Las deudas del cuerpo, Elena Ferrante.


Viva Ferrante.

¿Quién es Elena Ferrante? He ahí la cuestión, nadie sabe quien se esconde bajo este seudónimo, que se ha convertido en la escritora italiana más vendida de este siglo y el gran enigma de las letras contemporáneas mundiales,  a lo que ella responde que escribir sabiendo que no se debe aparecer genera un espacio de libertad creativa absoluta”, creando una tetralogía con una trama clásica, llena de progresiones argumentales y cambios entre los personajes y sus relaciones bastante sencillas, aunque llenas de asperezas y tensiones irresueltas, sin fines tranquilizadores ni mensajes de superación personal (gracias Yisus).

En esta ocasión, vuelve con Las deudas del cuerpo, la tercera entrega de la tetralogía napolitana que estoy por terminar.  De nuevo, Ferrante nos cautiva con la amistad entre Lenú y Lila, las eternas protagonistas de la saga dos amigas. Mientras que en La amiga estupenda, la primera parte, conocimos a unas niñas que empezaron a soñar y a salir del barrio de Nápoles en el que vivían, que continuaron su historia en Un mal nombre, ya como jóvenes, donde descubrieron el amor y cada una definió su camino, que sigue una particular cuerda floja en este tercer tomo, donde se nos presenta a Lenú convertida en escritora, a punto de casarse con Pietro Aitora e irse a vivir a Florencia, mientras que Lila, ya madre, sobrevive con su trabajo en la fábrica de embutidos y convive con Enzo Scanno. Ferrante, de nuevo, intercambia los roles, pues aunque al principio de Un mal nombre Lila encarnaba la apariencia del éxito en pleno, ahora es Lenú, o mejor dicho Elena, quien regresa triunfante de la universidad y logra emparejarse con una familia influyente. No obstante, no descarta la idea de ayudar a Lila en una forma de devolverle todo el cariño y la generosidad demostrada cuando la ayudó a comenzar sus estudios.


La misteriosa escritora no pretende develar su identidad, pero continúa la espléndida historia de estas dos mujeres con una prosa abrumadora, llena de honestidad, con una agilidad narrativa que nos mantiene a todos sin respirar mientras que la historia avanza. Logra explorar los entresijos no solo de la amistad, sino también de lo que significa ser mujer en el siglo XX, donde las transformaciones profundamente socioculturales cuestionan los valores de la sociedad donde se ha desarrollado, con respecto al amor, la feminidad, la maternidad y el sexo, comenzando sobre los años 40 y avanzando hasta los 60, donde se sitúa este libro, que pone sobre la mesa ese conflicto de luchas sociales que ya venía trabajando en las dos entregas anteriores.

El rol de Elena cambia. Pasa de ser la hija del conserje a una exitosa escritora casada con el hijo de un gran profesor, cumpliendo su sueño de irse del barrio. Sin embargo, la escritora no deja de mencionar que, para ascender de clase, no basta solo con estudiar, casarse o tener dinero, pues ella a veces no encaja con su nueva familia, se avergüenza de su pasado y se da cuenta de que el matrimonio no garantiza la satisfacción. Lila, por su parte, lleva una vida precaria, pero mantiene activa su inteligencia, sin resignarse a pesar de pasar su vida en la fábrica,  construyendo el futuro de su hijo. La autora hace que nos cuestionemos el significado de ascender de clase, y es que ¿realmente eso existe? ¿se deja atrás lo que se fue? Parece que no, pues a pesar de que su sueño siempre fue abandonar el barrio, con el tiempo se da cuenta de que el pasado, aunque se deja atrás, no se borra.

Lenú y Lila formaban parte de una misma clase social que parecía unir lo que ahora está distante. Lila experimenta la convulsión desde dentro, como trabajadora agotada por las malas condiciones, quedando arruinada gracias al apellido del padre de su hijo, que ahora forma parte de su angustia, mientras que Lenú acude a reuniones donde se discuten los derechos del proletariado, haciendo que Ferrante narre no sólo una lucha entre pobres de buen corazón y ricos sin escrúpulos, sino que pone en relieve a todas las caras del conflicto, con el uso de la violencia y la hipocresía global.

Ferrante no deja nada por fuera y no tiene ni un solo tabú a la hora de hablar, se caracteriza por detallar todo aquello que atormenta a las chicas, con una transparencia que le da una veracidad increíble al texto, que hace que el lector se implique y crea del todo el hecho narrado.  Además, aquí Elena Ferrante introduce un tema nuevo, la desprotección de las madres  solteras, pues Lila, tras abandonar a su marido, trabaja en la fábrica sin ninguna facilidad para criar a su pequeño, sin ninguna opción de prosperar, viendo a una mujer tan fuerte como ella sumamente derrotada, con un espíritu indomable, a diferencia de Lenú, que parece alejarla de todo lo que se le acerca, haciendo un panorama general de la soledad con la que la mujer ( o por lo menos una buena parte de ellas) se enfrenta a la maternidad, dejando de lado la idea medieval que estipula que dar al mundo todos los niños posibles es la única manera de sentirse realizada como mujer.

Por su parte, Lenú, aunque no se casa con un maltratador como Lila, está al lado de un hombre inseguro, que la evade y que teme que su mujer destaque más que él., mostrando otro panorama del machismo actual, ese miedo a ser superado por una mujer, que lleva a Lenú a sentirse muy aislada de su entorno, como todas aquellas de las que rehúsa ser, por lo que se adapta a todo, dejando de lado cualquier cosa que le impida el “éxito” que tanto persigue. Esa Lenú adulta repite los pasos de su amiga, escenificando la decepción al descubrir la realidad tan distinta a la imaginación, poniendo el entredicho al matrimonio como estado definitivo de las cosas, que determina la posibilidad de conocer a alguien más.

Además, la autora hace hincapié en la falsedad de la creencia de que el nacimiento de los hijos es el mejor momento de una pareja, pues muestra cómo el bebé altera la vida rutinaria  establecida, y los sacrificios que conlleva, llegando a afirmar que la vida de alguien más “te convierte en prisionera, te lleva de la traílla y ya no vuelves a ser dueña de ti misma”.

En este orden de ideas, Ferrante cuestiona los estereotipos con respecto a la experiencia femenina del sexo. La novela “sucia” de Lenú es el primer paso para la salida de una serie de confesiones de las chicas del barrio, pues todas sabe, todas coinciden, pero ninguna se atreve a hablar hasta que descubre que la otra también lo sabe, poniendo en su boca temas como la falta de placer, los abusos, la inseguridad, así como también el deseo femenino, donde la mujer no tiene porqué ser la parte pasiva, dándoles una voz que describe los encuentros íntimos con realismo, exponiendo a una sociedad hipersexualizada de manera masculina, dándole una faceta distinta al sexo.

E incluso, el mismo tema del sexo se va a un lado, pues la representación del cuerpo femenino también abarca otros aspectos. Ferrante ha hablado del cuerpo femenino, de cómo nos sentimos y percibimos entre nosotras, pues mientras Lila fue el ideal de belleza, Lenú es bonita a su manera, que escapa del estándar, con la que se acompleja hasta que consigue arreglarse, gracias al dinero, a la moda. Para ellas la satisfacción no es absoluta, pues sienten la presión de que deben ser bonitas, elegantes, buenas madres, esposas y profesionales, que incluso las lleva a competir entre ellas.

Lenú huye y Lila se queda, sin embargo, ambas viven marcadas por la influencia  del pasado que compartieron juntas, que dotó a sus vidas de intensidad. Incluso a pesar del paso del tiempo, de la distancia que les permite mentir y ocultar a discreción, aunque también imaginar, siguen unidas esas dos almas gemelas en las que yace el verdadero sentido de la amistad, ya que Lenú se da cuenta de que ha pasado su vida condicionado por Lila y adaptándose a lo que los demás esperaban de ella, quedando anulada su personalidad.

En definitiva, la penúltima entrega de una saga extraordinaria, donde la autora cuenta, con una prosa ágil, lo que observa y lo que reflexiona sobre ello, dejando un feliz que vaticina algo que “está en marcha (..) que destruirá por completo el antiguo modo de vivir y yo formo parte de esta destrucción”. Ahí lo digo, ahí lo dejo.


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