Puedo explicarlo todo, Xavier Velasco.


 
Viva Xavier.

Xavier Velasco, escorpión con ascendente acuario, hijo único de un virgo y una tauro, alumno problemático, narrador a hurtadillas, íntimo de diversos Cuadrúpedos, creció en la ciudad de México al lado de pacientes y sucesivos afganos. Descubrió a los nueve años el juego de escribir, como quien da con una salida de emergencia; desde entonces lo juega con fruición de tahúr y hasta hoy sigue creyendo que la vida de un narrador vale sólo para ponerla en juego. Me quedan pocos libros suyos por leer, y se ha convertido en uno de mis autores favoritos y con Puedo explicarlo todo se reafirma como una de las voces más fuertes de la literatura latinoamericana del siglo XXI.

De nuevo, hace uso de su prosa mordaz e inteligente para presentarnos una trama que lleva consigo algún personaje que no tiene redención. Esta vez seguimos la historia de Joaquín, que a sus treinta años huye de la justicia y encaja perfectamente en la definición de “lacra social”. En su camino, se encuentra con Dalila, una niña que le hace redefinir su rumbo y que se convierte en su cómplice, permitiéndole al escritor describir cada uno de los personajes que introduce, intercalados con relatos que contienen discursos llenos de auto-prejuicios y que nos llevan a reflexionar, así como al protagonista, sobre nuestros actos y sus consecuencias.

Su uso del lenguaje parece un personaje en sí mismo. Juega con palabras rápidas e inteligentes, que le permiten desarrollar personajes cotidianos, parecidos a nosotros y, curiosamente insalvables, para engancharnos desde la primera página. Sin duda alguna, ambas cosas son su punto fuerte, ya que con esa narrativa tan desenfrenada desarrolla personajes completos, complejos y entrañables, que dan la sensación de conocerlos de toda la vida. Al punto que yo sería feliz con una hija como Dalila y con uno cómplice como Filogonio.
Velasco, además, se burla en nuestras caras de la manera más cínica posible y consigue engañar a más de uno. Ridiculiza a los libros de autoayuda y concluye que sus lectores alaban todo aquello que lee sólo porque está impreso y se considera un libro. Así, casi sin quererlo, escribe mal páginas y páginas y deja a entre ver que no todos son capaces de ver lo malas que son, aunque estén escritas por un autor que te guste, que sea considerado bueno y que está poniendo eso ahí, a propósito, para demostrártelo.

No es un libro sencillo, tampoco es corto. Roza las 800 páginas y tampoco es que pueda leerse de un tirón. Eso que él llama discursos de autoprejuicio ahondan en los demonios que acarrean al lector y provoca que salgan, que te molesten y que te den justo en la conciencia, en la culpa, generando ese inevitable vértigo de la fatalidad. Es, en definitiva, una obra que muestra la maestría literaria que caracteriza a Velasco, pues a lo largo de este libro desarrolla todo poco a poco, sin prisas, de manera desordenada, saltando de un lado para otro, y aún así consigue cerrar con un magistral final, sin dejar cabos sueltos. Así, nos mete dentro de ella, dejando jeroglíficos que resolver y que conducen a un conejo que pone a todo en su sitio. Un libro maravilloso.



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