Vivan esos libros que nos recomiendan
nuestros amigos.
Este año me propuse leer todos los libros que
Vargas Llosa tiene publicados. Hoy toca Pantaleón y las visitadoras, una
recomendación que recibí hace poco y que, para variar, me ha encantado.
Ya en La ciudad y los perros, Vargas Llosa había tocado el tema militar. En el
caso de esta novela, lo retoma; nos
presenta a Pantaleón Pantoja, un oficial recién ascendido, que gracias a su
buena moral es asignado a la tarea de encontrar un grupo de mujeres para saciar
las necesidades de los soldados que habitan en la Amazonía Peruana.
El autor parte de este hecho real para
burlarse de la falsa moral que rodea a la jerarquía militar, pues Pantoja
termina cayendo en todo eso que siempre detestó, realizando una crítica al
sistema político, social y cultural del Perú del momento. Vargas Llosa se ríe de
ese mundo gobernado por las apariencias y llena de un humor jocoso (nunca antes
visto en su narrativa, por cierto) a toda su crítica, que pone en el paredón a
todos los organismos infectados por el poder desmedido y la corrupción.
La prosa es directa, utiliza un humor
popular, insolente y sumamente irónico, que nos mantiene en una carcajada
constante al mismo tiempo en que reflexionamos sobre el entorno que rodea al
hombre. De nuevo, toma el tema militar y muestra a organizaciones autoritarias,
deshumanizadas y gobernadas por los falsos valores, dominado por la dureza, el
servilismo y la violencia, en contraposición con el mundo de afuera, el espacio
civil, donde reina la aparente libertad, abordado con una sátira ligera,
profunda, que muestra a ese gran monstruo que habita en el laberinto del mundo
castrense.
Pantaleón es un personaje divino y complejo.
Representa a toda esa clase de soldados que tienen que obedecer, así les toque
organizar un servicio de visitadoras para los soldados de la zona, subrayando
la hipocresía de las instituciones que se llaman ejemplares en relación con el
oficio más viejo del mundo, y que debe permanecer en silencio, clandestino,
nadie debe saber sobre ello, pues corre el riesgo de perder la imagen que ahora
recae sobre él, que sirve como “chivo expiatorio”, pues no se rebela, ni
siquiera insiste en que se reconozcan sus éxitos a cargo del servicio y acepta
su condición dependiente, resignándose a que sus superiores le asignen su
lugar.
Me gusta la manera en la que el autor se
burla de esto, poniéndolo en situaciones rídiculas y haciendo un chiste de
ello, tomando como ejemplo la escena cuando lo plasma contando el tiempo que dura estando con
su esposa y luego aplicando esto con las visitadoras, quedando evidenciado que
todas sus acciones se rigen por su pensamiento castrense, sin reflexionar si
esta empresa denigra los derechos del ser humano, inclusive de él mismo, aunque
no sea capaz de darse cuenta gracias a su amor ciego hacia su institución y su
patria.
Además, Vargas Llosa, así como en La ciudad y
los perros, coloca una contraposición
entre lo fuerte y lo débil. Lo primero se encuentra representado por los altos
militares como Collazos, Victoria y todos los que le siguen, mientras que lo
segundo recae, de nuevo, sobre Pantaleón, que desde el inicio de su carrera
militar se encarga de realizar una serie de labores domésticas y, sobretodo, es
un alcahueta en la instalación del servicio de visitadoras, dando grandes
rasgos aparentemente “femeninos”, pues además es un sentimentalista con las
mujeres que trabajan en su servicio; no las explota ni las maltrata, sólo trata
de dignificar su actividad, dejando de lado las actitudes típicas de un
militar, siempre tran fríos e indiferentes.
Una escena que me ha gustado mucho es el entierro
de la Brasileña, donde “triunfa” lo femenino frente al orden autoritario.
Pantoja le dedica una digna ceremonia en nombre de la institución, pues para él
ella fue una heroína que murió en servicio y no le importa las consecuencias
que pueda acarrear este acto, pues sólo quiere rendir un último homenaje a la
mujer que lo cautivó y que l entregó todo, y es allí cuando se descubre el
servicio que tenían escondidos y él es enviado a Puno como castigo por su
desobediencia, mostrando al lector la doble moral que gobierna dentro de ese
mundo, intentando combatir el desorden de la sociedad, sin tomar en cuenta el
caos en el que están envueltos.
