La vorágine, José Eustasio Rivera.




Me encantan los libros más viejos que mi abuelo.

Cuando este libro vió la luz, mi abuelo y mayor mentor literario no había nacido. Lo cierto es que hasta hace poco ni él mismo lo había leído, por lo que a mediados del año pasado nos propusimos hacer una satisfactoria lectura conjunta, en la que concluimos que La vorágine es un libro asombroso y que las ediciones de la Fundación Ayacucho son lo mejor que le ha pasado al mundo editorial.

Lo cierto es que La vorágine es la gran novela colombiana, que retrata de manera particular el tema de la violencia, a través de los azares de distintos personajes. Se divide en múltiples partes, comenzando por la historia de los bogotanos Arturo Cova y Alicia, que huyen hacia lo inexplorado y lo bárbaro, hacia la otra cara de la ciudad, del país y de su pasión amorosa, que dan origen a múltiples personajes como El Pipa, Rafo, la finca Maporita, Franco, Griselda y Barrera “ a los que el destino marcó una ruta imprevista”, juntados por la selva y que muestran la explotación esclavista de indios y enganchados para comerciar con el jugo del árbol del caucho, que se le presenta como la memoria de Alicia, que da pie a una historia llena de huidas y persecuciones, pasiones y venganza, que adquiere una fuerza psicológica interesante, al igual que una gran carga geográfica y social que desborda a los personajes y se convierte en un testimonio crudo y trágico, lleno de violencia y venganza.

Ya para la segunda parte, comienzan a ser conscientes de la fuerza de la selva, que se convierte en una vorágine que los enloquece y que se traga a los que no saben tratarla y respetarla, que llegan violentos y huyendo con ganas de explotarla, buscando un destino heroico, dando pie a múltiples torbellinos ejercidos por el propio hombre, que originan personajes nuevos como Fidel, Helí Mesa y Clemente Silva, que narran sus pavorosas y fatales historias sobre la selva, donde se incluye la leyenda de la india Mapiripana, que era una diosa fluvial que originó el Orinoco y el Amazonas, al mismo tiempo que gobernaba el silencio y los murmullos de la selva, que conoció a un misionero que quedó impregnado de ella y que la llevó a que se fuera adentrando en el corazón de la selva hasta “dar con una caverna donde lo tuvo preso muchos años”, surgiendo como una versión narrativa de la historia de Cova, como el seductor, Alicia como la sumisa y la Selva como el ente violado, como una alegoría de la colonización de las selvas vírgenes.

Es en este apartado donde se incluye al cauchero Clemente Silva, que funciona como uno de los elementos centrales de la novela, confirmando el hecho de que La vorágine es un collage de relatos orales y reales. Es en su relato donde se revela  la denuncia de la situación económica que correspondía a la realidad de aquel momento, en conjunto con la Casa Arana, los Visitadores y el periodista Saldaña Roca, que reclama los hechos, con el investigador francés que es asesinado y comienza la matanza tanto de árboles como de gentes, que sin duda se basan en hechos reales vividos o contados al propio Rivera.

Es en este punto donde el autor presenta la crueldad y eficacia que hicieron del caucho un gran negocio, donde el verdugo y la víctima terminan por participar en una misma cultura y economía, como en la época de la conquista en América, que se revela como una Vorágine.

Mediante una diversidad de paisajes y personajes, La vorágine coloca a la selva como la verdadera protagonista, pues bajo su presencia abrumadora, cualquiera es capaz de enloquecer, y le sirve al autor como símbolo de la codicia y la violencia humana, que se desatan tras la explotación del caucho. Y recordemos que se define como Vorágine al remolino de gran fuerza que se genera por la acción del viento y que también se usa para expresar la mezcla de sentimientos muy intensos que se manifiestan de forma desenfrenada en los personajes.

Además, a nivel estilístico, posee una sorprendente riqueza verbal, donde se alternan distintos registros lingüísticos, que van desde el tono culto y enfático hasta el lenguaje popular, en conjunto a la variedad de paisajes y lenguajes, que le dan a la narración un ritmo constante que nunca decae en relación a la trama y que convierten a La vorágine en un clásico indiscutible, basado en la violencia social y política del continente.

Es por ello que para Rivera la “colonización de la selva” significaba implantar los criterios urbanos a la propia selva, con sus nociones europeas, donde buscaba denunciar los negocios de explotación abusiva que se ejercían sobre ella.

Porque en la obra de Rivera, la relación del hombre con la naturaleza está marcada por la violencia, la explotación y el miedo, pues mientras el cauchero acaba con los árboles, las sanguijuelas lo sangran a él, porque la selva se defiende de sus verdugos y el hombre siempre tiene las de perder en ese duelo a muerte, que hace que los hombres se trastornen y sean devorados, porque aunque en la primera parte de La vorágine muestra a unos hombres que quieren dominar a la selva sin conocerla ni respetarla, a lo que ella responde con la destrucción total.

En la novela, se introduce el simbolismo de los huesos y el esqueleto como esa figura de muerte y regeneración, donde los personajes y las situaciones aparecen y desaparecen como los ríos de la selva; haciendo una novela que ofrece una “prosa fluvial”, que parece un río en esa soledad confusa que “sigue el curso zizagueante de lo oral y lo escrito”, en una red narrativa que, entre tantos personajes, es como la selva misma, como la india mapiripana ue tiene que devorar para que pueda regenerase, haciendo que se convierta en una vorágine que devora al lector, a los personajes y al autor, que constituye una narrativa latinoamericana distinta, con elementos propios de la cultura popular y que pone en manifiesto la necesidad de superar la ruptura hecha, que pone a la violencia como orden y protección económica y social, como bien se expresa a principios de la novela, con la frase que estipula que jugó con su “corazón al azar” y se lo “ganó la violencia.
En sí, La vorágine ataca la violencia desde sus orígenes, que rememora a esa tortura cotidiana, en orden y estilos sociales, siendo la vorágine lo que devora y constituye el principal impulso del orden establecido.

En definitiva, una novela maravillosa, extensa y profunda, de la que hay un montón de análisis en internet. Les dejo los links de varios trabajos interesnates que he estado leyendo con calma y que me parecen muy acertados en cuanto al tema de la violencia. Un clásico latinoamericano indispensable, que deben leer sí o sí y que se ha convertido en uno de mis referentes primordiales.









2 comentarios:

  1. Este libro tiene mil años en mi lista de pendientes, pero todavía no he encontrado una edición que me llame a comprarlo. Espero pronto poder leerlo.
    Muchas gracias por la reseña, ahora tengo más ganas de tenerlo jaja.
    Besos

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