Desde que me dejaste, la ventanita del
amor se me cerró.
Me encanta la pachanga. No puedo
negarlo. Me mata la música y me gusta bailarla. Así que cuando ví este libro,
supe que debía leerlo, pues con ese título y su contraportada que contiene
diversos títulos de los merengues más sabrosos que hay, Veinte poemas de amor y
una bachata desesperada prometía ser una lectura distinta y llena de sabor.
Quien haya ido a una fiesta venezolana
y no haya escuchado y bailado por lo menos una de estas canciones no lleva
vida. A través de las casi cien páginas que componen este libro, Méndez Guédez
construye un juego literario, compuesto por veinte mini relatos casi
independientes, que llevan el nombre de un famoso merengue de los ochenta y que
se enlazan a la trama principal, que lleva por nombre una bachata y que narra
una noche de rumba caraqueña, donde Neftalí e aferra al ron para evadir a las
dos mujeres de su pasado que boicotean su fiesta. Así,
el escritor nos lleva a bailar con ellos y a brindar por el amor que tanto nos
perturba, dejando en nosotros la sensación de haber bailado toda la noche y
tener resaca de recuerdos queridos.
En su novela, condensa la melancolía,
el humor negro y el desengaño amoroso que esconden las letras de las canciones
que selecciona, reflejando lo que es una fiesta caraqueña y lo que trae
consigo. Con una prosa bien trabajada y muy a la venezolana, presenta
personajes marcados y, en particular, afectados por la figura de Neruda que
trastornó la vida de quienes protagonizan esta historia, dejando claro que la
lectura es incluso un acto peligroso.
El escritor afirma que de no ser
escritor, cantaría merengues de los ochenta y lo demuestra en su libro, que es
una fiesta que trae consigo la nostalgia de la Venezuela de finales del siglo
XX y la convierte en un “amor complicado”, conjugado con su obsesión y trauma
con la figura de Neruda que salva a dos mil hombres, pero que abandona a su
hija y que persigue a Neftalí hasta arruinarlo como ser humano.
Así, entre líneas deja ver que su
personaje es muy él y que canciones como “La quiero a morir” (mi favorita, por
cierto) , “Noches de fantasía” , “Marejada”, “Una fotografía”, “La ventanita” y
pare usted de contar, resumen un pedazo de su vida. En Veinte merengues de amor
y una bachata desesperada hace un homenaje al género a través de una fiesta que
rememora esos años de juventud que ya se han ido, pero cuya música sigue
sonando en cada fiesta, porque rumba que se respeta tiene la alegría del
merengue como elemento principal.
Concluye que el merengue te permite
bailar y conectar con lo más íntimo del otro. Bien sea por la letra, el
bamboleo o el ritmo, así es. Veinte merengues de amor y una bachata desesperada
refleja cómo a través de la música en una rumba puede salir volando la tristeza
de lo que algún día fuimos, de lo que algún día pasó. A través de ese inusual
triángulo amoroso, refleja los recuerdos del pasado y la nostalgia que produce
en aquellos que ven su juventud perdida en esas canciones, y que proyectan sobre esa joven que forma parte
de su memoria y que les muestra que, para bien o para mal, la vida continúa.
En definitiva, una novela pa’ los que
nos gusta bailar, para los que no saben bailar, para los que les gusta esa
música y para los que se resisten a admitir que es lo máximo. Juan Carlos
Méndez Guédez demuestra todo lo que pasa en ese pequeño universo que llaman
rumba y presenta una historia llena de dolor, desgaste y rencor en un amor
marcado por la figura de un Neruda que abandona, que rescata, que trae
consigo el sufrimiento, pero que logra dejar de lado todo lo que arrastran en
el sonido de esa bachata.
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