Ay, por dónde empezar.
Las novelas de Bolaño
sólo se disfrutan. Para entenderlo, hay que dejarse llevar. Es por ello que mi recomendación más sincera
para todos aquellos que busquen empezar por el autor es: no preocuparse por la
velocidad de las cosas y disfrutar de los personajes y el arte que tenemos
frente.
Bolaño es uno de los
escritores contemporáneos más leídos. Tiene un montón de obras
publicadas, que yo he ido leyendo poco a poco y que me han dejado gratamente
impresionada. Maneja un estilo muy particular, por lo que entiendo que haya
quien lo ame y quien lo deteste. Aún así, creo que ningún lector, por lo menos
latinoamericano, del siglo XXI debería morir sin haberlo probado por lo menos
una vez.
A pesar de lo
anteriormente dicho, no considero que Los detectives salvajes sea la mejor
novela para iniciarse con el escritor. La obra se divide en tres partes, cuya
primera y tercera son el diario de Juan García, un chico de 17 años estudiante
de derecho, una en México DF en el 75 y la otra en Sonora en el 76. Por su
parte, la segunda parte se compone de diversos fragmentos recogidos por 52
personajes, que narran 20 años de vivencias de los poetas Arturo Belano y
Ulises Lima desde distintas partes del mundo, que llevan a preguntarnos, ¿acaso
son el reflejo del escritor y su amigo Mario Paspaquiaro? He ahí la cuestión.
Acompañamos a cada uno
de ellos en una loca carrera hacia ningún sitio y Bolaño invita a emocionarnos
con sus absurdas vidas y a averiguar los vínculos que los unen, con un cariño
implícito que se genera a medida que la lectura avanza, transmitiendo un
escepticismo como sólo él sabe hacerlo, pues parece estar todo de cabeza, ya
que todo es relativo y discutible. Toma aspectos de la vida cotidiana y los
convierte en una pesadilla donde el único fin es sobrevivir, porque todo lo
demás o no existe o no importa.
La historia tiene
guiños a la realidad chilena y el exilio degrandes intelectuales
latinoamericanos. Es así como las indagaciones de Arturo Belano y Ulises Lima,
defensores del realismo visceral, emprenden la búsqueda de Cesárea Tinajero,
que los lleva a un final dramático, con un doble sentido literario y político. El escritor se basa en grandes
experiencias personales, que quedan evidenciadas en cosas como el parecido
entre “Belano” y “Bolaño”, haciendo un anagrama dentro de la novela. Los
microrrelatos de la segunda parte complementan a las otra dos, ofreciendo una
visión fragmentada y discontinua de los hechos, a través de perspectivas muy
distintas y, por ende, contradictorias. Los diversos personajes se convierten
en cronistas que se instauran en el mundo novelesco y Bolaño los une con
brillantez, permitiendo que se identifiquen según sus culturas, formando un
conjunto que incluye una gran variedad
de jergas y coloquios.
Es así como construye una
obra que se asemeja increíblemente a la vida real, con un mundo caótico,
imprevisible y arbitrario, donde cada día surgen más y peores problemas
distintos. Es en ese mundo donde reina la locura donde demuestra que la
literatura es una forma de supervivencia y la muerte es lo único certero.
Con un sentido
netamente metaliterario, convierte las teorías en sentidos lúdicos e irónicos,
con un lenguaje nuevo y personal que transmite su peculiar visión de la vida y
que le sirve para expulsar fantasmas que lleva dentro. Acompañado de un hilo
fragmentado, el libro relatado desde ángulos distintos consigue sacudir al
lector y hacer que conecte, por sus propios medios, todos los hilos sueltos que
Bolaño va dejando a lo largo de la novela.
Bolaño es un as en el
suspeso y hace de Los detectives salvajes un libro sugestivo. Sus personajes
son detectives y salvajes de maneras distintas, pues buscan el nacimiendo de
una nueva literatura, estando al margen de una sociedad que espera su
comportamiento correcto. El escritor es un grande de la literatura, la suya,
por su parte, es sumamente sofisticada, que hace que el momento de leerlo sea
extraordinario.
La novela cierra con
una pregunta, que da pie a pensar que la intención del chileno no era otra más
que convertir al lector en un detective salvaje capaz de resolver ese acertijo
final que deja una ventana abierta, siendo una metáfora recurrente en la
novela. Hace que su lector sea participe y cómplice, en una novela donde el eje
central son las narraciones de otros que nunca estuvieron en la búsqueda, donde
los personajes y el autor parecen unirse en un mismo ser.
En definitiva, una
novela distinta, complicada, que no es la mejor para comenzar por el autor,
pero que sin duda, vale la pena leer alguna vez en nuestras largas vidas. Una
obra que se compone de fragmentos que bien pudieran ser novelas enteras y donde
el escritor nos convierte en testigos presenciales de todo lo ocurrido.
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