La figura de las visitadoras es interesante,
esa dependencia al abuso y la explotación por parte de lo dominante,
colaborando al sumergirse en ese túnel de servilismo, asumiendo su condición de
objeto que le impone el mundo gobernado por la corrupción, sin ánimos de
dignificarse y buscar su libertad, vencidas por el conformismo y por haber
nacido de antemano marcadas por la pobreza y la violencia, cuyo único medio
para sobrevivir es la prostitución.
Así como en La ciudad y los perros, Vargas
Llosa utiliza la figura del perro para denigrarlos, aquí hace lo mismo con las
visitadoras, pues son conocidas por seudónimos que aluden a alguna parte de su
cuerpo, algún hecho o característica que de alguna manera las define, dándoles una pérdida de identidad como seres
humanos, siendo vistas como objetos prostituibles que generan placer,
encerradas bajo esos apodos, que esconden un mundo de frustraciones y tragedias,
llevándolas hasta la muerte.
Desde el título, Vargas Llosa coloca en su
novela a dos figuras que aluden a la derrota y el fracaso, Pantaleón y las
visitadoras, ninguno de los dos principios puede cumplir sus anhelos y sueños,
devorados por la injusticia social. El primero, siempre bajo los inescrúpulos
de quienes tienen el poder, para sacarle provecho propio, pagando por
el delito de sus jefes, mientras que las visitadoras están eternamente
maniatadas por la sociedad explotadora que las ve como una mercancía,
perdiéndose, al igual que los primeros, en ese horizonte que es el sentido de
existir.
También es interesante ver la relación que
hay entre el mundo onírico y el real, siendo estos un “segundo orden” de irrealidad
dentro de la ficción. La interpolación de sueños en la narrativa y las
asociaciones con la mente del personaje construyen un contexto intratextual
bastante complicado, que lleva al lector a funcionar como psicoanalista de lo
que sucede, teniendo acceso directo a un segmento aparte de la realidad
ficcional, ligada a emisoras de radio, recortes de prensa, documentos secretos,
cartas íntimas y demás elementos agregados, construyendo una historia que,
curiosamente, comienza y termina con la misma escena, que muestra al típico
antihéroe marginado de la novela moderna, dando a entender que entre el sueño y
la realidad, así como entre el arte y la sociedad, no hay límites precisos,
permitiendo localizar al militarismo latinoamericana como el eje estructural
central, que amenaza la integridad del individuo y parte del poder hegemónico y
que suplanta a lo impuesto durante todo el proceso de colonización.
Vargas Llosa en Pantaleón y las visitadoras
incursiona en el lenguaje sátiro y cargado de humor, pues no hay otra manera de
narrar una historia tan insólita como esta, burlándose de todo lo socialmente
correcto, mostrando la contraparte corrupta, podrida, infectada que nos asecha.
El humor lo hace referirse a estos elementos como de menor importancia,
revelando que son inaceptables, con rasgos denunciadores, negadores, que se
transforman en burla y en sátira. Lo hace con un estilo incluso grotesco,
sucio, utilizando distintas jergas que varían según el entorno, mezclando
distintos tipos de narraciones, que van desde la epistolar hasta la dialogada,
en conjunto con ciertos rasgos del argot periodístico y mucho del lenguaje
coloquial, denunciando, mediante estos numerosos elementos, todo lo que
subrayamos de la globalidad.
En definitiva, un libro brutal que no pueden
dejar de leer y que recomiendo muchísimo porque es sumamente peculiar. Una obra
espectacular, que merece ser leída y que le agradezco a quien me lo recomendó
por hacerlo, porque sin duda es de esos libros que no olvidas jamás.
Hola Mariana, siempre un gusto el leer tus reseñas, antes de este libro le tenia un poco de miedo a Vargas Llosa pues es un autor de renombre y sinceramente el leerlo suponía para mi todo un reto -por cosas de cosas- pase unos días en casa de mis abuelos y buscando que leer me tope con este libro -lo bonito de las ediciones antiguas es que ni una sinopsis te colocan- por lo que vaya sorpresa la mía cuando "me di cuenta" de que iba la historia, no te voy a mentir es de los libros con los que mas me he reído en mi vida y no es precisamente comedia... el humor que maneja el autor es exquisito, ciertamente jocoso y un tanto mordaz -que no dista de ser negro y ácido- de esos que pueden llegar a incomodar... precisamente mi favorito. Lo disfrute de principio a fin y de reelerlo en un futuro no dudo... el como retrató esta realidad es digno de aplaudir y a todo lector que conozco se lo recomiendo porque vale mucho la pena. Besos y nos leemos pronto
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