Vivan los libros que descubren la esencia de procesos históricos
crudos.
En la narrativa
latinoamericana existe una larga lista de novelas que abordan la figura del
dictador. Una
de ellas es “La fiesta del Chivo”,
del peruano Vargas Llosa, que se publicó en el año 2000, cuando yo no tenía ni la más remota idea de que iba a
terminar haciendo esto. Nadie como él ha contribuido al realismo
del continente, ha demostrado tanto en sus ensayos como en sus novelas las
posibilidades de una estética alejada de la ambigüedad, centrándose en las
violentas contradicciones de la realidad humana.
Lo cierto es que
nunca me esperé que La fiesta del Chivo me gustara tanto. Lo compré por comprar, no iba buscándolo,
mucho menos tenía claro qué me iba a encontrar y terminó fascinándome. Después
de él, me hice con La ciudad y los perros y me he propuesto ir leyendo cada una
de sus obras con tiempo. Mi abuelo es tan fan como yo de su narrativa y entre
los dos nos hemos propuesto construir nuestra biblioteca particular de sus
obras, así que en este blog, habrá
Vargas Llosa para rato.
Aquí el autor nos
habla de la dictadura y el poder de una forma metafórica y universalista, donde cualquier parecido con
la realidad no es pura coincidencia. Nos
narra tres relatos paralelos en los que hay dos facetas de la misma historia.
Por un lado, tenemos los 31 años de la dictadura de Rafael Trujillo hasta su
muerte y en la otra se muestra la verdadera cara del poder, a través de una
historia de ficción que resume la perversión y las consecuencias del poder
llevado a los extremos. La intención del narrador parece ser una advertencia sobre lo que es la dictadura y
desarrolla un relato con una gran
coherencia política y contexto histórico acompañado de un alto conocimiento de
la sociedad que las rodeaba, haciendo un recuento histórico de dicha dictadura, con las anécdotas propias de
una situación dantesca, como fue la dictadura de la República Dominicana.
Vargas Llosa desacraliza la idea de la realidad como concepto cerrado y
definido, pues esta aparece como una lectura que depende del sujeto en su circunstancia particular, en conjunto con
la alternancia de voces que se entrecruzan en el texto constituyendo un entramado múltiple de entradas por donde
comenzar el camino de la lectura. Así, con las referencias temporales,
revive la voz de la historia mediante hechos objetivos y comprobables, creando
un marco de verosimilitud entre el
tiempo y la historia a partir del cual pueden surgir otras voces con múltiples
miradas frente a un mismo hecho, como el poder (concepto) del Chivo
(particular).
Las
voces narrativas se mezclan, coincidiendo en la reflexión de dicho poder
concentrado en la figura de Trujillo. Urania, en este presente lejano de su
presencia física, interpreta los hechos desde la distancia del tiempo aunque en
su discurso aún se puede sentir el odio y el rencor por todo lo que la rodeaba
en aquel entonces, cuando fue víctima del poder. Desde su presente distanciado realiza una interpretación que deja al
descubierto los resortes en los que se sostenía el poder, dejando claro la
doble realidad que se presenta desde él ante los otros personajes; mostrando, desde la ironía de su discurso,
el espectáculo que se mostraba ante la presencia del jefe.
Urania es mi
personaje favorito. Símbolo de la pureza ultrajada. Es la hija del doctor Cabral y a
través de ella se ven los estragos del poder, mediante sus ojos inteligentes
dentro de su mente atormentada. Es presentada como una mujer exitosa,
inteligente e inalcanzable, que esconde un cruel secreto que fundamenta el odio
a su padre. Su historia se construye a
medida en que sus recuerdos van apareciendo. En la conversación que
mantiene con su padre, desahoga todo el odio acumulado, cuya fuerza es el
reflejo de todo aquello que causa el poder.
Todos estos
recuerdos llenos de odio son el preámbulo para llegar a detallar el momento en
el que ella es víctima de la dictadura: es echada a los leones, cambiada para
obtener la empatía del Chivo (dictador), sacrificada en el nombre del dios “poder”.
