Rebecca, Daphne Du Maurier



Tras la muerte de su esposa, Maxim de Winter viaja a Montecarlo para olvidarla. Allí, conoce a una mujer más joven que él con la que se casa. Sin embargo, al regresar a la mansión Manderley, la memoria de la fallecida Rebecca comienza a abrir huecos en el matrimonio.

Es una novela envolvente. Al principio es un poco lenta, pero llega el punto en el que te metes en la piel del personaje y te sientes perseguida por el fantasma, porque Rebecca lo es todo y está en todas partes: en el mar, en la casa, en las tarjetas de visita y sobretodo en la boca de los vecinos, que no paran de hablar de ella. Ella es el eje sobre el que todo encaja y cobra sentido, pues todo sucede porque tiene que ver con ella, era hermosa, inteligente, educada, alegra… ¿pero y si no fuera del todo así? He ahí el dilema.  Es tal su protagonismo que la narradora jamás revela su nombre. Es la nueva esposa, sí, pero no sabemos más de ella, Rebecca se la come, se traga sus ilusiones sobre su entorno y sobre su futuro, así como su torpeza  y timidez. Ambas luchan, en dos planos completamente distintos, construyendo escenas y reflexiones interesantes sobre la época.

Du Maurier ha construido una novela gótica, con tonos de novela negra, que toma toques bruscos propios del estilo, pasa del sol a la tormenta, de la felicidad a la tristeza, tal y como los personajes lo sienten. Enlaza el suspenso y el romance, mezclando lo intimista con el drama, la psicología, la acción y la intriga, con una prosa espectacular que nunca se hace pesada.

Con descripciones precisas, la autora nos lleva a los espacios que narra y que cuida al máximo. Así, Maurier construye dos historias paralelas, la que es y la que hace que nos imaginemos, adaptando su pluma a los estados de ánimo de los personajes, haciendo que, como lectores, nos conectemos con su evolución, hasta llegar a las intensas páginas finales que cierran el tan misterioso círculo.

En definitiva, Rebecca es una novela que lo tiene todo y que nos mantiene enganchados hasta el final. Daphne du Maurier mantiene la ironía y la sofisticación de las clases altas británicas, con buen gusto y sencillez. Un gran libro, sin duda alguna.

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