El otoño del patriarca, Gabriel García Márquez.


El mismo García Márquez definía a El otoño del patriarca como la novela que siempre quiso escribir, así como la que más contiene rasgos autobiográficos. Lo cierto es que a mi me costó un mundo leerla, pues luego de que mi abuelo me la regalara con el fin de escuchar mi opinión, batallé para llegar al final. Me parece una obra complicada, por eso no la recomiendo para iniciarse con Gabo. 

Márquez nos habla de la vida dictador despótico, teniendo a la figura de la muerte como principio de la obra, que habla de la idealización de los dictadores en América Latina, dentro de una visión de mundo fantástica, donde lo mágico y lo mítico permiten que las hazañas de este personaje carnavalesco se desarrollen. Así, el escritor destruye los límites y funde los espacios, haciendo que el tiempo gire alrededor del patriarca, que no pertenece ni al tiempo ni a la historia y que es un ser plenamente mítico, capaz de cualquier cosa para conservarel poder. 



Este personaje es un ser lleno de augurios, que lo gobiernan, pues vive bajo la sombra de su muerte anunciada. Sin embargo, su poder es absoluto y su autoridad es incuestionable, ya que van ligadas a poderes extraordinarios, que hacen de su figura un mesías para el pueblo, que no parte ni de leyes, ni de tradiciones, sino del más puro autoritarismo, lo que hace que mantenga todo bajo control gracias al poder y la opresión, que le permiten manejar al mundo como a un títere.

Gracias a su carisma, se gana a los habitantes de su pueblo y, cual país latinoamericano, se afianza al mandato desde la fuerza, tanto así que su régimen se sostiene por la “pura inercia de una desilusión antigua e irreparable”, que surge tras perder su imagen mesiánica, construida por él y afianzada por sus seguidores. En consecuencia, solo le queda el bagaje de sus buenos años para seguir mandando, pues ha perdido toda chispa.



Además, Gabo hace un uso excepcional del tiempo mítico, pues el gobierno de este patriarca parece ir mucho más allá de la realidad, ya que se narra que su mandato comenzó con el descubrimiento de América y no tiene final, pues el pueblo se niega a desligarse de la figura opresora, que lo golpea una y otra vez. Para narrar esto, el escritor hace que el Patriarca muera una y otra vez, a la par que lo desdobla en Patricio, su lacayo, que es el reflejo de todo lo que el personaje principal detesta ver en sí mismo, representando así el poder detrás del poder y la imposibilidad de mantener la fuerza siempre. 

A partir de allí, Márquez nos hace ver una evolución regresiva del Patriarca, que comienza siendo un mesías legendario, continúa siendo un tirano déspota y termina siendo un anciano solitario, que ya no puede con el mundo y que ha perdido todo lo que lo ataba a su preciado poder, quedándose absolutamente solo, luego de acabar con todo desde la crueldad. Por ello, a través de estos episodios, El otoño del Patriarca se arma como un monólogo colectivo, que va entre el pasado y el presente, permitiéndonos ver los errores cometidos. Valiéndose de un narrador como tú y como yo, que celebra la muerte de un dictador que ha acabado con todo lo que ama, el escritor habla de lo que es América Latina y de la influencia que tiene la represión sobre ella, mediante nuestros mitos y leyendas, en los que lo real y lo mágico se vincula con naturalidad, facilitando que figuras como esta se mantengan en el poder, bajo la promesa de la salvación. 



En El otoño del Patriarca, Gabriel García Márquez hace énfasis en esa figura déspota, repetitiva en el continente, y en lo que somos como pueblo, partiendo de la base de que hemos vivido bajo el yugo de la opresión, desde Colón hasta Chávez. En definitiva, esta es una historia circular, cuya base es el perfecto antihéroe, que habla de la idiosincrasia del continente, del paso de la historia y de la construcción del poder de este largo del charco, que cada día se hace más vigente. A leer, no hay otro remedio para librarnos de aquello que nos marca.

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