Su historia es un recuento de los
alcances del poder y el daño que este causa cuando alcanza las proporciones
narradas en la novela.
Sin duda, su historia da inicio y término a la obra en el mismo espacio, el Hotel
Jaragua, 31 años antes y después. Es el
eje principal de la narración que nos entrega una perspectiva histórica del
pasado de República Dominicana a través de su contemporaneidad, mediante
una voz femenina que se revela como un símbolo
de lo que fue la mujer durante la dictadura trujillista, resistiéndose al
sometimiento del machismo caribeño,
llevado al extremo por el Chivo, pues para
él el sexo era un símbolo de poder, se su virilidad, siendo la mujer un objeto
del que disponía.
Sin embargo, ella no es el único personaje donde la dictadura se muestra como
realmente es. En el mismo Trujillo, mesiánico
salvador de la patria, vemos como el
poder hace y deshace su voluntad,
rompiendo los límites entre lo real y lo ficticio. Ha sido descrito como un “personaje de fábula”, con todos los poderes
conferidos a un ser superior, con capacidad para penetrar en la psique del
lector y adentrarlo al mundo del poder, la riqueza y la represión propia de un
proceso histórico tan delicado como este,
demostrando la capacidad de corrupción ética y moral que este tipo de esquemas
puede causar, siendo una máquina capaz de trastornar la vida de todos los
personajes de la novela.
El mito bíblico del sacrificio del hijo se retoma como un simbolismo
muy fuerte en este libro, como prueba de la determinación de la devoción, a
favor del fortalecimiento de la virilidad
a través de las mujeres, que termina pagando con una especie de karma caribeño, pues gracias a estas
atrocidades, es posible asesinar a Trujillo.
Por su parte, Trujillo también muestra una doble lectura de la realidad y deja al
descubierto el mundo de máscaras que rodea su dictadura, pues lo sucedido
tiene un doble análisis: en lo privado y en lo público. Su poder se construye
desde un discurso autoritario que no
deja espacio a la intervención de otras voces, adquiriendo un rasgo
incuestionable. Así, desde su mirada, la realidad no presente puntos de
vista más allá de ser aliados o enemigos.
Trujillo se media según el poder cerrado y toda su vida y discurso muestra un
poder reconcentrado en el que se ve la debilidad de su gobierno. Su pensamiento
se encierra en traición o fidelidad, sin darse cuenta de que el poder está
muerto en esa centralidad que proclama. Su idea sobre el poder viene ligada a
su pensamiento arcaico, como “palabra
sagrada”, que responde a un pensamiento estático, como un modo de acceder a
la comprensión del mundo que los rodea y los constituye como mitos y símbolos, que aumenta su poder, ya que era
visto como único e insustituible por designios divinos, en los que él mismo
termina creyendo, cayendo en ese
pensamiento mágico. La idea del poder interpretado como proveniente de un
ser superior, de carácter indelegable, se refuerza por una serie de mitos que
lo rodean, sobre su potencialidad sexual, su omnipresencia, que sacralizan su
figura y lo fortalecen porque lo ubican por encima de otros hombres, aunque él mismo, en su conciencia, se ríe
de ellas.
A este llamado “pensamiento mágico” por
los grandes críticos, se le une la serie de de rituales a los que Trujillo está
sujeto, hasta el punto de creer en los malos augurios. Él mismo cae en ese modo de pensamiento creado para el pueblo, haciendo
un doble movimiento que paraliza el pensamiento y mantiene al poder centrado y
detenido en el creador de la estrategia que, casualmente, cae en ella. De
esta manera, sus manías repetitivas confirman su necesidad de tener el control
sobre los sucesos como un modo de seguir
creyendo en el control sobre las cosas, mientras que más se aferra a ellos,
más cerca está su caída, porque revelan
su pérdida de poder, que se ha tornado endeble, pues el mismo lo propició y
termina creyendo.
