Debo
admitirlo: la historia española no es precisamente el punto que más me guste
leer. Aunque
tengo una debilidad por los libros que manejan un contexto histórico bien
delimitado y conjugado con la historia, me he topado con varios libros que se
ubican en la historia de España que no me han atrapado nada. Sin embargo, El maestro de esgrima es una de las excepciones.
Pérez-Reverte
me conquistó con La reina del Sur y me propuse seguir con cada una de sus
novelas poco a poco. Ya había escuchado de El maestro de esgrima, por lo que
parecía ser la mejor opción para seguir. Aunque es muy diferente a la primera
novela suya que leí, me ha gustado muchísimo. En esta ocasión, se aventura en la España del siglo XIX, teniendo al
esgrima es el eje principal de la historia.
Nos presenta a Jaime Astarloa, un maestro de esgrima, como el
título lo indica, que trabaja dando clases a nobles de su ciudad. Su
vida rutinaria comienza a cambiar cuando una dama llamada Adela de Otero, sensual e ingenua, aparece en
su vida con ganas de tomar clases de esgrima, dando pie a que
sucedan hechos que él nunca imaginó podrían pasar. Ella se introduce en su
historia y la llena de café, estocadas perfectas e historia, y lo hace caer en
enredos y situaciones complicadas, que ponen a flote sus sentimientos más
profundos y sacan a colación u secreto oculto, que vamos descubriendo poco a
poco.
Pérez-Reverte rememora lo antiguo, lo tradicional y lo
olvidado, partiendo de valores como el honor y la honestidad para narrar la
historia de Jaime y su enredo con Adela, quien va tejiendo una telaraña de
hechos entre estocadas y peleas, que transforman al esgrima en una forma de
entender la vida. Gracias a esto, ambos personajes adquieren un toque
quijotesco divino. Él, por su parte, es culto, discreto y exquisito. En
consecuencia, es un símbolo del honor en el héroe que lo ha perdido todo y que
lucha contra el destino que se le ha impuesto. Ella, gracias a poseer oscuros
secretos, cumple el rol de voltear su mundo y hacer del esgrima una disciplina
mucho más profunda de lo que él creía.
Lo que más me gusta es la
personalidad de Jaime, ya que él es el típico héroe tradicional, que se
mantiene firme ante sus convicciones
aunque le cueste la vida. Además, se convierte en una especie Quijote que evoluciona y decrece a lo largo
de la novela, ya que su vida está marcada por la autodisciplina que le ha dado
el esgrima. En consecuencia, este le ha dado sus principios de vida, a los que
se mantiene fiel.
Tomando
esto como base, el personaje parece ser anacrónico, pues da la sensación,
gracias a su estética, indumentaria y costumbres de haberse detenido en el
tiempo. A través de esto, Reverte habla de aquellas profesiones, como la
educación, que han quedado en el olvido. Así, hace una metáfora de la decadencia de este arte, único
capaz de formar y transformar a otros, que muchos han optado por rechazar. El maestro
sabe que su arte ya no es una tendencia, incluso sus alumnos se lo recalcan,
pero para él es imposible dejarlo, porque además de ser su medio de subsistencia,
es su vida, ya que siempre ha vivido en torno a la estocada perfecta. Por ende,
la obra habla de que el arte de educar, cada día más olvidado, pese a ser olvidado,
es necesario, pues crear ciudadanos capaces es responsabilidad de nosotros, los
formadores.
Adela,
por contrario, me gusta bastante poco, pues tiene un rol de antagonista, ya que
es la única capaz de debilitar la estricta rutina del maestro, gracias a su poder de
seducción y su hábil manejo del florete. A pesar de cargar con terribles
crímenes, actúa movida por un código moral manchado por los reveces del
destino, que le sirven para justificar sus actos, iniciando su propio combate:
el de la seducción.
Mediante ambos opuestos,
el escritor enfrenta dos mundos:
el tradicional, cargado de valores como la honestidad y la caballerosidad y el
nuevo, el del progreso, donde todos los varones se desmoronan y son sustituidos
por las ansias de poder y los intereses económicos. Partiendo de
estos, aborda temas tan importantes como la modernidad y el cambio que esta
supone, reflejados en el esgrima como un arte que representa los valores que
ella machaca.
Cabe destacar que la obra
se sitúa en el verano de 1868,
mientras que la Reina Isabel II se ve obligada a abandonar su puesto. Esta fue
una etapa en la que España estaba bastante debilitada, luego de la invasión
napoleónica. En consecuencia, se encontraba sin fuerzas y sin esperanza, pues
parecía extraño tener un gobierno justo y permanente. En este escenario,
Pérez-Reverte nos habla de las represiones
brutales y barricadas que hubo en ese momento y analiza cómo estás marcaron el
inicio del capitalismo en su país.
Gracias a esto, El
maestro de esgrima es una novela sustentada en unas bases teóricas densas, que
la dotan de un rico material histórico, a través del cual Pérez-Reverte
refleja esa época en la que todo el mundo conspiraba, representados en
ambientes y descripciones muy propios del momento, con un lenguaje simple,
lírico, sobrio, adaptado al estilo clásico de la narrativa ( inicio – nudo –
desenlace), llevado a cabo con un narrador omnisciente.
En definitiva, una novela que lo tiene todo, que
me ha encantado y que se va directo a mis favoritos de este año. Pérez-Reverte
cada día me cautiva más y con El maestro de esgrima se ha terminado de ganar mi
corazón.
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