Estoy
en la edad de la punzada, en esa en la que quiero saber vivir y no
soy ni niña ni adulta, donde la vida se burla de mi y me obliga, por
bien o por mal, a madurar del golpe. Esa edad de la catarsis que
tantos críticos, médicos, sociólogos y casi todos los
profesionales han querido abordar, pero que nadie sabe comprender, ni
siquiera nosotros mismos. Sin embargo, Velasco se aventura a entrar y
contar su propia edad de la punzada y todas las situaciones que
vivió, envolviéndonos entre los recuerdos de la adolescente que fui
y que sigo siendo y el cercano futuro “adulto” que se avecina,
que nos lleva a recordar y a vivir todas esas veces en las que hemos
metido la pata, en esa etapa donde los momentos de gloria son pocos,
narrada mediante el lenguaje de nuestros días, como retrato de la
adolescente que he sido: rodeada de los libros, las notas no
suficientes, el amor y que se ha ido por todas las desviaciones
posibles, con el fin de encontrar el camino correcto, y ya lo tengo
agarrado por el cuello.
Esta
es la historia del peor alumno del colegio. Tiene catorce años, esta
rodeado de apestados sociales y carga bajo el brazo un boletín
cargado de círculos rojos, cursando en un instituto solo para
varones y soñando con las vecinas que nunca se ha atrevido a
saludar, al igual que con esa moto y chaqueta negra que tanto desea.
Es un monstruo que lo domina y que lo define. Es la edad de la
punzada hecha carne.
En
El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde introduce una frase
interesante que reza que “Todo retrato mismo que haya sido pintado
con sentimiento es un retrato del artista, no del modelo” y no hay
mejor concepción para recrear la obra de Velasco, que a través de
400 paginas retrata a ese adolescente siempre a la amenaza que fue,
haciendo un auto retrato en el retrato, con una prosa humorística,
libre, grosera, molesta, burlona y salvaje, como la vida misma, que
muestra a un chico bueno que se esconde tras un monstruo llamado
adolescencia, con ansias de romperse la cabeza, introduciendo temas
muy poco tocados, como la lealtad entre amigos, el desorden de la
edad, el extrañamiento hacia la feminidad y las relaciones con la
familia, matizado en una época que muchos preferirían olvidar y
poniéndola como una referencia necesaria e inmediata a todos los
demonios que nos acarrean y que forman parte de nuestro
comportamiento, que lleva a ese estado de insuficiencia de la
adolescencia, donde todo se siente y nada se comprende.
Así,
mientras la historia avanza, los problemas de Xavier son cada vez mas
y peores, pues sus deseos de meterse en problemas lo llevan a vivir
historias terribles que lo llevan del miedo a la felicidad, en
conjunto con un sin fin de amores imposibles, con los que descubre
que su peor enemigo es el mismo.
Es
curioso, pero el adolescente del libro y yo no nos parecemos en casi
nada en este punto de mi vida. Capaz lo leo hace dos años y me
hubiera gustado casarme con el, pero hoy en día me da hasta un poco
de ternura, pero que es realmente opuesto a mi, sin embargo, en toda
la parte de las dudas, la timidez extrema, las ganas de comerse al
mundo y de causar el Apocalipsis mas grande del mundo, nos parecemos
muchísimo mas, sobretodo en la segunda parte del libro, donde el
protagonista tiene mi edad, donde la moto, el carro, la chica y la
chaqueta le dan muy igual, así como las ganas de meterse en
problemas.
El
autor hace un homenaje para comprenderse, retratando al niño
enamoradizo y mentiroso que fue, a modo de un gran exorcismo, pues
afirma que llamo a todos sus diablos para que le golpearan y después
los fue desechando con forme hacían su trabajo, dice que piensa que
“lo
más importante para escribir es convocar a todos tus fantasmas, tus
diablos, tus miedos, y ponerlos a chambear; ya después sacarlos es
un beneficio adicional que ayuda a ahorrar buena cantidad de dinero
en terapeutas. Finalmente lo que uno quiere es que la novela que
estás escribiendo funcione; si dejo la vida ahí no me importa, el
chiste es que funcione el juguetito”.
Menciona
que “Cuando uno abandona la niñez lo hace con la sospecha, muy
fundada, de ser un ñoño, y no quieres que nadie se dé cuenta;
entonces buscas banderas en canciones como La
respuesta está en el viento,
de Bob Dylan, y el adolescente se da cuenta de que tiene una bandera
para responder a sus mayores cuando le dicen: ‘el mundo no es así’,
y el chico puede responder: ‘sí es así porque lo dice Bob Dylan’
(…) “Luego escuché a David Bowie, quien ahonda la brecha
generacional con mis padres, porque cuando lo ven con los pelos
parados y pelirrojos realmente se preocupan por su hijo. Bowie
también creó una brecha generacional con mis amigos, quienes
decían: ‘cómo puedes escuchar a ese jotazo’, y si tus amigos
adolescentes se escandalizan por la música que escuchas, algo estás
haciendo bien.”
En definitiva, un libro divino que no pueden dejar de leer, que nos lleva a esa edad de la vida donde buscábamos desafiar las reglas y empezábamos a conocer la realidad, que a el autor le gusta definir como la puta edad de la punzada.
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calla peruano
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