"La locura no
tiene cura".
Las enfermedades
mentales no entienden de sexo, ni de inteligencia, belleza o posición social.
Atacan sin ver a quién. No necesitan motivos. La locura se parece a la muerte. Atrapa
y hace daño a cualquiera, sin mirar quién es. En Roma, a los locos, les
llamaban furiosos porque ambos generan el mismo respeto (y lástima, para que
nos vamos a engañar).
Sylvia Plath fue tildada de loca toda su vida. De hecho, después de muerta, sigue siéndolo. Poseía un físico envidiable, una cara angelical, casi perfecta, en conjunto con una gran inteligencia y una creatividad espeluznante. Su cuadro psiquiátrico estaba bien cargado: depresiva, neurótica, con un trastorno obsesivo – compulsivo bien marcado, bipolar y con coqueteos a la anorexia pues soñaba con la perfección física. Quería ser la mejor con todos y en todo, así que cuando llegó a la conclusión de que le sobraba talento para ser escritora, quiso ser la mejor y no soportó ser rechazada por una revista, por lo que intentó suicidarse con 20 añitos, sin conseguirlo, pero volviéndolo a intentar a los 30, luego de que su marido la dejara sola y arruinada, al cuidado de sus dos hijos, metiendo su cabeza en el horno de su casa, después de hacerle el desayuno a sus niños, que al parecer heredaron su locura, pues uno de sus hijos cometió el mismo acto en el 2009.
En La campana de
cristal, cuenta en primera persona bajo el seudónimo de Esther (porque todos
sabemos que es su alter ego) el testimonio de su vida y cómo descendió al
infierno de la furia. Comienza como un libro de una chica que está comenzando a
vivir y a descubrir que quiere ser escritora, sin embargo, mientras avanzamos,
nos damos cuenta de que cada vez el dolor, el desequilibrio, su enfermedad
mental pues, se vuelve más latente, en conjunto con su lento y costoso intento
de “salir a flote” y romper esa campana de cristal, que llevaba consigo desde
su nacimiento y de la que nunca pudo librarse.
El libro aborda de
una manera muy sensible cómo la cordura la abandona lentamente y cómo ella es consciente
de que es algo de lo que no puede escapar, logrando que el lector entienda el
estado mental de la escritora, en el que incluye sus tormentosas relaciones con
los hombres, donde se debate acerca de qué camino debe tomar en la vida y busca
vivir su sexualidad con la misma libertad masculina.
Es así como podemos
afirmar que esta obra tiene grandes rasgos feministas, que nos acerca a la vida
de una mujer joven, inteligente e inconformista, que sufre una crisis nerviosa
que acaba con ella, tomando por nombre “la campana de cristal”, pues es así
como la escritora define el estado de aislamiento en el que se encuentran los “locos”,
respirando su propio “aire viciado” y que pende siempre sobre sus cabezas, amenazando
con caer nuevamente sobre sus vidas.
La locura es una
sombra que nos ataca a todos. La campana de cristal es un relato semi
autobiográfico que te hace reflexionar con un estilo cristalino y profundo, que
te lleva a contener la respiración, pues al leerla todo se detiene, ya que te
inmiscuye en su campana. En definitiva, un libro que me ha destrozado, donde la
escritora muestra su inestabilidad, su tristeza, su forma de ver el mundo y su
intento por encajar en un mundo al que no pertenecía.
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