El beso de la mujer araña, Manuel Puig.



Me encantan los musicales y hace un tiempo, en el teatro de Chacao, se presentó El beso de la mujer araña, pero yo no pude ir.  Investigando en Internet, me topé con que este se basa en un libro que solo cuenta con diálogos. Me propuse leerlo y el libro me encantó. Además, Manuel Puig fue un autor trascendental para sentar las bases de una “mirada camp específiamente gay”, siendo así un autor canónico, gracias a sus valoraciones emocionales de la cultura y sus reflexiones irónicas, hechas a través de esta metodología. 

Esta novela consta de dos partes y 16 capítulos en los que no hay ningún narrador, todo queda dicho mediante diálogos. Nuestro protagonista, un homosexual de 37 años, está preso y se le acusa de corrupción de menores. En su celda, lo acompaña un activista político de 26 años, juzgado por subversión durante la dictadura militar que reina en Argentina. El primero, llamado Molina, le cuenta a Valentín, el segundo, las tramas de las película que ha visto, llenas de mujeres que entregan su corazón al hombre equivocado. La confrontación entre ambos personajes da lugar a una profunda transformación interior, haciendo de esta una novela clave en la literatura latinoamericana moderna, pues ambos presos, en su lucha contra la soledad y el constante miedo a la tortura, rememoran su pasado, piensan en su futuro y se mantienen en pie compartiendo secretos e intimidades, mediante episodios cargados de cine, sufrimiento y crueldad. 

Puig construye esta novela partiendo de un registro coloquial, apegado a la realidad, pues utiliza palabras propias de la cárcel, tomando como base una prosa muy cercana a la realidad. A través de ella, el autor realiza un complejo montaje de discursos, entrelazando diálogos, películas, monólogos, informes policiales y notas a pie de página sobre la homosexualidad, que se van contradiciendo a medida que avanza la novela.

Y es que, sin duda, el discurso es la parte más importante de la novela, pues se crea a partir de las sobras de un montón de registros, particularidades de la cultura pop y elementos propios de latino américa, que crean una obra anti - literaria, que se vale de una "literatura menor" para construir su novela, donde el séptimo arte es la pieza clave para su constitución, ya que le da explicación a todos los cabos sueltos, pues dentro de las películas se encapsula la verdadera esencia de la relación entre ambos presos. Esto marca un vínculo entre ambos para siempre, que se alza a través de 8 películas.

La mujer pantera es la primera película. Esta cuenta la historia de la joven refugiada Irena, que viaja a Nueva York huyendo de la guerra. Sin embargo, ella trae consigo una maldición que proviene de sus orígenes, que Molina supone que se encuentran en Transilvania, la tierra de Drácula, ya que existe una leyenda que estipula que la raza de las mujeres 

 supone que cuenta la historia de la joven refugiada Irena, que viaja a Nueva York huyendo de la guerra, ella trae consigo una maldición que viene de sus tierras, que Molina dice que es Transilvania, la tierra de Drácula, cuya leyenda reza que la raza de las mujeres pantera aún existe y que si un hombre las besa (beso – título, primera referencia) se transforman en un animal salvaje. Irena presenta una doble identidad: la chica frígida y la animalidad sexual que hay en la pantera, que al verla en el zoológico, cae en un estado hipnótico, cuya mirada le transmite drama y placer. Ésta transformación involuntaria de Irena, le da a Valentín la sensación de identificarse con el psiquiatra y rememora el recuerdo de su primer amor, Marta, una chica revolucionaria con extacto burgués, igual que él mismo.

La siguiente película es Destino, un film pronazi protagonizado por Leni, que se enamora de un oficial alemán que traiciona, al igual que a ella misma y a su patria, como bien la define Molina “es como una diosa, y al mismo tiempo, una mujer fragilísima que tiembla de miedo”, muy similar a Irena, pero ésta, Leni, termina totalmente contaminada por el racismo nacional socialista. La narración de esta película le produce a Valentín una “inmundicia nazi”, pero a Molina sólo le interesa la historia de amor entre la francesa y el traicionado alemán, y recuerda a Gabriel, el mozo de restaurant del que está enamorado y cuyos ojos verdosos lo traicionan porque en la mirada lo dice todo. Leni representa ese tópico del amor funesto, que se enmarca en la “tramoya folletinesca de la isla tropical y las orquídeas”, un símbolo muy exótico y sexual.

La siguiente película narrada es la del playboy que quiso estudiar Ciencias Políticas en París, mientras que su padre lo aleja de esto regalándole un auto de carreras. El padre es raptado por un grupo de guerrilleros y en el recate, termina muerto por una bala que iba dirigida a su hijo. Paradójicamente, esta historia reproduce algunos de los rasgos de la vida de Valentín, pero donde más se patentizan sus conflictos es en la pesadilla que él tiene en ese fluir de conciencia. En su pesadilla, a diferencia que en el relato, el protagonista y su madre mueren e incorpora a una muchacha campesina enamorada de dicho joven; por más insignificante que parezcan, ambas modificaciones reflejan sus conflictos más hondos: relaciones difíciles y ambivalentes con su madre y el problema de las dos mujeres que han marcad su vida, Marta la mujer que quiere e Inés, la proletaria y actual compañera a quien no quiere y utiliza. Su pesadilla, explícita mediante obsesivas repeticiones, mantiene los roles sexuales y sociales muy marcados y constituye, además, uno de los rasgos más claros de la “molinización”, al mejor estilo quijotezco, de Valentín: el ideologizado preso político empieza a desbarrancarse por los lados de la imaginación.

