El beso, Kathryn Harrison.


Viva Anagrama. Nunca me cansaré de decirlo.

El incesto es un tema muy complicado que un sinfín de autores han intentado tratar. Desde hermanos hasta primos, ha sido un tema recurrente en la literatura desde sus inicios. Sin embargo, en este panorama, El beso, de Harrison destaca, pues ella narra su propia experiencia al haberse acostado con su padre. 


Ella cuenta sus memorias, haciendo énfasis en este episodio de su vida. En sí, debo admitir que es una obra repulsiva, pero no por eso puedo quitarle mérito. La estadounidense aborda la complejidad del tema con dignidad y sin culpa, de manera sencilla, admitiendo que este fue un largo y difícil capítulo de su vida, que su padre denominó “hacer el amor” y que, para ella, rompió el corazón de Dios en mil pedazos. 


Harrison comienza explicando que cuando su padre y su madre se casaron eran muy jóvenes, no llegaban ni a los 20 años. Al poco tiempo se divorciaron, cuando ella solo tenía 6 meses, y se quedó con su madre, quien la ignoró completamente, lo que hizo que la escritora se fijara un solo propósito: ganarse el amor y la atención de su mamá, cargando a cuestas el fantasma de su padre desconocido. Gracias a esto, se crió entre traumas y carencias, por ello, al reencontrase con su padre cuando tenía 20 años y él 39, la locura se apoderó de ella, luego de que este la besó.

Cualquier persona que hubiera entendido lo que pasó habría quedado en un estado igual de traumático al que yo quedé. Mi reacción a ese beso durante días fue repetirme: ‘Eso no ocurrió, no es verdad que ese beso ocurrió’. No fui capaz de manejar la idea conscientemente. Sabía que estaba mal pero simplemente no entendía nada”, alega la autora. Dice que después del beso, empezó a sentir más cerca a su padre, pero también a su madre:  “A través de mi padre he empezado a entrar en mi madre”, agrega, a la par que argumenta cómo su madre le contaba que ningún hombre la había vuelto a complacer sexualmente como su padre, lo que aumenta la culpa, ya que Harrison añade que ella era “inocente de cómo mi padre y yo vamos a utilizarla”.


En los años siguientes no seré capaz de recordar siquiera un instante en que estemos tendidos el uno junto al otro (....) tendré un recuerdo fragmentario, vago. Sabré que él estaba siempre encima y yo siempre yacía inmóvil como si hubiera caído desde una gran altura. Recordaré (…) que él siempre lleva los calcetines puestos y yo todo lo que puedo. Recordaré hasta el menor detalle de él (…) Pero no podré recordar qué sentía”, reza uno de los capítulos del libro, que ha sido tildado de vergonzoso y repugnante, pero poderoso por su capacidad de perturbar a quien lo lee.  “Estoy sobrecogido, impresionado por la valentía de esta obra. Y por el arte, especialmente por el arte. Porque sólo un escritor de extraordinario talento podría traer tanta luz a un asunto tan oscuro. Nunca olvidaré este libro”, dice un especialista, y lo comparto.

La escritora  narra su culpa y el infierno que vivió tras vivir todo esto. A modo de exorcismo, la escritura es su medio para sanar el dolor. Además, aprovecha para culpar a su madre por todo el año que le hizo. Por todo esto,  Kathryn como escritora y como personaje es sumamente compleja.  Es lista, pero evita serlo, es guapa, pero se autodestruye con la bulimia. Podría seguir su vida, pero se hunde en el pozo, siempre con el recuerdo de su infancia, que es la base de su infelicidad, pues entre la frialdad de su madre, la ausencia del padre y el carácter posesivo de su abuela, llega a actuar como no se debe y con quien no debe, buscando rellenar sus vacíos.
  

Me sorprende mucho que la mayoría de las reseñas se centren el lo malvado que era el padre y en su egoísmo, cosa que no niego, pero ¿y la madre? Por un momento dejemos de lado el tema del incesto y vayamos a la  madre. La indiferencia también mata ¿o es que acaso toda su falta de amor no la llevó a eso? En el libro, la autora afirma que lo que hizo fue una manera de vengarse de todo eso que su mamá le hizo, pues no le permitió que nadie la quisiera, la alejó de todo el mundo, le privó de todo lo que pudo y en ese acto sexual con su padre, que no está justificado, ella vio la salida para escapar del recuerdo de su madre en su infancia y yo la entienda, que tu propia madre te cause el trauma de vivir ignorada por ella no es nada fácil, más aun cuando solo aparece para molestar. Por ello, en la escritora este ser causa un remolino de ausencias, negaciones y odio, partiendo de la base que  no sentía ni el más mínimo ápice de cariño hacia ella, lo que la llevó a ver en su padre todo el amor que le negó.
En definitiva, un libro corto pero perturbador, que está maravillosamente relatado. ¿Que si me ha gustado? Sí ¿me ha perturbado? También. He leído muchísimas cosas tristes y oscuras, pero nada había sido como esto. Sin duda alguna, El beso pasa a la historia como el libro más doloroso que he leído. En parte por el incesto,  pero sobre todo por las razones que llevaron a la autora a cometerlo y por su tormentosa madre, culpable rotunda de todo el hecho. En el fondo, todos somos un poco Kathryn Harrison. Una novela que muestra a una persona destruida en su totalidad, que se topó con alguien cuya responsabilidad era no dañarla y que convirtió su vida en un infierno, que hoy podemos disfrutar en forma de libro. 

3 comentarios:

  1. Si te soy sincera creo que esta obra jamás la voy a leer. Me has dejado más que traumada. He leído libros de incesto y aunque puede reinar la culpa creo que otra es por medio de venganza. No sé creo que este libro me iba a enfadar bastante.
    Supongo que así es la vida real.
    Un saludo

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  2. Anais Nim tiene su propia historia de incesto con su padre, tambien es una escritora muy buena. Las historias de este tipo siempre estan ocultas, pero son mas frecuentes de lo que pensamos.

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