Pantaleón y las visitadoras, Mario Vargas Llosa.


Vivan esos libros que nos recomiendan nuestros amigos.

Este año me propuse leer todos los libros que Vargas Llosa tiene publicados. Hoy toca Pantaleón y las visitadoras, una recomendación que recibí hace poco y que, para variar, me ha encantado.

Ya en La ciudad y los perros, Vargas  Llosa había tocado el tema militar. En el caso de esta novela, lo retoma;  nos presenta a Pantaleón Pantoja, un oficial recién ascendido, que gracias a su buena moral es asignado a la tarea de encontrar un grupo de mujeres para saciar las necesidades de los soldados que habitan en la Amazonía Peruana.

El autor parte de este hecho real para burlarse de la falsa moral que rodea a la jerarquía militar, pues Pantoja termina cayendo en todo eso que siempre detestó, realizando una crítica al sistema político, social y cultural del Perú del momento. Vargas Llosa se ríe de ese mundo gobernado por las apariencias y llena de un humor jocoso (nunca antes visto en su narrativa, por cierto) a toda su crítica, que pone en el paredón a todos los organismos infectados por el poder desmedido y la corrupción.

La prosa es directa, utiliza un humor popular, insolente y sumamente irónico, que nos mantiene en una carcajada constante al mismo tiempo en que reflexionamos sobre el entorno que rodea al hombre. De nuevo, toma el tema militar y muestra a organizaciones autoritarias, deshumanizadas y gobernadas por los falsos valores, dominado por la dureza, el servilismo y la violencia, en contraposición con el mundo de afuera, el espacio civil, donde reina la aparente libertad, abordado con una sátira ligera, profunda, que muestra a ese gran monstruo que habita en el laberinto del mundo castrense.

Pantaleón es un personaje divino y complejo. Representa a toda esa clase de soldados que tienen que obedecer, así les toque organizar un servicio de visitadoras para los soldados de la zona, subrayando la hipocresía de las instituciones que se llaman ejemplares en relación con el oficio más viejo del mundo, y que debe permanecer en silencio, clandestino, nadie debe saber sobre ello, pues corre el riesgo de perder la imagen que ahora recae sobre él, que sirve como “chivo expiatorio”, pues no se rebela, ni siquiera insiste en que se reconozcan sus éxitos a cargo del servicio y acepta su condición dependiente, resignándose a que sus superiores le asignen su lugar.

Me gusta la manera en la que el autor se burla de esto, poniéndolo en situaciones rídiculas y haciendo un chiste de ello, tomando como ejemplo la escena cuando lo plasma contando el tiempo que dura estando con su esposa y luego aplicando esto con las visitadoras, quedando evidenciado que todas sus acciones se rigen por su pensamiento castrense, sin reflexionar si esta empresa denigra los derechos del ser humano, inclusive de él mismo, aunque no sea capaz de darse cuenta gracias a su amor ciego hacia su institución y su patria.

Además, Vargas Llosa, así como en La ciudad y los perros,  coloca una contraposición entre lo fuerte y lo débil. Lo primero se encuentra representado por los altos militares como Collazos, Victoria y todos los que le siguen, mientras que lo segundo recae, de nuevo, sobre Pantaleón, que desde el inicio de su carrera militar se encarga de realizar una serie de labores domésticas y, sobretodo, es un alcahueta en la instalación del servicio de visitadoras, dando grandes rasgos aparentemente “femeninos”, pues además es un sentimentalista con las mujeres que trabajan en su servicio; no las explota ni las maltrata, sólo trata de dignificar su actividad, dejando de lado las actitudes típicas de un militar, siempre tran fríos e indiferentes.

Una escena que me ha gustado mucho es el entierro de la Brasileña, donde “triunfa” lo femenino frente al orden autoritario. Pantoja le dedica una digna ceremonia en nombre de la institución, pues para él ella fue una heroína que murió en servicio y no le importa las consecuencias que pueda acarrear este acto, pues sólo quiere rendir un último homenaje a la mujer que lo cautivó y que l entregó todo, y es allí cuando se descubre el servicio que tenían escondidos y él es enviado a Puno como castigo por su desobediencia, mostrando al lector la doble moral que gobierna dentro de ese mundo, intentando combatir el desorden de la sociedad, sin tomar en cuenta el caos en el que están envueltos.

