La invención de la soledad, Paul Auster.


Vivan los libros de memorias.

El 2017 ha sido el año de probar lo desconocido. Nunca había leído a Paul Auster y La invención de la soledad parecía ser la mejor opción para comenzar. Lo cierto es que me ha gustado más de lo esperado. Suelo preferir leer las cosas en el mismo idioma en el que fueron escritas, por lo que siempre tomo como segunda opción cualquier libro que no haya sido escrito en español. Pero este libro ha sido una buena elección, que ha terminado por encantarme.

El estadounidense reflexiona sobre la paternidad, la soledad y la literatura, partiendo de la muerte de su padre, dividiendo en libro en dos partes, donde habla de su relación con su él y de su posterior experiencia con sus hijos. Entre sus recuerdos, el ajuste de cuentas y la incursión de la novela familiar, en Retrato de un hombre permite ver el frío carácter de su padre muerto y en El libro de la memoria, habla de su papel de hijo y su relación con los suyos, dejando el claro la soledad del escritor.

Auster propone un libro muy personal, ya que repasa todo aquello que lo ha marcado. Nos convierte en una invención dentro de este relato, metiéndonos en su piel y permitiendo que hurguemos en nuestras marcas familiares, dentro de una soledad personal donde se construyen y reconstruyen los recuerdos de la memoria, que forma parte y de desarrolla en algún apartado solitario, donde se establecen nuestras relaciones neuronales que luego llevamos a cabo, a través de la producción de recuerdos reales.

Auster plantea la necesidad de reinventar la soledad como elemento positivo, que potencia la memoria y entresaca los recuerdos, de los que nacen historias de ficción o recuerdos reales, imborrables, que nos marcan como personas. En definitiva, en La invención de la soledad, hay miles de enigmas de la vida misma, partiendo de los temores de la infancia, pasando por la muerte del padre y finalizando en el nacimiento de los propios hijos y, aunque Paul no haya inventado la soledad, nos da una buena definición sobre ella, porque expresa que “Cada libro es una imagen de la soledad. Es un objeto tangible que uno puede levantar, apoyar, abrir y cerrar, y sus palabras representan muchos meses, cuando no muchos años de la soledad de un hombre, de modo que con cada libro que uno lee puede decirse a sí mismo que está enfrentándose a una partícula de la soledad. Un hombre se sienta solo en una habitación y escribe. El libro puede hablar de soledad y compañía, pero siempre es necesariamente un producto de la soledad”.

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