La quinta película se llama La vuelta de la mujer zombie, que muestra la carencia de voluntad en la protagonista y en los trabajadores muertos y vivos dentro del vudú y la explotación. La trama hipnótica que anula la voluntad es un recurrente en todos los relatos y en los personajes femeninos: Irena, Leni, la ex esposa rubia y la chica morena, y funciona como un “gatillante” dentro de la progresiva enajenación de Molina y Valentín en sus fluidos de conciencia. El primero se aleja cada vez más de la realidad y Valentín se “moliniza”, apartándose de su estructura cartesiana y creando la violenta historia del cráneo de vidrio. Con ésta película, Puig le da una pincelada a la situación cubana, los cambios se vuelven significativos a la luz de éste film al que traiciona notablemente: la isla se presenta como el paraíso de la explotación, donde los trabajadores se convierten en zombies en medio de una plantación de bananales. El film narrado por Molina ubicaba los hechos dentro de una plantación de cañaverales, que en otra ocasión reemplazó por bananales. Para muchos, con éste detalle, Puig esquiva el sentido único, que considera un error. La película La vuelta de la mujer zombie se relata ya hacia el final de la novela, donde Molina ya ha tejido sus redes, seduciendo e hipnotizando a Valentín, tal como en las películas, y cayendo en un estado depresivo, debido a la traición hecha hacia él, que se oculta dentro del miedo de no salir de la cárcel. Aquí, Molina se “Valentiniza” y genera una nueva construcción de identidad entre ellos dos, que se evidencia en éste precioso diálogo:

“ME pareció que no estaba... que estabas vos sólo.
O que o no era yo... Que ahora yo.. era vos”.

Ya para la siguiente película, una de las últimas, cuyo nombre no recuerdo, Molina se encamina hacia esa transformación que va de la traición a la redención final:su muerte heroica. Ésta película parte con una fiesta de disfraces y sus protagonistas enmascaran sus identidades. La historia de amor se desarrolla a partir de éste hecho, la mujer, que ha sido una gran actriz, está dentro de su apartamento, obligada por el celoso marido millonario que no la deja realizarse. El joven reportero es, también, un compositor de boleros y anuncia las coordenadas del amor funesto y su propia muerte en sus canciones, enmarcándolo en la frase que reza “flores negras del destino nos apartan sin piedad”.

Y así como la mujer lo da todo por amor; Molina se centra en la protección de Valentín, mintiendole al dirctor de la cárcel, quien a su vez lo engaña concediéndole la libertad condicional con el propósito de comunicarse con el grupo de Valentín. El beso sella el pacto de honor y, como parte del tejido enrevesado de la construcción del abismo, tiene varios caminos; no sólo es el beso de amor, que también, sino que es un beso transformador de manera positiva y negativa, es, a fin de cuentas, el beso de la mujer araña, que seduce y mata.

Molina sabe que morirá, prepara su muerte, y está relacionado con el tópico del cine de la muerte, pero él lo hace como heroína, no como héroe. El fluir de la conciencia en la última película, donde vemos a un Valentín drogado por la morfina,libera el inconsciente, pero también lo caotiza. Es una especie de diálogo entre él y Marta, su amor, que a ratos interviene la figura de Molina y constituye una condensación de todas las películas y situaciones previas y es la última etapa de su progresiva molinización.

Un total de 8 películas, así como 8 patas tiene la araña, que concluye y se basa en lo que Valentín le dice a Molina: vos sos la mujer araña, que atrapa a los hombres en su tela; y que viene a ser la novela: el beso en su totalidad. Valentín, desaparece al finalizar la “materia novelada”. En su corriente onírica, acepta el amor, en su sueño corto... pero feliz;el beso que comparten los dos amigos que se dan por última vez: el beso final, la muerte.

El montaje permite el despliegue del juego de las máscaras e imprime una dualidad en todo el aparato discursivo. La identidad sexual y social de hombres y mujeres se relativiza y es presentada en distintos ángulos. Se crean figuras femeninas redundantes como la mujjer araña, pantera, zombie o madre, pasivas y degradadas en su sexualidad. Molina asume el rol imaginario femenino al contar las películas oralmente y, por ende, represena los estereotipos de la cultura de masas. Las figuras masculinas están atrapadas en la rigidez del rol patriarcal del hombre; Valentín, el alemán, el aviador, el pianista, condenados siempre a papeles duros, pero también a hombres engañados o embrujados por las mujeres. Tanto en Molina como en Valentín, ambos encerrados y representantes de sus roles, transforman sus identidades en el espacio de la cárcel y desarrollando una doble relación vincular. El torturador es torturado, la víctima pasa a ser victimario. La realidad, el sueño, la vida, la muerte, la libertad, el encierro, el amor, el odio... pares enmascarados, relativizados. Toda la novela es una reflexión sobre los roles, ambos oprimidos, presos en el sentido más simbólico y literal de la palabra, de sus roles e inclusive, en algún momento logran huir de los personajes que se han impuesto. Molina queda como la heroína que romántica que elige una muerte bella, el sacrificio por el hombre amado.

En definitiva, una novela compleja, que me encanta y a la que se le puede sacar mucho jugo. Dos personajes presos dentro de ellos mismos y bajo una verdadera celda sumamente complejos, reales y crudos que son, sin duda, el punto más fuerte dentro de la novela. Un libro que, además, tiene un contexto social interesante y que no pueden dejar de leer porque aunque lo parezca, no es una historia sencilla.

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