La figura de las visitadoras es interesante, esa dependencia al abuso y la explotación por parte de lo dominante, colaborando al sumergirse en ese túnel de servilismo, asumiendo su condición de objeto que le impone el mundo gobernado por la corrupción, sin ánimos de dignificarse y buscar su libertad, vencidas por el conformismo y por haber nacido de antemano marcadas por la pobreza y la violencia, cuyo único medio para sobrevivir es la prostitución.

Así como en La ciudad y los perros, Vargas Llosa utiliza la figura del perro para denigrarlos, aquí hace lo mismo con las visitadoras, pues son conocidas por seudónimos que aluden a alguna parte de su cuerpo, algún hecho o característica que de alguna manera las define,  dándoles una pérdida de identidad como seres humanos, siendo vistas como objetos prostituibles que generan placer, encerradas bajo esos apodos, que esconden un mundo de frustraciones y tragedias, llevándolas hasta la muerte.

Desde el título, Vargas Llosa coloca en su novela a dos figuras que aluden a la derrota y el fracaso, Pantaleón y las visitadoras, ninguno de los dos principios puede cumplir sus anhelos y sueños, devorados por la injusticia social. El primero, siempre bajo los inescrúpulos de quienes tienen el poder, para sacarle provecho propio, pagando  por el delito de sus jefes, mientras que las visitadoras están eternamente maniatadas por la sociedad explotadora que las ve como una mercancía, perdiéndose, al igual que los primeros, en ese horizonte que es el sentido de existir.
También es interesante ver la relación que hay entre el mundo onírico y el real, siendo estos un “segundo orden” de irrealidad dentro de la ficción. La interpolación de sueños en la narrativa y las asociaciones con la mente del personaje construyen un contexto intratextual bastante complicado, que lleva al lector a funcionar como psicoanalista de lo que sucede, teniendo acceso directo a un segmento aparte de la realidad ficcional, ligada a emisoras de radio, recortes de prensa, documentos secretos, cartas íntimas y demás elementos agregados, construyendo una historia que, curiosamente, comienza y termina con la misma escena, que muestra al típico antihéroe marginado de la novela moderna, dando a entender que entre el sueño y la realidad, así como entre el arte y la sociedad, no hay límites precisos, permitiendo localizar al militarismo latinoamericana como el eje estructural central, que amenaza la integridad del individuo y parte del poder hegemónico y que suplanta a lo impuesto durante todo el proceso de colonización.

Vargas Llosa en Pantaleón y las visitadoras incursiona en el lenguaje sátiro y cargado de humor, pues no hay otra manera de narrar una historia tan insólita como esta, burlándose de todo lo socialmente correcto, mostrando la contraparte corrupta, podrida, infectada que nos asecha. El humor lo hace referirse a estos elementos como de menor importancia, revelando que son inaceptables, con rasgos denunciadores, negadores, que se transforman en burla y en sátira. Lo hace con un estilo incluso grotesco, sucio, utilizando distintas jergas que varían según el entorno, mezclando distintos tipos de narraciones, que van desde la epistolar hasta la dialogada, en conjunto con ciertos rasgos del argot periodístico y mucho del lenguaje coloquial, denunciando, mediante estos numerosos elementos, todo lo que subrayamos de la globalidad.

En definitiva, un libro brutal que no pueden dejar de leer y que recomiendo muchísimo porque es sumamente peculiar. Una obra espectacular, que merece ser leída y que le agradezco a quien me lo recomendó por hacerlo, porque sin duda es de esos libros que no olvidas jamás.

1 comentario:

  1. Hola Mariana, siempre un gusto el leer tus reseñas, antes de este libro le tenia un poco de miedo a Vargas Llosa pues es un autor de renombre y sinceramente el leerlo suponía para mi todo un reto -por cosas de cosas- pase unos días en casa de mis abuelos y buscando que leer me tope con este libro -lo bonito de las ediciones antiguas es que ni una sinopsis te colocan- por lo que vaya sorpresa la mía cuando "me di cuenta" de que iba la historia, no te voy a mentir es de los libros con los que mas me he reído en mi vida y no es precisamente comedia... el humor que maneja el autor es exquisito, ciertamente jocoso y un tanto mordaz -que no dista de ser negro y ácido- de esos que pueden llegar a incomodar... precisamente mi favorito. Lo disfrute de principio a fin y de reelerlo en un futuro no dudo... el como retrató esta realidad es digno de aplaudir y a todo lector que conozco se lo recomiendo porque vale mucho la pena. Besos y nos leemos pronto

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