El cuento de la criada es una mirada terriblemente
lúcida a una sociedad totalitaria, que denuncia la
barbarie que pueden llegar a alcanzar los fanatismos extremos de toda índole y
las ansias de dominio sobre los humanos, privando su derecho a la libertad. En
Gilead, donde tras una hecatombe nuclear, la población se ha visto
disminuida, las Criadas, vestidas de rojo de la cabeza a los pies, con
su rostro enmarcado, son las encargadas de concebir y dar a luz a futuros
ciudadanos.
Bajo la única misión de reproducirse, los
personajes de esta novela me producen una angustia increíble. Y lo peor del caso es que me encanta. Atwood le da una voz
femenina a la literatura distópica, que recrea todos nuestros miedos y
realidades, en un mundo donde las mujeres son objetos y su rebelión
individual es un fracaso. Nos lleva a entender la realidad del
personaje, desde una perspectiva desesperanzadora que nos hace cuestionarnos
nuestro papel en la sociedad.
“Mejor nunca significa mejor
para todo el mundo, siempre significa peor para algunos”, expresa la escritora, abriendo un
microcosmos dentro de la Casa del Comandante, que le permite a la escritora,
con un tono sarcástico y melancólico, dar un mensaje feminista, que
reivindica el papel de la mujer como una igual al hombre, a través de una historia
de superación que nos invita a mantener la esperanza, que nos muestra
como seres humanos interesantes e importantes, pues somos el pilar de todas las
sociedades.
A través de El cuento de la
criada, Atwood reflexiona que sin mujeres capaces de dar a luz, la
población humana llegaría a su fin, por eso las violaciones masivas y el
asesinato de mujeres ha sido una característica común en las guerras que buscan
someter y explotar a una población. Obligan a las mujeres a tener hijos que
luego no pueden criar, en un sistema que beneficia a un sector y deja olvidado
al más importante.
Defred es un personaje
inolvidable, que lucha contra los excesos de un mundo que la degrada. Bajo una clave feminista, la autora hace
una crítica descarnada al régimen totalitario y hacia algunas corrientes
que sacralizan el rol maternal de las mujeres. Con una narración
magnífica, llena de sabiduría y conclusiones admirables, El cuento de
la criada es una obra que no dejará a nadie indiferente, ya que transmite los
distintos tipos de tortura que la protagonista experimenta, así como
la sensación de libertad que anhela, pero que también le aterroriza, dando la
impresión de estar leyendo, más allá de cualquier cosa, una premonición, cuyo
recuerdo será imborrable para cualquiera que se atreva a enfrentarse a él.
Además, Atwood introduce
diversos símbolos para complementar el mensaje de la historia. Entre ellos,
están las flores, que representan las ideas y emociones de los
personajes, pues estas se enmarcan un pensamiento o un flashback de la
protagonista, logrando reflejar una esterilidad generalizada o, inclusive,
una sexualidad viva, aunque prohibida y restringida.
En primer lugar tenemos a los
lirios, cuyo nombre proviene de la mitología y que se presenta en la novela
como algo que viene a anunciar lo que está por venir, mostrando noticias de un
futuro incierto y que, tal y como en la historia original, trae mensajes del
Inframundo y transporta al personaje hasta ahí, recordándole su cercanía a la
muerte, que viene ligado al hecho de dar vida. “Dueñas
del nacimiento y, por ende, en contacto con las fuerzas más secretas,
portadoras de la impureza a causa de esa misma familiaridad, las mujeres
desempeñan también un papel específico en los rituales que acompañan la
muerte”.
Por otro lado, aparecen los tulipanes, que en la
novela son de color rojo, “como si los hubieran herido y empezaran a
cicatrizar”, reflejando a las mujeres hermosas, pero breves, que viven y se
marchitan sin dar fruto, simbolizando el dolor de la cicatriz, en un sistema
que les ha cortado sus libertades, las ha adoctrinado con respecto a lo que
deben ser como mujeres y su papel como procreadoras al servicio del otro, que
logran empoderarse dentro de su propia realidad. “Ya ha pasado la
primavera, los tulipanes han dejado de florecer y empiezan a perder los pétalos
uno a uno, como si fueran dientes”, dice, madurando su conciencia sobre sí
misma, su sexualidad y el poder de ser madre que, al llegar el invierno, se
aísla, sin dejarnos saber nada hasta llegar a las anotaciones históricas que
aclaran cómo su cuento ha llegado a nosotros.
Coloca a los espejos para guiarnos en el
conocimiento de sí misma que ella emprende para empoderarse como persona, como símbolo
del crecimiento de la conciencia en sí misma y sus actos de resistencia,
reestructurando su psique y su sexualidad, que viene ligado a la posibilidad de
romper las reglas, creando la imagen de la oposición en su dinámica
distópica, que surge mediante el lenguaje, siendo esto lo que les da pie
a convertirse en símbolos de rebeldía, ya que es un uso prohibido para las
mujeres, que les permite romper con los cánones que se les imponen.
Ha sido un libro sumamente duro de leer, las
condiciones que las rodean, el trato que les dan y todo lo que viven es repugnante.
En definitiva, El cuento de la criada es lo más horroroso y triste que he
leído en mi vida, ha sido un libro difícil de superar emocionalmente,
pues verse reflejada en condiciones tan inhumanas, en pleno siglo XXI, es un
choque muy fuerte que no estaba preparada para experimentar. Aún así,
es una novela maravillosa que todo el mundo tiene que leer. Sí o sí.
La serie me ha encantado y no paro de pensar en si leer el libro y lo cierto es que con tu reseña ya van unas cuantas que lo ponéis genial así que no descarto leerlo.
ResponderEliminarBesos =)
Hola :)
ResponderEliminarCon el boom de la serie conocí este libro. Tengo muchas ganas de leerlo porque las criticas sobre él lo pintan muy bien. Y además quiero ver la serie, pero no sin antes leerlo, así queee espero poder comprarlo pronto.
Gracias por la reseña, saluditos ;)