El maestro del esgrima, Arturo Pérez-Reverte.


Debo admitirlo: la historia española no es precisamente el punto que más me guste leer. Aunque tengo una debilidad por los libros que manejan un contexto histórico bien delimitado y conjugado con la historia, me he topado con varios libros que se ubican en la historia de España que no me han atrapado nada. Sin embargo, El maestro de esgrima es una de las excepciones.

Pérez-Reverte me conquistó con La reina del Sur y me propuse seguir con cada una de sus novelas poco a poco. Ya había escuchado de El maestro de esgrima, por lo que parecía ser la mejor opción para seguir. Aunque es muy diferente a la primera novela suya que leí, me ha gustado muchísimo. En esta ocasión, se aventura en la España del siglo XIX, teniendo al esgrima es el eje principal de la historia.

Nos presenta a Jaime Astarloa, un maestro de esgrima, como el título lo indica, que trabaja dando clases a nobles de su ciudad. Su vida rutinaria comienza a cambiar cuando una dama llamada Adela de Otero, sensual e ingenua, aparece en su vida con ganas de tomar clases de esgrima, dando pie a que sucedan hechos que él nunca imaginó podrían pasar. Ella se introduce en su historia y la llena de café, estocadas perfectas e historia, y lo hace caer en enredos y situaciones complicadas, que ponen a flote sus sentimientos más profundos y sacan a colación u secreto oculto, que vamos descubriendo poco a poco.

Pérez-Reverte rememora lo antiguo, lo tradicional y lo olvidado, partiendo de valores como el honor y la honestidad para narrar la historia de Jaime y su enredo con Adela, quien va tejiendo una telaraña de hechos entre estocadas y peleas, que transforman al esgrima en una forma de entender la vida. Gracias a esto, ambos personajes adquieren un toque quijotesco divino. Él, por su parte, es culto, discreto y exquisito. En consecuencia, es un símbolo del honor en el héroe que lo ha perdido todo y que lucha contra el destino que se le ha impuesto. Ella, gracias a poseer oscuros secretos, cumple el rol de voltear su mundo y hacer del esgrima una disciplina mucho más profunda de lo que él creía.

Lo que más me gusta es la personalidad de Jaime, ya que él es el típico héroe tradicional, que se mantiene firme ante sus convicciones aunque le cueste la vida. Además, se convierte en una especie Quijote que evoluciona y decrece a lo largo de la novela, ya que su vida está marcada por la autodisciplina que le ha dado el esgrima. En consecuencia, este le ha dado sus principios de vida, a los que se mantiene fiel.

Tomando esto como base, el personaje parece ser anacrónico, pues da la sensación, gracias a su estética, indumentaria y costumbres de haberse detenido en el tiempo. A través de esto, Reverte habla de aquellas profesiones, como la educación, que han quedado en el olvido. Así, hace una  metáfora de la decadencia de este arte, único capaz de formar y transformar a otros, que muchos han optado por rechazar. El maestro sabe que su arte ya no es una tendencia, incluso sus alumnos se lo recalcan, pero para él es imposible dejarlo, porque además de ser su medio de subsistencia, es su vida, ya que siempre ha vivido en torno a la estocada perfecta. Por ende, la obra habla de que el arte de educar, cada día más olvidado, pese a ser olvidado, es necesario, pues crear ciudadanos capaces es responsabilidad de nosotros, los formadores.

Adela, por contrario, me gusta bastante poco, pues tiene un rol de antagonista, ya que es la única capaz de debilitar la estricta rutina del maestro, gracias a su poder de seducción y su hábil manejo del florete. A pesar de cargar con terribles crímenes, actúa movida por un código moral manchado por los reveces del destino, que le sirven para justificar sus actos, iniciando su propio combate: el de la seducción.

Mediante ambos opuestos, el escritor enfrenta dos mundos: el tradicional, cargado de valores como la honestidad y la caballerosidad y el nuevo, el del progreso, donde todos los varones se desmoronan y son sustituidos por las ansias de poder y los intereses económicos. Partiendo de estos, aborda temas tan importantes como la modernidad y el cambio que esta supone, reflejados en el esgrima como un arte que representa los valores que ella machaca.

Cabe destacar que la obra se sitúa en el verano de 1868, mientras que la Reina Isabel II se ve obligada a abandonar su puesto. Esta fue una etapa en la que España estaba bastante debilitada, luego de la invasión napoleónica. En consecuencia, se encontraba sin fuerzas y sin esperanza, pues parecía extraño tener un gobierno justo y permanente. En este escenario, Pérez-Reverte nos habla  de las represiones brutales y barricadas que hubo en ese momento y analiza cómo estás marcaron el inicio del capitalismo en su país.

Gracias a esto, El maestro de esgrima es una novela sustentada en unas bases teóricas densas, que la dotan de un rico material histórico, a través del cual  Pérez-Reverte refleja esa época en la que todo el mundo conspiraba, representados en ambientes y descripciones muy propios del momento, con un lenguaje simple, lírico, sobrio, adaptado al estilo clásico de la narrativa ( inicio – nudo – desenlace), llevado a cabo con un narrador omnisciente.



En definitiva, una novela que lo tiene todo, que me ha encantado y que se va directo a mis favoritos de este año. Pérez-Reverte cada día me cautiva más y con El maestro de esgrima se ha terminado de ganar mi corazón.

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