Amén.
Hablar de Cristo es una tarea
difícil. Su gracia es infinita y me siento muy agradecida por todo lo que Dios
ha puesto en mi vida. Sin emargo, me encanta leer cosas que lo desafían. Ha
quedado demostrado en mis reseñas de El evangelio según Jesucristo y Caín,
donde Saramago reinterpreta con mucho respeto varios pasajes bíblicos, que han
dejado ofendidos a más de uno. Lo cierto es que, como creyente, siempre estoy
buscando este tipo de libros, así que cuando me topé con La piedra que era
Cristo escrito, además, por un venezolano, no dudé en aventurarme en este
relato sobre la vida de Jesús de Nazaret.
Parte de lo conocido con todos para
mostrar a Jesús como un hombre corriente, humano, que portaba un discurso que
no toda la población estaba preparada para escuchar, siendo esta su mayor
tragedia, pues ¡sorpresa! Nunca lo estaremos. Agrega que el padecimiento de la
humanidad no viene, principalmente, por las peripecias de lis imperios y
tiranías, sino por los desmanes que los hombres hemos llevado a cabo en nombre
de ellos. Su mensaje, siempre claro, quiere ser oído aunque nosotros, como
mortales, no seamos capaces de asimilarlo.
Miguel Otero Silva es un orgullo
nacional. Su literatura forma parte de nosotros como venezolanos y, a través de
una narración maravillosa y un lenguaje sublime,se adentra en la vida de
Jesucristo, alejándose de los parajes crípticos de la biblia y mostrándolo en
su cotidianidad, desde una perspectiva más humana, alejada del Dios que es. Es
curioso porque el venezolano, que era ateo, logra describir con mucha pasión y
sensibilidad quien fue el Jesús.

Queda claro que indagar en la vida
de Jesús como un personaje histórico es inútil porque su presencia es el
misterio, que no se explica con hechos concretos, sino con las scrituras de la
biblia, pues el origen de Jesús está en Dios. Su historia, según Lanza del
Vasto, es una enseñanza, que el escritor enaltece como una “piedra angular”,
partiendo de un verso del poeta San Juan de la Cruz para enunciar su novela,
que demuestra un rico proceso de documentación, no sólo de las sagradas
escrituras, sino también de los comentarios modernos sobre las mismas. De
hecho, el autor habla a profundidad de diversos temas controversiales, como las
relaciones de El hijo de Dios con Juan el Bautista, la figura de Herodes y su
corte, Judas, etc, en un tono cotidiano, real.
Sin embargo, lo que más me llama la
atención es su capacidad para captar un Jesús, a mi parecer, latinoamericano.
Me explico, retrata a un Cristo ajeno a mitificaciones, a la historia, lleno
delas tensiones de su tiempo, solidario con su entorno, colaborador con los
pobres y triturado por “poderes” que desestabilizaron su posición privilegiada
frente a una vida que arrastraba cada vez a más partidarios no convenientes
(¿relación con las dictaduras de este lado del mundo, con la marginación constante
y con la fe que tenemos? Es probable).
“El riesgoso compromiso de levantar
a los pobres de su miseria y abrir para ellos, y solamente para ellos, las
puertas del Reino de Dios”, es una de las frases que recoge Otero Silva en
cuanto a los motivos que lo llevaron a morir y que aún continúa afectando a
unos cuantos líderes. Además, habla de los milagros, diciendo que son signos
que deben ser significativos para quienes lo reciben, pero que pueden resultar
contrarios en amplios sectores de la sociedad (relación con las campañas
políticas, que se puede enmarcar en esa frase que reza que el socialismo es eso
que te rompe las piernas para que agradezcas las muletas). Agrega que Jesús
sorteó muchos obstáculos, pero que sin duda alguna, uno de los más significativos
es la tentación, a la que siempre le huyó, como una metáfora de la codicia y la
ambición.
Me parece importante recalcar
aquellos capítulos en los que habla de la muerte de Jesús. Dice que su
muerte recibe mucha fuerza y poder por ser la culminación extrema de la entrega
de una vida sufrida que marcó a todo un pueblo (Chávez). Si Cristo no hubiera
sufrido, no sería considerado un salvador. Recordemos que él resucitó al tercer
día y que, al igual que muchos políticos, vive en la memoria colectiva como un
héroe que los sacó de la miseria y que siempre está ahí ante cualquier mal o
petición, siendo la espada de los pobres y el defensor contra los privilegios
de los “ricos”.
Así como otra de las tantas
metáforas de este libro, La piedra que era Cristo vuelve a contar la vida de
Jesús, en una especie de resurrección y de un nuevo comienzo de todo lo que ya
ha sido. Otero Silva hace nuevas parábolas, describe nuevos ambientes, plantea
otro tipo de fe, de angustia y de pasión por Dios, pues se mete dentro de su el
alma de sus personajes y sin quitarle peso a la figura de El hijo de Dios, nos
muestra como su llegada trastornó la vida de todos aquellos a los que llevó su
prédica, haciendo guiños a sucesos políticos e históricos que se siguen
repitiendo. En definitiva, una novela fiel al evangelio, que le da otra lectura
y que me ha encantado. Recomendado e imprescindible.
Gracias por este escrito, Mariana. Yo leí este libro hace muchos años, cuando todavía no leía la Biblia. Me alegra que tal vez por esta lectura, y por el libro de Miguel Otero, muchos se acerquen a Dios (que tanta falta nos hace), que muchos se animen a buscarlo y a encontrarlo en su Palabra: La Biblia. Bendiciones para tí y para todos los que te leen.
ResponderEliminarAmén y muchísimas gracias.
EliminarMe encanta este libro. Ojalá Miguel Otero haya recibido en su corazón a nuestro SEÑOR Y DIOS JESUCRISTO 🙏🏼 Y repito lo de la Sra. Ambar Gómez, que muchos se hayan acercado a Dios por la lectura de ese libro 🙏🏼
ResponderEliminarUna prosa asombrosa. Cómo este hombre no dejó todo y se dedicó sólo a escribir con semejante talento.
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