Restrepo me conquistó con Delirio. Así
que me propuse leerla más. Leopardo al sol parecía ser su siguiente mayor
ambición. Y vaya qué novela.
El asesinato de Adriano por parte de
su primo Nando desencadena una trama destinada a ser dura en las intermitencias
del desierto. La sangre se paga con sangre. Alimentan su sed de venganza con
negocios ilegales, a través del dinero fácil en una nueva sociedad donde ese es
el camino. Restrepo se basa en un acontecimiento real, en la que dos familias
del desierto de La Guajira, al norte de Colombia, que se condenan mutuamente a
un círculo vicioso y sangriento, mostrando la realidad del país, con un
lenguaje brutal y crudo, que deja a entrever la historia de amor que humaniza las páginas de
la novela, donde las madres buscan preservar la vida de sus hijos. La escritora
explora dimensiones humanas poco vistas en el alma de las mafias colombianas y
hace una radiografía de la intensidad y la complejidad de su entorno familia,
el honor y la muerte, que giran en torno a su ambición por el dinero.
Es una historia de violencia, de
narcotráfico, de poder y de una sociedad en decadencia. Muy al estilo de los
Montesco y Capuleto, recrea los esquemas familiares de Colombia, cercanos a
nuestra experiencia como latinoamericanos. Leopardo al sol es una novela
magistral, que se construye sin fisuras, que se despliega con un fuerte pulso
narrativo, enfrentando a dos familias que terminan odiándose y matándose unos a
los otros. Lleno de sangre y muerte, es un libro que permite leer directamente la realidad de su
país, que no se aleja del resto del continente.
Refleja a los
primeros clanes del narcotráfico “como personas generadas por la sociedad y no una plaga
maldita al margen de todo. Los colombianos, hasta la década de los setenta,
estaban metidos en un mundo en el que dinero no era sinónimo de felicidad.
De repente, esa sociedad se transforma y aparecen sótanos en los que se pudren
millones de dólares, armamento de última tecnología, grandes matanzas y los
carteles que acaban con un poder más fuerte que el del Estado. La entrada
masiva del capital genera así "estructuras primitivas, al margen de todo
sistema jurídico, en las que la única codificación es la venganza”.
Cuando
el libro fue publicado, ya Colombia era una nación violenta, llena de cocaína y
de capos. Alcanzaba unos niveles y amplitudes nunca antes visto. Ven aparecer
los carteles, los paramilitares y los sicarios, quedando marcados por esas
imágenes monstruosas de personajes acribillados a tiros, civiles víctimas de
secuestros, balas perdidas o aviones bomba que acababan con ello. Los actos
inhumanos y atroces que protagonizan estos entes se van convirtiendo en
monstruos que devoran a su país y a su sociedad, siendo esta la realidad que
nos sumerge en Leopardos al sol, donde la ficción nace de la realidad.
Tras 11
años de investigación, Restrepo indaga el origen de la mafia en su país. La
colombiana interesada en saber el porqué de esta “vaca loca” que los mata como
nación y sociedad, construye una novela que habla del tráfico de drogas, que
nació de forma “tribal y espontánea, como el contrabando de tabaco”. Crea un
relato donde predomina lo visual, con tiempos que van y vienen, a modo de
tragedia, donde el hombre se enfrenta a su destino.
La violencia para ella es el “fruto de
la yuxtaposición de balsas culturales atávicas con el capital avasallante y la
globalización. Una situación que se extenderá a otros rincones del planeta y
que aparece mucho más visible desde el 11 de septiembre" y ve a Colombia como “un
laboratorio del futuro”.
“Colombia ha tenido que vivir con la muerte de
una manera obscena, lo que ha generado una cantidad enorme de literatura
diciendo que la vida es mejor que la muerte”, alega, diciendo que el éxito de
la violencia radica en que “la muerte es mucho más estructurada que la vida,
tiende sus propios caminos y ofrece expectativas atractivas”.
En definitiva, una novela que determina que
nadie puede escapar de su destino. El ambiente tenso se despliega por toda la
historia, dando un reflejo de esa Colombia
violenta que resurgió de las cenizas. Con un lenguaje limpio y una investigación
exhaustiva, Laura Restrepo nos trae una tragedia real, que refleja nuestra
cotidianidad como continente y que merece ser leída.
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