El pasado 14 de febrero recibí este libro
como regalo del día de los enamorados y luego de leerlo, me obsesioné como
ustedes no tienen una idea. No sabía qué esperarme de Diablo Guardián, así que
cuando lo recibí pensé que era un lindo gesto y un libro como cualquier otro.
Vaya error. pues este no es un libro como cualquier otro.
Lo cierto es que, luego de todo lo que me
produjo el libro, no sé como tomarme el regalo. Ha pasado un mes y yo sigo
atormentada con la idea de porqué darme un libro como este en una fecha como
esa.¿Será no soy la única que piensa que Violetta y yo nos parecemos
demasiado?
Así que, por este motivo, me he tomado mi
tiempo para escribir esta reseña que, de hecho, me está costando mucho hacer.
Tengo demasiados sentimientos encontrados que he intentado organizar, pues esta,
para mí, no ha sido una lectura fácil y, pese a no ser un gran clásico de la
literatura o una novela de mil páginas, Diablo Guardián viene con una
fuerte denuncia y una carga emocional bastante dura.
Xavier Velasco relata de una
manera increíble la constante tendencia que tenemos algunos de querer siempre
sentirnos parte de otro mundo (sobretodo en Latinoamérica). Tomando
esa base, el escritor narra la vida de una niña que se autobautiza como Violetta y
que solo quiere vivir la vida al máximo sin sufrir. Por ello,
en búsqueda de aventuras, huye a EEUU con 100.000 dólares en el
bolsillo, buscando alejarse de su atormentada casa y dejar de luchar por el dinero.
Todo esto la lleva a convertirse en una "prostituta de lujo", lo que
hace que, con un tono de cinismo bastante marcado, la novela se torne
truculenta y oscura, pues sus vivencias la llevarán a conocer al Diablo
Guardián, que llega a su vida para enseñarle que, de una vez por todas, es
tiempo de cerrar los ojos, tirar los dados y dejar que todo fluya, pues la hora
del juicio final está aguardándolos.
Toda esta historia se construye bajo el
tono confesional de Violetta, tratado con un lenguaje irreverente,
transgresor y lleno de humor negro, cinismo e ironía, que parece romper
con todo tipo de cánones y dar inicio a una nueva narrativa, donde la
ficción surge como respuesta a las ansias de extender y dirigir la realidad de
nosotros, los que nos hemos desviado en el camino. Así,
Velasco se pregunta lo que pasa y lo que podría pasar para construir su novela, que
nace de la imperfecta cotidianidad y que crea un universo nuevo, lleno de
vivencias diarias, de fragmentos de la existencia de los personajes, que no
pueden ser más reales y que nos muestran todo lo que no queremos
ver.
Así, y gracias al estilo que Velasco
propone para construir su novela, Violetta es abandonada a su suerte,
para que sea ella quien nos cuente la verdad y, a partir de allí, la hagamos
nuestra. Y es que, sin duda, ella es la única que tiene en sus manos
la absoluta certeza de lo que la impulsa a comportarse de tal forma con tan
solo 15 años. Esto es lo que hace a Diablo Guardián una novela memorable, en la
que ella es el punto fuerte, configurándose así como un carácter digno de toda
admiración, convirtiéndose en un arquetipo que encarna una serie de parámetros
propios del siglo XXI. Violetta, sobre todas las cosas, se
muestra desafiante y retadora ante una sociedad a la que siente que
no pertenece y a la que rechaza a toda costa, pues se niega a que el dinero sea
un problema, siendo este un elemento que, para ella, llena de sentido su
existencia y soluciona casi cualquier problema.
En consecuencia, Violetta en cada línea se
vuelve más entrañable, siendo siempre ella misma, tan única que es imposible no
verse reflejado en su sinceridad. Tanto así, que al momento de confesar sus
pecados ante el Diablo Guardián, se alza como una Diosa inquietante, asombrosa
y auténtica, cuya vida turbulenta le permite al escritor hablar de sus deseos,
de sus odios y construir una novela tan grande como esta que, como bien lo dijo
su creador, “rasga la ficción literaria y rompe con la realidad
convencional”.
