Matilda, Roald Dahl.



Mariana es muy Matilda.

Yo no sé ni por dónde empezar. Lo cierto es que esta es una reseña emocional, pues Matilda es un libro que ha crecido conmigo y donde me veo profundamente identificada. Normalmente trato de ser lo más objetiva posible, pero sé que no voy a poder. Esta es una oda a los libros que se disfruta en cualquier momento de la vida. Yo, que la he leído por muchos años consecutivos, encuentro siempre algo distinto y logra enseñarme cosas nuevas cada vez que me vuelvo a encontrar con ella.

En pocas palabras, este libro es amor. Matilda es una niña con una inteligencia excepcional y una lectora empedernida que con tal solo 5 años conoce un sinfín de grandes obras de la literatura. Todos son capaces de ver sus capacidades, menos sus padres que la consideran una inútil y casi notan su existencia. Por ello, la envían a Crunchem Hall, una escuela que parece más una prisión, donde conoce a Trunchbull, un monstruo despiadado que se hace llamar directora. Sin embargo, Miss Honey aparecerá en su vida para salvarla, al darse cuenta de sus cualidades mágicas e intelectuales, y juntas conocerán los poderes de la literatura, logrando vencer la opresión de los “grandes”.

Aunque la película es una belleza, el libro trae consigo una prosa sencilla, fresca, propia de una niña que me fascina. Como en el resto de las obras de Dahl, dirige su sátira y su denuncia a los adultos, en este caso, a aquellos que realizan comportamiento específicos. Por ejemplo, cuando Matilda pone pegamento en el sombrero de su padre y debe cortárselo directamente de la cabeza, o cuando aparece un tritón frente a Trunchbull, construyendo así un humor corrosivo propio para niños, pues además juega con el terror y la fantasía, presentando a los mayores enemigos de nuestra protagonista como villanos despiadados, así como también siendo sumamente vulnerables, incluyendo elementos imaginarios e irreales en las situaciones más tensas, ligadas a elementos propios de los cuentos infantiles como la magia, la violencia por parte de alguien mucho más grande, el triunfo del bien sobre el mal,  una heroína que se salva a sí misma gracias a su talento natural, un ogro, una princesa y una bruja, que intervienen a su modo, siendo, curiosamente, todos personajes adultos (menos Matilda, claramente).

Es así como nuestra protagonista es una niña muy dotada, pero muy sensible, descuidada y reprimida, que al final es salvada por alguien ajeno. Sus padres viven, a diferencia de muchos cuentos donde la muerte se los arrebata, pero son todo lo contrario a una buena figura, siendo la imagen negativa de la historia, en contraposición a su “madre”, Miss Honey, que la rescata de ese abismo.

Sin duda, en este libro se encuentran dos almas muy diferentes al resto, que serán así para toda la vida: Matilda y su maestra. Por su parte, la niña es superdotada, autodidacta y limitada por sus padres, de quienes se venga de manera lógica. Ahora, Miss Honey es inteligente, tímida y logra guiar a Matilda, quien la ayuda a recuperar su casa, llevándola por el buen camino, conduciendo su inteligencia y adoptándola para librarla del peso de unos padres que la menosprecia.

Casi sin darse cuenta, Dahl con una magistral simpleza aborda un sinfín de temas difíciles, como el maltrato dentro del triángulo familiar y la posibilidad de la niña de ser feliz sin la figura “todopoderosa” “benevolente” y “amorosa” que se espera de sus padres. Ella, se convierte en objeto de envidia por su inteligencia, donde el autor logra reflejar las humillaciones que sufren quienes expresan su amor por el saber, así como el desprecio de muchos por los libros, la televisión como objeto capaz de dominarnos, el maltrato de algunos maestros con los alumnos y las secuelas que todo esto trae para con los niños.

Desde un primer momento, critica a aquellos padres que ven a sus hijos como criaturas perfectas, pero incluye a esa minoría, que existe y que es ignorada, que los desprecian y vituperan. Matilda es un libro para niños que tiene mucho que decirle a los adultos. Ella es una niña menospreciada por ser quien es y que en la literatura encuentra un refugio para lo que vive en su hogar. En ella puede encerrarse en mundos y experiencias diferentes, que despejan su mente y que llena esa falta de amor que sus padres no le profesan. El perseverar la lleva a ver el triunfo del bien sobre el mal, acompañada de Miss Honey, con la que se complementa y recompensa mutuamente, pues encarna la educación dinámica, crítica y divertida, que ve en el medio la misma importancia que en el fin y que sabe perfectamente que los niños son pequeños, pero no tontos. Canaliza a Matilda hacia el aprendizaje satisfactorio y logra ver lo que sus padres pasan por desapercibido.

Esto es Matilda: una oda a la buena educación, a los buenos libros y a los buenos lectores. Es de esos libros que hay que disfrutar por lo menos una vez en la vida. Yo, que me he cansado de leerlo, le guardo un cariño inmenso a todo lo que él contiene y espero que muchos más niños del mundo logren encontrar un consuelo como el que yo encontré en esa pequeñita especial que con cinco años ya brillaba con luz propia.
 

1 comentario:

  1. ¡Hola!

    Nunca llegué a leer este libro aunque la película es maravillosa. No se si me animaré, pero ahora me han entrado ganas de volver a verla jaja

    ¡besos!

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