El poder se torna como un juego para mostrar que es una fuerza variable
sujeta a su designio, en el que todos caen, como títeres a cuyo artífice
temen, pero adhieren para recibir las sobras del poder. Y la idea de la realidad unida al poder como una ficción relaciona a la
palabra como constructora de dicha realidad, por ello, cuando desaparece
Trujillo, desaparece el poder del resto de los personajes, que se funda en una
ficción.
Esto nos lleva a su incapacidad de interpretar su propio poder como una construcción de la
que dependen toras fuerzas variables superiores a la propia, con la
incapacidad de vivir con la conciencia de estar
sujeto a un juego.
La dualidad entre su temeridad y el temor por perder la hombría, se
traducía en ese voraz anhelo de posesión sexual, mostrando lo que la historia
ha callado: la crueldad e inhumanidad que fue capaz de cometer el dictador, con
plena conciencia de su crueldad y Urania es capaz de sobrevivir a esta
tragedia, aunque nunca es capaz de sanar (tal y como Quirón). Y aunque se
convierte en una mujer exitosa, esto no es más que una manera de ocultar su angustia,
su vacío interior, eco del dolor y el sufrimiento de aquel momento.
Hoy en día hay mujeres marcadas con este estigma, que
dentro de millones de personas no tienen un nombre, pero que Vargas Llosa
eternizó para evitar que se repita, convirtiendo a la literatura en una memoria necesaria para recordar lo que no
debe ser olvidado y transmitir las enseñanzas de las atrocidades cometidas, que
deben ser revisadas y analizadas parra poder escapar del laberinto en el que
nos encontramos sumidos.
Y no puedo dejar de lado a los conspiradores, llenos de valentía,
capaces de sacrificarlo todo para acabar con el yugo de Trujillo; a través de
tres décadas, pues se puede hacer un
recorrido en esos breves minutos antes de perpetrar el atentado contra él desde
1931 hasta su muerte en 1961, mostrando como la vida de miles de personas
se vio afectada por un solo hombre, a través de dos presentes narrativos, los
hechos ocurridos en torno a la “noche tibia y estrellada del 30 de mayo de 1961”
y la visita de Urania a su familia, para ver a su padre y hablarles de lo que
ocurrió dos semanas antes de la muerte de El Chivo, donde quedó sellada la
unión entre ella, su padre y dicho personaje.
Los conspiradores representan al grupo que perteneció en algún momento al Chivo, que en
un primer momento se presentan como víctimas y luego como los que dejan al descubierto
las leyes del juego, puesto que cuando logran romper la sacralidad del
mito, utilizan la construcción de la realidad para desentrañar cómo pueden
desarticular su poder. Al quitar las reglas con las que el dictador construye y
sostiene su poder, se debilita, pues
demuestra que el poder absoluto no existe. Balaguer está dentro del juego
de máscaras y en plena conciencia de estar construyendo ficciones que se
acomodan a las necesidades de quien lo observa, siendo capaz de ver que hay más allá de su palabra, con la adaptación
inmediata al cambio y la estrategia del movimiento constante que lo única con
la máscara más conveniente.
Para ir cerrando este punto, es
importante decir que Urania utiliza los
mismos nombres para Trujillo que permanecen en su memoria del pasado, reconstruye
los hechos a través de los calificadores que utilizaba, pero a través de un
tono irónico que da el efecto de otra lectura de la figura del chivo,
mostrando la otra cara del poder del dictador, sino también como quita al eje
que ha marcado su vida y que tuvo poder sobre ella por tanto tiempo. El ejercicio de la palabra que realiza es
fundamental porque, como inicio y fin de la obra, deja en evidencia las
ficciones, paradojas y entramados que tejieron el círculo de poder de
Trujillo y del que se ha hecho experta en la necesidad de comprender a su
padre, hasta caer en cuenta de que ella ha sido parte de esos juegos.
