La guerra del fin del mundo, Mario Vargas Llosa.


La guerra del fin del mundo recrea la Guerra de Canudos, ocurrida en 1897, donde se movilizaron hacia el nordeste brasileño más de 100.000 soldados. Ahí, azotados por sequías y plagas, se acerca el cambio de siglo y el posible fin del mundo. En circunstancias como aquellas, la consecución de la dignidad vital se rige por la exaltación religiosa (el convencimiento de la elección divina de los marginados del mundo) y del quebranto de las reglas que rigen al mundo de los que tienen poder. Así, Vargas Llosa se introduce en mentalidades profundas, pasiones irracionales y desbocadas fuerzas sociales, para construir una novela fundamental en la historia literaria del siglo XX (I).
La novela se transforma en una guerra paradigmática en la cual los valores están en juego. Llosa integra a los Canudos al imaginario occidental y esto le sirve para tematizar una de las grandes amenazas del mundo moderno: la violencia irracional y la recaída en la barbarie, como consecuencia del entusiasmo fanático causado por la religiosidad y la política extrema. Con un carácter universal, está presente en el “fin del mundo” y en cualquier otro sitio, pues esta es  la fuente de un dogmatismo absurdo y destructivo, que tiene su origen en el inconsciente humano.

Así, el episodio pierde el carácter singular y se convierte en un fenómeno que puede y que surge en cualquier parte. Canudos se convierte en un lugar sin sustrato geográfico e histórico, pues es espacio de una acción que narra la una condición humana. Es así, un paradigma de un lugar latinoamericano, donde los valores éticos frente a la modernidad están en cuestionamiento, por un movimiento popular retrógrado y un Estado que abusa de su poder mediante el ejército.

Vargas Llosa sentencia que el problema radica en la constante tendencia a sustituir el análisis político con la utopía de cualquier signo, confundiendo fantasía con realidad, acabando viendo lo que se quería ver. Así, se materializa lo imposible de hacer en Europa, en busca de un paraíso inhabitado y perdido, que continúa hasta nuestros tiempos, sólo que esta vez con un sentido revolucionario y que compensa las decepciones propias.Introduce a un personaje como Galileo Gall para parodiar a tantos políticos empeñados en convertir a América Latina en un paraíso perdido. Él ve con los ojos de la ideología, porque su continente pertenece a su consciencia, donde vive su verdad absoluta, convencido de que esta está de su parte, defendiendo lo indefendible, con un discurso que ilusiona a cualquiera que no tenga sus ideales claros (Chávez, Fidel y por ahí sigue la lista).

Es una obra maestra y una novela que define a la narrativa latinoamericana del siglo XX en adelante. Es ficción, con una base y trasfondo histórico, que demuestra cómo el fanatismo religioso desencadena tragedias imposibles de frenar, lideradas por una comunidad de marginales expulsados de la sociedad para vivir al  márgenes de ella. Canudos se presenta como una metáfora de la violencia, dentro del paralelismo entre el Brasil del siglo XIX y la América Latina del XX, buscando evitar volver a caer en el abismo en el que hemos sido víctimas de un “grotesco aquelarre donde todo es caos, cuartelazo, corrupción, demagogia”.

Es la historia de un continente sumido en la barbarie, que presenta a América Latina como un territorio salvaje, teñido por el desencanto ante las promesas frustradas de libertad, donde se tolera lo intolerable. La ceguera ideológica de unos y otros surge como una condición dura, enriquecida con personajes dotados de humanidad, que se basan en una fe “auténtica” en la política o en la religión. La guerra del fin del mundo, más allá de reflejar un caso concreto, se propone realizar una denuncia a la intolerancia desde cualquier punto, criticando la marcada tendencia latinoamericana de abrazar una utopía, mientras se deja de lado lo que es posible en el aquí y en el ahora.

La denuncia al fanatismo es el eje vertebral de su novela, que viene por parte de los yagunzos, los rebeldes que se alzan, pero también contra los republicanos que intentan imponer su proyecto sin tomar en cuenta qué se llevan por el medio. Unos y otros, poseen ideologías contrapuestas, pero comparten la premisa de la concepción del hombre como un ser maleable que se puede manipular a voluntad, en función a la política o la religión.

“Dios” y “Diablo” se presentan como palabras que se refieren a la justicia y a la injusticia, dentro de un mundo que piensa que el ser humano es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo corrompe. El escritor parte de la convivencia áspera y violenta de América Latina, para mostrar a un continente sometido a una pobreza eterna, rodeado de militares y dictaduras que lo oprimen infinitamente. La guerra del fin del mundo es, en definitiva, una novela que plantea una reflexión sobre el camino a seguir y las diferentes alternativas, defendiendo el principio de tolerancia, que critica las utopías de extrema izquierda o religiosas fundamentalistas, porque ambas implican postergar un presente que nos necesita, en beneficio de olvidar las promesas de un futuro incierto.

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