso
que el pasado tiene en el presente, de esas decisiones que nunca tomamos, de
esas caricias no dadas, de las palabras no pronunciadas, planteando la
dificultad de conocer a quien tenemos cerca y esa forma tan peculiar de
expresar el amor paternal. En definitiva, una novela que me ha destrozado, que
tienen que leer y que deja una huella imborrable a su paso.
«Cuando escribes una novela puedes reescribirla,
pero, cuando vives con alguien durante veinte años, ésa es la novela, y nunca
puedes volver a escribir esa novela con nadie más».
Hola Mariana, paso a comentar aunque hace mucho que entro a blogger... me lei este libro a principios de año y fue grandioso... la escritora sabe el como construir una historia y la manera en la que lo hace Y LLEGA es maravillosa, pese a la brevedad y cantidad de paginas se supera en calidad narrativa... de verdad que dejo pendiente todo lo demas de esta señora pq es FAB!
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