En consecuencia, son los personajes los quienes
escriben la obra, urgidos por su deseo de pertenecer a una sociedad que los
escupe, los mastica y los pisa. Lo curioso es, que como todos nosotros, se alzan para volverlo a
intentar. Sin embargo, es esto lo que los lleva a odiar a su cultura feroz, que
les recuerda constantemente que quieren y no pueden. Todo esto los lleva a cometer
locuras, partiendo de las ansias de huir del destino que les fue marcado,
mostrando su lado más oscuro. Entonces, Velasco nos muestra a Violetta como un
ser que encarna todas estas cuestiones y, a su vez, deja ver su poco amor
propio, que proyecta en esa relación causa - efecto entre su relación con ella misma
como inicio de su desarraigo, sin embargo, ¿detesta a su país como
reflejo de sí misma o viceversa? He ahí la cuestión.
Aunado a todas estas maravillas y en
compañía a Violetta, Velasco introduce a Pig, un publicista con alma de escritor que se
enamora de ella en Nueva York. Ambos tienen muchos puntos en común pero, sobretodo, ese gusto por el
dinero que tanto los caracteriza.
Su relación es bastante compleja, pues los
dos conocen sus puntos débiles y saben lo que les impide ser completamente
felices. Él es completamente consciente de que enamorarse de alguien como Violetta
significa saltar al abismo y ella sabe que alguien como él no es del todo
conveniente para su vida, sin embargo, los dos se unen porque ninguno
pretende salvar al otro, pues saben que perderían su encanto si no tuvieran ese
toque de maldad y sufrimiento que forma parte de ellos.
Pero,
sin duda, el elemento en común que más los une es esa necesidad de prostituirse. Sí, de venderse, pues él, al igual que
ella, se prostituye a su modo, vendiendo su arte, su talento, con el fin de
subsistir y, a su vez, llenar e basura la mente de sus seguidores.
Estos dos elementos se conjugan, con el
fin de dejar lo que es para mí la piedra angular de la novela: el amor es el
máximo exponente el derroche. Pig y Violetta se vinculan y, con su relación,
dejan claro que lo que siempre han buscado es ese sentimiento universal incuantificable
y tan difícil de encontrar. En ambos la falta de cariño es un
denominador común y el elemento que da pie a que todo ocurra. Y así,
desde la convicción de que la perfección no existe, se ven encerrados entre
cables y púas, pues el mundo les impide escapar de la opresión que ejerce sobre
ellos, reiterándoles una y otra vez que su desgracia no se soluciona con
dinero.
Agridulce como todas las buenas obras,
Diablo Guardián encierra a un personaje como Violetta, irritante y cautivador,
que te revuelve las vísceras y que te da justo ahí, entre el hígado y el amor
propio. Ella representa lo que muchas somos y encarna un ideal típico
latinoamericano, pues parece que nos odiamos por naturaleza. Velasco, a través
de esa piruja
globalizada y apátrida, condensa el espíritu de un continente que lucha
contra sí mismo, en medio de épocas convulsas.
En definitiva, Xavier Velasco se
ha ganado mi corazón con Diablo Guardián, que se va directo a mis favoritos de
este año, pues denuncia de una manera actual y sincera esa problemática que algunos
arrastramos por años, mediante un personaje que busca rebelarse de un
entorno al que pertenece y que detesta. Valiéndose de un discurso real, en el
que todos podemos vernos, el escritos se despoja de clichés y concluye que, así
como Violetta, estamos
constantemente mirando al norte sin saber lo que tenemos en el sur,
peleándonos contra un mundo que nos encierra dentro de situaciones que, pese al
dolor, nos enseñan a vivir y nos demuestra, una y otra vez, que nos vendemos
constantemente y que, pese a que nos queramos convencer de lo contrario, el
dinero rige el mundo.
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