«El de la pintura es un niño desesperado. Necesita salvarse y no imagina de qué. Quiere salir de ahí, no sabe cómo.»
Velasco y yo
somos personas muy diferentes del resto. Cuando era pequeña, bueno, más pequeña, era sumamente
tranquila y bien portada, tanto que mi papá podía dejarme sola por muchas horas
sin que pasara nada, teniendo seis o siete años. En Este que ves, el
escritor parte del tema de la niñez y
pone al que él fue a hablar, pues aquí se permite todo menos dejar morir
una historia.
Estoy convencida
de que nos conocemos de otras vidas o nos parecemos demasiado, pues en su
personaje hay demasiados rasgos míos. En esta novela, toca el punto de que la infancia no es difícil, pero
deja muchos fantasmas que resultan invencibles, pues están rodeados de muros
inexpugnables. Así, hace una especie de exorcismo al revés, transformándose en
personaje y narrando su historia, puesto que para él "se escribe, igual que se ama o que se vive,
porque no queda más alternativa, ni se ve escapatoria tolerable”.
Él y yo
compartimos todas las vivencias de ser hijo único, porque lo fui una gran parte
de mi vida. Mi hermana y
yo nos llevamos diez años exactos de diferencia, por lo que ambas hemos
aprendido a jugar solas, a entendernos solas. Tanto, que yo incluso hablo hasta
el día de hoy sola y finjo conversaciones con el fin de entablar,
imaginariamente, diálogos con alguien más. Por ello, hay quienes afirman que ser hijo único te deja
tocado y Velasco en Este que ves lo confirma.
“Es la historia de un niño perdedor, un apestado que no se llevaba con nadie y que nunca tuvo oportunidad de hacer que a los demás no les cayera tan mal”, afirma Velasco. El parte de eso que llama el camino al infierno para hablar de una de las etapas más duras del existir del ser humano: la infancia, ese momento en el que te ponen los apodos que te dejan marcado de por vida, se forja tu carácter y sucede todo aquello que te marca como persona. En este panorama, el escritor se define como un niño más, apestado, que se salvó escribiendo e inventándose juegos y conversaciones que siguen formando parte de su vida adulta.
Para él, ser niño es una cosa complicada, porque nadie te hace caso y te miman por
ser chiquito, sin saber tus necesidades sentimentales. En este
sentido, expresa que “tú no necesitas tener carencias para vivir
la infancia. De una u otra manera la sufrimos porque los problemas siempre son
más grandes que nosotros, porque todo mundo te los resuelve menos uno. Todo el
tiempo estamos con las manos amarradas y conocemos poco de la vida, somos
novatos que otros novatos reprimen de todas formas”. Sin embargo, en el
libro, él se resiste a entrar demasiado en su historia, pues quiere que esta
termine de fluir y darle sepultura, pues afirma que fue una etapa muy dura,
donde cometió muchos errores que nadie pudo corregirle.
Todos cuando
crecemos queremos olvidar lo que paso en la niñez, pues siempre hay un punto
duro, que ronda por ahí y que es difícil de superar. Por ello, Velasco dice que
la infancia es una etapa llena de fantasmas, donde se crean las vivencias más
profundas, pues todo se vive de manera particular en un pequeño y encerrado
mundo, en el que pocos te toman en cuenta y la mayoría se limita a referirse a
ti como un simple niño, que no sabe y no entiende nada.
El niño sin
nombre, que en mi caso se llama Mariana, de Este que ves es un personaje muy
valiente. Gracias a esto, la
novela se torna muy sentimental e íntima, pues va dirigida a nosotros como
lectores, con el fin de tocar heridas sensibles y devolverte a la infancia.
Velasco nos hace entrar en el cuerpecito que teníamos para aquel entonces y
acercarnos a la niñez, reviviendo cosas que, probablemente, querríamos haber
dejado en esos años.
En consecuencia, este libro es tal cual
como lo es la infancia: fugaz y corta. En ella, el mexicano habla del suplicio
del colegio, de estar rodeado de gente que no te quiere y de buscar refugio en
aquello que nos hace felices. Para él, la escritura fue la clave, pues esto lo
dotó de la paz y la seguridad necesaria para dejar de lado todo lo que lo hacía
infeliz. “Al
final, me di cuenta de que ese niño cobarde, increíblemente miedoso y tan malo
para la escuela que fui, me hizo la persona que soy, y llegué a la conclusión
de que ese niño cobardón me salvó”, añade.
Aunque no lo parezca, hacer esta reseña me
ha costado un montón porque tengo muchos sentimientos encontrados, pues en Este
que vez he encontrado materializadas emociones que me han acompañado toda la
vida. Por ello, siento que este libro está hecho a la medida para mí, ya que me
ha permitido ver pedazos de mi realidad desde una perspectiva distinta y saber
que no estoy sola, aunque a veces la vida se empeñe en demostrarme que sí. Como lo dijo el propio escritor, con Este que
ves “me enfrenté al niño que era,
y me di cuenta de que muchas veces de las cosas que más nos avergonzamos, son
las cosas de las que más deberíamos enorgullecernos. Me enfrenté al niño que
fui y volví a entender que la literatura se trata de pelear, únicamente de
pelear”.
Es increíble
porque Xavier (y sí, me
permito tutearlo) narra la
historia su infancia y cómo lo que ocurrió allí lo hace ser quien es hoy por
hoy. Para él, la escritura fue una escapatoria, que le sirvió para aliviar todo
el sufrimiento por el que pasó cuando era un pequeño ser solitario, bllueado,
tímido, lleno de problemas, distinto al resto y un largo etcétera. Sin embargo,
es gracias a esto que hoy en día sabe – sé – quién es y hacía donde va, porque
reconocerse es eso, saber que todo lo que somos y hemos sido está ahí y hay que
aprender a vivir con ello. Y ese es el truco.
En definitiva, un libro maravilloso, que
me ha encantado y que les recomiendo muchísimo, porque en él, Velasco hace un
alegato al niño que fue y, al hacerlo, crea un espacio para que tú y yo nos
veamos en su retrato. En fin, espero que lo lean, porque revisarse y ver cómo
hemos progresado es necesario y Este que ves es un espacio para
auto-reconocerse.
No me llama mucho porque no me quedó bien claro de qué trata y la evolución de la novela pero gracias por la reseña. Besos!
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