Tras diez años de guerra, nadie sabe cuál fue
el agresor y cuál el agredido. En la comarca, la vida ha continuado marcada por
el temor y por la añoranza de lo que un día fueron. Todos los habitantes fueron
desalojados del pueblo transparente, de cristal, donde los recuerdos
desaparecen, la intimidad no existe y la conciencia despierta para asumir las
consecuencias.
Loriga habla de la
autoridad y la manipulación colectiva en una parábola de la sociedad actual,
expuesta a la mirada y al juicio de todos. Con una voz humilde, reflexiva, con
toques de humor, el español construye una fábula estupenda sobre el destierro,
la pérdida y el afecto, que nos conduce a un final impactante que aún resuena
en mi corazón. Es una novela situada fuera del mundo, en el límite con el fin
en la transparencia que el mundo ha adaptado tras las redes sociales, que nos
mantienen frente a una pantalla viendo cómo los demás caminan, comen, hacen el
amor y lo suben a sus perfiles.
Durante el día entero
algo nos observa. Llámelo Dios, llámelo conciencia, llámelo Ray Loriga, pues
estamos sujetos a una etapa apocalípticos, cercanos a convertirnos en seres sin
sentido, sin memoria y sin futuro. La sencillez con la que maneja Rendición es
increíble, pues los diálogos y las frases fluyen, provocando sensaciones
directas en el corazón del lector, pues aborda la muerte, la familia, la
costumbre, el engaño, el destino, el drama, el desamor, el fastidio y la mierda
que se convierte en alimento, en medio de tanto caos.
Es un libro
existencialista, una alegoría, una parábola, al mayor estilo de Orwell, Kafka y
Saramago, pues la ciudad de cristal es un reflejo de nuestra sociedad expuesta
a la mirada ajena y el juicio colectivo, como borregos que caminan al matadero,
en una cárcel que todos llevamos dentro y ante la que Julio, el protagonista,
se rinde, simbolizando el conformismo como parte esencial de la condición
humana, donde no tiene caso rebelarse contra las condiciones de vida que son
iguales para todos. Estar a la vista de todos es la gran exposición ante la que
estamos dispuestos a enfrentarnos, a exhibirnos ya ser juzgados si salimos de
lo establecidos. Rendición trasmite una sensación de vacío, frente a un
personaje que lo pierde todo, dentro de una ciudad que lo arrebata. Me dio
miedo, me hizo pensar en los que me rodean, en mí y en mi cárcel personal.
“Nunca he sido de
irle llorando a la gente con mis problemas porque me supongo que cada uno tiene
bastante con lo suyo y que además a nadie le importa realmente lo que le pase a
otro que no es él. La gente hace como que le importa mucho lo de los otros pero
no me creo que sea verdad, ni aquí dentro, ni en ningún otro sitio. Tampoco
creo que les importe a los curas, para ser sincero, ni me parece posible que
Dios nos conozca a todos por el nombre”.
Es un libro
simbólico, actual, porque pensar en la guerra es pensar en tu país, en la ausencia, en la asfixia, en la falta de
intimidad. En la ciudad de cristal perdemos aquello que nos individualiza,
utilizando alegorías hacia toda ideología que deshumaniza a las personas a un
número. En definitiva, impactante.
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