La voz dormida, Dulce Chacón.



Vivan los libros que dan perspectivas históricas distintas.

En el 2002, Dulce Chacón salía a los paradigmas editoriales con este maravilloso libro que nos introduce en un pasado histórico desconocido, pues narra la Guerra Civil Española desde el papel que la mujer cumplió en ella. En La voz dormida, se centra en la posguerra, entre 1939 y 1963, donde nos cuenta una triste y bella historia de luchadores vencidos, tomando como punto de partida la Cárcel de las Ventas, en Madrid, una prisión femenina donde una multitud de mujeres fueron encarcelados por diversos motivos que iban desde su participación como militantes con respecto a sus paridos, hijos o padres, hasta por oponerse al régimen opresor, siendo revolucionarias, por lo que eran terriblemente torturadas, donde sitúa a un pequeño grupo de mujeres valientes, compuesto por Reme, Tomasa, Elvira y Hortensia que, por cierto, está embarazada.

Al mejor estilo de la novela moderna, Chacón anuncia que Hortensia morirá fusilada y presenta a Pepita, su hermana, que trabaja en una pensión y en casa de un médico para poder obtener el dinero necesario para llevárselo a su hermana y que no pertenece a ninguno de los bandos políticos, convirtiéndose en una especie de mensajera que se enamora de un joven comunista. Las dificultades que debe atravesar para sobrevivir en un ambiente tan hostil, en conjunto con su miedo a ser descubierta intentando luchar por la vida de su sobrino, intentando que, cuando nazca, pueda estar con ella, dándole el sentido conductor a la historia, mientras muestra las situaciones de las presas, cómo llegaron hasta ahí y cómo deben luchar para vencer al régimen.

Aquí, los vencidos son los protagonistas y son sacados a la luz para salvarles de su rincón olvidado, con mujeres vencidas, guerrilleras, comunistas y republicanas, marginadas por igual durante la Guerra Civil y el posterior régimen dictatorial. Esas olvidadas entre los olvidados, las perdedoras entre los perdedores, a lo que Chacón reclamó en diversas ocasiones que “ya es hora de que las mujeres hablemos de la historia de las mujeres, [...] aún no conocemos la historia silenciada, la historia de los que perdieron la voz tras perder la guerra”, y al referirse a su novela exclama que: “Como la mayoría de las heroínas de estas canciones son mujeres perdedoras, estas intertextualidades también se inscriben dentro del homenaje a las mujeres republicanas en dos sentidos: primero, perdieron la guerra: segundo la posguerra al ser sometidas a una reeducación machista, al tiempo que se les suprimió todos los derechos que se habían conquistados durante la República y no haber sido valorado su lucha en el frente de batalla, en las cárceles o en la resistencia. Su papel no fue secundario. Y esto también constituye una injusticia histórica”.

Partiendo de esto, dedica su libro “a los que se vieron obligados a guardar silencio”. Con La voz dormida, su intención no es otra que recuperar la voz de los silenciados. El narrador de esta novela dividida en tres partes, se encuentra en tercera persona, que lo sabe todo en un tono omnisciente y que coincide con la misma autora, haciendo descripciones exactas de cada uno de los personajes que componen esta historia, con su propio tono heroico o trágico, construyendo el vivo relato de un grupo de vencidas en la famosa Guerra Civil.

“Escribo siempre por una inquietud personal, y en esta ocasión necesitaba conocer la parte de la historia arrinconada y que no conocíamos, pero durante la investigación tuve la certeza que era una inquietud generalizada. Esto me permitía dar voz a gentes que no habían podido hablar hasta entonces. Por esto, La voz dormida no es un libro no sólo mío, sino también de los hombres y mujeres que me dieron con total generosidad sus testimonios”, dice la autora, con respecto a su novela, con la que busca recuperar la memoria y reconstruir la historia colectiva a través de la experiencia de un grupo de mujeres, basándose en personajes reales, que la inspiraron para partir de la ficción prudente y emocionante.
Chacón muestra una postura objetiva, distinta a la tradicional dentro de las memorias, que ha sido oyente y quiere escuchar unos recuerdos dolorosos que evocan al deseo de hablar. Lo que hizo Chacón es precisamente eso, oír, contar y hacerse escuchar, expresando la voz silenciada, con experiencias vistas desde una perspectiva femenina, con sus amores, odios, sueños y dolores, en un presente y una memoria donde todo se mezcla para ofrecernos escena dramáticas que nos destrozan a medida que avanza la historia, donde pinta un cuadro, mediante la ficción, con finales felices, que dejan ver sus sufrimientos pasados y los de muchas otras, despertando a la voz dormida, dándoles la posibilidad de conversación porque “Hay que establecer una conversación […] para recuperar la memoria de aquellos que no han tenido el derecho de expresar sus propios recuerdos y, de este modo, recuperar la memoria histórica”.

Las mujeres en La voz dormida forman una red femenina donde se relacionan entre sí, con relaciones abuela-madre-hija-hermana, donde se cuidan del ambiente deshumano y se consuelan mutuamente, intentando ayudarse con lo poco que tienen, haciendo como terapia el hablar y compartir, saliendo del silencio y despertando la voz dormida,  donde alivian su dolor que no se olvida, como bien lo expresa Hortensia, al decir que “el peor dolor es no poder compartir el dolor”, con una actitud firme que anima al resto de las chicas a contar la historia al resto de las prisioneras, formando una memoria en palabras, pues “es preciso que los que no han podido contar su historia tengan la posibilidad de hacerlo, y también que los que no la conocen tengan la oportunidad de acercarse a ella. Son historias necesarias, sin las cuales la memoria colectiva está incompleta” (Chacón, 2005).

En definitiva, una obra maestra que despierta a las voces dormidas de las vencidas, que forman una parte imprescindible de la historia que intenta completar y recuperar. Una novela dura, de las que te dejan un hueco en el alma, pero que no pueden dejar de leer, pues es ese aliento para salir del silencio que intentamos sobrevivir.

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