Para plasmar en el texto la peculiar
sensibilidad que cargaba a la sociedad durante la dictadura trujillista, era
necesario subvertir la historia en su
rigidez normativa y sacarla de su asepsia para llenarla de libertad, pues
de otro modo, no podíamos comprender las atrocidades y arbitrariedades
cometidas por un personaje como Trujillo, que tiene en sus manos el destino de
millones de personas y mediante la
ficción, pone en evidencia su carácter complejo, sus contradicciones y
credibilidad.
Ficción y realidad
avanzan en conjunto dentro de un escenario cargado de tensión y degradación
moral y ética,
construyendo una novela sobre el dictador y lo que acarrea, su poder y su
alcance. La novela se va construyendo a través de monólogos, diálogos y
recuerdos, para cubrir los 31 años que duró este proceso y las distintas crisis personales y políticas por las
que atraviesan los personajes que se mueven en tres grupos estrechamente
relacionados, pues el narrador prepara con una extraordinaria habilidad todas
las estrategias posibles que necesita
llevar para tener un acelerado desencadenamiento de hechos que alteran
dramáticamente el ritmo narrativo.
En la primera parte dominan las intrigas, la tensa espera de los conspiradores. Luego, hay
escenas conmovedoras, llenas de sufrimiento humano, así como escenas grotescas,
evocaciones, sueños y engaños sutilmente dispuestos. El lector se familiariza con cada uno de los personajes
y con la compleja relación entre todos ellos, mediante los hechos históricos
que definen a República Dominicana durante el trujillismo, dentro de la
interpretación de un mismo hecho que varía de acuerdo con el tiempo psicológico
y cronológico de su lectura.
El título lo sacó de un merengue dominicano que se cantó repetidas
veces después de la muerte del dictador, que evoca a la voz del pueblo que
destaca la celebración de su muerte, utilizándolo como refererencia a la "fiesta" a la que Urania asiste y que marca el destino de su vida, a través de una novela fragmentada que transita entre el pasado y el presente, con
saltos sutiles entre ellos y perfectamente enhebrados, con un narrador en segunda persona que funciona como una especie de
conciencia de los personajes.
Y efectivamente la novela se mueve empujada por la violencia, la
ambición del poder, la visión mesiánica del benefactor, como padre de la patria
nueva, por las oleadas de lujuria dentro de un cuerpo humillado por la edad,
por la mancha que denuncia su incontinencia y por la humillante impotencia que
lleva la Urania en su odio. Una acumulación de obsesiones que llevan a la
muerte anunciada del dictador y constantemente negada. Hasta que llega la
destrucción.
Vargas Llosa construye un contrapunto sumamente eficaz que ha ido estableciendo
relaciones sutiles entre los distintos acontecimientos para enriquecer a los
personajes e iluminar un amplio y complejo continente, con pragmatismo
expresivo, intensidad, vitalidad, claridad y sobre todo, un gran “crescendo
narrativo” lleno de tensiones, para llegar a lo más hondo de la abyección y la
dignidad.
El abordaje que hace de la vida de Trujillo nos permite dimensionar el horror
de dicho proceso. Darnos cuenta de las atrocidades que se cometieron, del
ejercicio arbitrario del poder, de la pérdida del sentido de la realidad, de la
enfermedad que el poder produce en algunos, de lo que supone ver a un tirano como un Dios
y el valor de quienes arriesgan su vida para cambiar el estado de las cosas y
recuperar su dignidad.
La novela es,
entonces, una obra realista, más que un
retrato histórico o una historia novelada. En ella hay un profundo
cuestionamiento en torno al poder, sobre los límites a los que puede llegar un
hombre que acumula una fuerza incontrolable y una sociedad que lo permite, entrecruzando ficción, política y memoria,
convirtiendo a “La fiesta del Chivo” en una obra que seduce por la técnica
utilizada para narrar unos acontecimientos tan creíbles que superan la ficción,
que a veces puede parecernos lejana, pero que sigue estando (sobre todo en Venezuela)
muy presente en nuestra memoria colectiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario