El Evangelio según Jesucristo, José Saramago.


Para nadie es un secreto lo mucho que me gusta Saramago y lo en contra que estoy de varios puntos de la Biblia y la iglesia católica (aunque sí creo en Dios), así que cuando mi querida amiga Ángela me prestó El Evangelio según Jesucristo, no pude estar más contenta. Después de ver el punto de vista sobre estos temas de Saramago en Caín, supe que debía hacerme con este libro.


Leer a Saramago es una experiencia única y más aún si está argumentando elementos en contra de la historia bíblica. Hacerse con él es entrar en un proceso crítico, divino, complejo que, en lo particular, me encanta, ya que en esta entrega, hace una reescritura de la Biblia, desde un punto de vista distinto, hablando en primera persona. Sin embargo, él nunca pone en duda la existencia de Dios, pues solo se limita a mostrar una historia más real de lo que para él fue el peregrinaje de Cristo por la tierra, mostrando sus pros y contra. Cabe destacar que yo creo fervientemente en Dios y no me he sentido ofendida nunca leyendo este libro. 



El escritor inicia este libro analizando una imagen donde se plasma el momento más clave de toda la Biblia: la crucifixión de Jesucristo, describiéndonos toda la escena y dejando claro que si Lucas pudo interpretar y contarnos la historia del hijo de Dios, él (y cualquiera) también puede dar su versión y analizarla según parámetros.






Saramago pone a Jesucristo a hablar y este cuenta, entre muchas otras cosas, que su padre terrenal, José, el carpintero, murió en la ciudad de Séforis, crucificado, a los treinta y tres años. Luego de su muerte, él hereda la culpa de su padre en forma de sueños, que le van revelando la historia de su pueblo y la razón de su vida.  En su adolescencia, él huye de su hogar y experimenta un extraño encuentro con el Diablo, quien tras haberlo instruido, lo echa un día alegando que no ha aprendido nada. Es ahí cuando María Magdalena reemplaza a la figura de la otra María, su madre, que va perdiendo el protagonismo a medida que él avanza hacia su cruel final. 


Asimismo, habla Judas Iscariote y lo convierte en un eje central, sin el que él (Jesús) no hubiera podido cumplir la voluntad de Dios. Sin embargo, luego de desafortunados sucesos, Judas provoca la condena y crucifixión de su hermano y decide ahorcarse en una higuera, desatándose de la culpa que el Todopoderoso no pudo aliviarle. 



Saramago se rige por la idea de que los Dioses son hombres y, a partir de allí, denuncia los múltiples abusos cometidos a lo largo de la historia en nombre de Dios, gracias a que este es un antídoto contra la culpa y el pecado.  En consecuencia, esta novela es la consagración del Humanismo Laico hecha por el tratamiento que el portugués hace de la voz de Jesús como el narrador de su historia, mostrándolo en una escala de grises, describiendo sus molestias con su Padre, quien se niega a hacer su voluntad por creerla vana, lo que lo convierte en un títere más.




Aquí, Dios no es amor, sino un monstruo sanguinario y cruel que todo lo ordena, manipula y controla: nada pasa sin que él lo permita. Jesús tiene el don de favorecer a los pobres, de curar a los desahuciados, de revivir a los muertos, de desaparecer las tempestades, de alimentar a una multitud a partir de seis panes y seis pescados, de exorcizar un hombre habitado por mil demonios y de una infinidad de hazañas más solo porque él se lo ha dado, ya que no depende de él sino del escrutinio del ojo omnisciente de Dios, que le permite ejercerlo para bien o para mal según lo que crea necesario. 



En esta versión de Jesús, este está lleno de contradicciones humanas, así como Dios, pues Saramago se ajusta al principio de que somos hechos a su imagen y semejanza. En esta oportunidad, Cristo no es tan listo como se nos presenta en la Biblia, ni tampoco tan noble, es un resentido incorregible que nunca perdona ni vuelve a querer a su madre y sus hermanos, luego de que estos pusieran en duda que él había visto a Dios. También es egoísta, los abandona en su miseria y no los ayuda a salir de la pobreza, lo que lo despega de ese cánon bíblico, donde es el único primogénito, abnegado además, que se entrega a sus padres.  De igual forma, vive en una especie de concubinato con María de Magdala, una legendaria prostituta de Israel, con quien mantiene relaciones sexuales abiertamente, cosa que la Biblia deja pasar.

Me gustaría destacar el episodio donde Jesús se encuentra con Dios en el medio del mar, rodeado de niebla, que es equivalente a los 40 días en el desierto de la Bibia. En esta descripción de Saramago, Cristo intenta oponerse a los planes de su Padre, negándose a las exigencias que, por desgracia, termina cumpliendo, ya que, como bien narra el escritor, "todo cuanto la ley de Dios quiera es obligatorio, las excepciones también", convirtiéndose en su títere. 



Sin embargo, mi escena favorita sigue siendo el momento en el que, según Dios, adelanta su crucifixión de su hijo, con tal de evitar cientos de torturas y muertes. Luego de eso, delante de los doce apóstoles, Jesús planea que sea Judas quien simule que lo traiciona y vaya al pueblo alegando que el hombre que se llama Rey de los Judíos es un fariseo, que quiere derribar a Herodes y expulsar a los romanos de Israel. En ese momento, se ve la realidad de Saramago al hablar de estas figuras bíblicas, mostrándolas como capaces de todo para lograr su cometido. 



Las intervenciones entre Dios y el Diablo también son muy interesantes. El futuro que le espera la humanidad si Dios no consigue lo que quiere es completamente terrorífico y  es ahí donde Lucifer interviene, ofreciendo un pacto, ya que él también quiere que el poder de Dios se amplíe, para que, a su vez, el suyo también lo haga. Sin embargo, la perspectiva que presenta el Todopoderoso es tan horrible que el mismo Satanás se siente asustado, tanto que le pide que lo perdone, que lo acepte en el cielo sin que nadie muera, le ofrece su obediencia, tal y como era cuando formaba parte de los ángeles predilectos (Luzbel, el que lleva la luz) y le dice: "De esta manera se acabará el Mal sobre la Tierra, Jesús no tendrá que morir y el reino de Dios será el mundo entero, el universo. El Bien gobernará y Lucifer le promete ser el más fiel de todos sus ángeles. Todo volverá a ser como debería haber sido siempre", a lo que Dios responde: No te acepto, no te perdono. Te quiero como eres y, de ser posible, todavía peor de lo que eres ahora. Porque este Bien, que soy yo, no existiría sin ese Mal, que tú eres. Si tú acabas, yo acabo. Si el Diablo no vive como Diablo, Dios no vive como Dios. La muerte de uno sería la muerte del otro".


A través del origen bíblico, Saramago nos relata que el bien necesita del mal y que, por más que intenten negar en las sagradas escrituras el poder del Diablo, el mismo Dios necesita de él, pues ambos coexisten, se necesitan, se aguardan y dependen el uno del otro. Son como el principio del Ying y el Yang, ya que entre los dos debe haber un equilibrio inquebrantable. Una reflexión terrible, sin duda espeluznante, pero cierta.




Saramago en ningún momento niega la existencia de todos estos personajes como seres superiores, sino que se pregunta y lleva al lector a cuestionarse: ¿quién?, ¿cómo?, ¿por qué? ¿hay otras alternativas?, ¿sólo hay una perspectiva de la historia? Concluyendo que nada es lo que parece y que la tradición transmitida durante años y años quizá necesite una revisión.


En definitiva, El evangelio según Jesucristo es un libro en el que Saramago deja sobre la mesa sus respuestas a preguntas que se han hecho a lo largo de los siglos, mostrando sus conclusiones e incitándonos a llegar a unas propias. Cada quien tiene diferentes puntos de vista, pero los invito a disfrutar de un libro como este, pues creas o no en Dios, es una experiencia única, que hace falta leer.  

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