Bajo la lluvia, Dios no existe, Warren Ulloa.

Bernal y Mabe tienen más hormonas que ganas de vivir. En su búsqueda de aventuras desencarnadas, caen en las drogas, el sexo y la violencia, en un mundo que los expone a la pedofilia, el narcotráfico y la manipulación por parte de personajes funestos, que buscan carnada fácil. Todo esto se narra en Bajo la lluvia, Dios no existe, una novela cargada de emociones fuertes, manejada con la jerga adolescente de hoy, que forma parte integral de esta novela, la cual hace una radiografía cruda de una doble moral que plaga nuestro mundo.

Es una novela polifónica, que surge como un mural de voces desgarradas, más humanas que la palabra, que desfilan en una sinfonía de contrastes dentro de un mundo privado, lleno de  la rudeza, la franqueza y el desgarramiento propio de esos jóvenes que alzan la voz para hilvanar sus historias de vida. Mabe narra sus alegrías y sus penas, siendo víctima de una sociedad hipócrita, llena de prejuicios y su amor con Bernal. En conjunto, esto abre un abanico de relaciones causa-efecto con el mundo cruel que los rodea.



Ulloa retrata a la juventud contemporánea y se pasea desde sus costumbres (borrachera, sexo, drogas, chats), hasta las subculturas (emos, hipsters) con las que cada uno se identifican, en esa búsqueda desesperada de identidad, a través de un medio que les brinda la oportunidad de abrirse ante una sociedad que les ofrece todo tipo de sedantes y que los incita vivir el día a día en una “vida loca”, sin pensar en el mañana, porque ¿para qué, si el presente es lo único que tenemos? (error del siglo XXI). En conjunto, abre un huracán donde la moral se diluye entre motivaciones y circunstancias, en personajes que recorren un paseo hacia el abismo, donde Dios no existe.

Ellos se ven insertos en las drogas, en los engaños, dentro de un mundo de espejismos, que los lleva a las más audaces aventuras, buscando esa felicidad anhelada y construyendo esa "identidad" que no logran alcanzar, convirtiéndose en héroes degradados que buscan valores en una sociedad donde cada vez es más difícil encontrarlos. En Bajo la lluvia, Dios no existe, la felicidad se presenta como una utopía, dentro de una sociedad carente de posibilidades, donde los jóvenes se ven desterrados de un mundo falso, que los engaña con la promesa de un futuro que no es lo que parece.

La novela muestra la realidad de muchos hogares. Bernal, por su parte, es el típico adolescente que desconoce todo aquello que no le interese y cae en las drogas por no tener criterio y no ser capaz de ver más allá de su nariz. Mabe, por el contrario, sabe lo que quiere y experimenta con los estupefacientes para lograr terminar su poemario. Sin embargo, es en su estado más lúcido donde concluey en su estado más lúcido concluye que Dios no existe, pero el Diablo sí, pues todos los hombres de su vida se asemejan a él. La escritura es el punto de inicio y final que los libera del mundo y que los choca contra la realidad al mejor estilo de la tragedia, donde la muerte cierra el ciclo de un amor adolescente, víctima del ambiente.

El logro de la novela es transgredir la doble moral de nuestros tiempos y obligar al lector a reconocer que este es nuestro mundo, sin eufemismos ni disimulos. No solo por el hecho de hacerlo simple, sino por sacar roncha de la sinceridad que caracteriza al escritor y que se percibe en cada página, dejando rasgos identificables (de cada uno de nosotros) en los personajes que crea y que le permiten abordar tabú, como el sexo, partiendo de la cotidianidad, a través de palabras cotidianas, propias de un mundo mojigato e intolerante. 

Más allá de todo eso, los vicios de los personajes surgen como una falta de carácter, como símbolo de su inmadurez, que me llegó a desesperar en algunos momentos. Dentro de nociones deformes sobre la lealtad, la compasión y la responsabilidad, Bernal y Mabe carecen de herramientas para asumir sus actos y son incapaces de encontrar límites para saciar su satisfacción personal. Para ellos, bajo la lluvia, Dios no existe, su figura ha quedado devaluada, porque él es quien necesita ayuda de los desamparados como ellos.


El escritor logra describir el nihilismo adolescente latinoamericano de nuestros días, en un ritmo narrativo fluido, vertiginoso, que se lee del tirón y que se estructura como un espejo que nos alerta de la decadencia moral de nuestros días. En definitiva, una novela necesaria, para leer en los colegios, que se escribe con la frustración e impotencia propia de la adolescencia y en la que Ulloa elabora una tesis sobre el preocupante futuro de la juventud que se avecina, elaborando una novela de época, que cala hondo y que se reproduce con la crudeza y fidelidad propia de las vicisitudes de los personajes, quienes permiten vernos reflejados en esa batalla perdida, pero elegida, donde bajo la presión y con la soga al cuello, Dios deja de existir.


2 comentarios:

  1. Donde se puede conseguir el libro, no lo encuentro por ningún lado, ni en la misma editorial

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