La mitología nórdica se ha caracterizado por ser trágica,
destinal y caótica. Además, es compleja, ha sido modernizada y banalizada. Se
extendió a lo largo de Alemania, parte de Noruega, Islandia, Dinamarca, Suecia
y Finlandia, que compartían un conjunto de creencias, compuestas por textos
escritos entre los siglos XII – XIII d.C. No es una religión y se transmitió en
forma de poesía oral. No había una verdad entregada a los mortales, ni tampoco poseían un libro, aunque las Eddas
relatan lo ocurrido.
Al principio, sólo existía Niflheim (frío) y Muspelheim
(fuego), con el Ginnungagap (abismo) en medio. De las gotas que brotaban, nació
Ymir, un gigante, que fue alimentado por la vaca Audmla, que nació de un bloque
de hielo y sal, de cuyas ubres brotaban cuatro ríos de leche.
De su sudor, nacieron sus hijos Buri, que a su vez dio pie a
Bor, que se casó con Bestla, con quien engendró a los tres primeros Ases: Odín,
Vili (sacerdote) y Ve (voluntad), que derrocaron a Ymir y de su carne, nació la
tierra; de su sangre, las aguas; de sus huesos, las montañas; de sus dientes,
las rocas; de su cerebro, las nubes; de sus cejas, los límites del mundo; y de
su cráneo, la bóveda celeste, sostenida por cuatro enanos: Norðri, Suðri,
Austri y Vestri, que surgen como los cuatro puntos cardinales.
Para ellos, el mundo es un disco
plano, situado en las ramas del árbol Yggdrasil, que sostiene a los nueve
mundos. En sus raíces, tiene al dragón llamado Nidhogg que, rasgándolas, quería
derribar al águila que habita en la copa, desde donde vigila al universo. En su
entrecejo, vive el halcón Veðrfölnir,
que chequea los movimientos del águila. De una punta a otra, la ardilla
Ratatösk camina llevando noticias falsas del final hasta la punta, creando
discordia a lo largo del Yggdrasil, que se simboliza como el camino desde el
inconsciente a la conciencia.
El nueve juega un papel importante, ya que es el último
número simpe, el eje final, del calor al frío, en un ciclo biocósmico e
integral, que agrupa a los nueve mundos, que comienzan con Asgard, la región
alta del cielo, donde vivían los dioses, en el centro del disco y solamente
podía llegarse hasta allí caminando por el puente Bifröst, un arcoíris guardado
por Heimdall, provisto de un gran cuerno con el que avisaba las visitas. Este
mundo representa el plano del yo, la superioridad y la espiritualidad, así como
la positividad y la individualidad.
Seguido, nos encontramos con Midgard, en el medio, que era
la morada de los humanos, que viene a ser un poco el yo interior y el centro de
la personalidad. Luego, viene Helheim, el reino de los muertos regido por Hela,
hija de Loki, que guardaba a las almas en pena y que simboliza los deseos
intuitivos, íntimos, ocultos y suprimidos. En los extremos, tenemos a Jötunheim,
la región de los gigantes y que habla de lo que te confunde y la parte caótica
del yo. En Svartálfaheim, viven los elfos oscuros, con emociones puras y
creatividad; en Alfheim habitan los elfos de luz, que reflexionan sobre las
emociones, anhelos y deseos reprimidos. Niflheim era la una morada fría y
oscura, mundo de los hielos internos y las emociones que te resisten,
influencias pasivas, mundo de tinieblas, desechos de la conciencia y origen de
los conflictos interiores. Muspelheim
era la morada de los gigantes de fuego, así como de las influencias activas. Por
último, los Vanir vivían en Vanaheim, donde se hallan las relaciones eróticas,
el crecimiento y la madurez.
El Yggdrasil es un proceso continuo e ininterrumpido, de
constante destrucción y reforma, así como de crecimiento de arriba hacia abajo.
Además, Es un componente dual, que se representa en figuras como Sól y Sköll,
que persiguen a Máni y Hati, la luna y el sol, demostrando la creencia
metafísica que expone que son los opuestos quienes logran fundar la creación
del universo.
¡Hola!
ResponderEliminarMe gustó mucho tu entrada, es muy buena de entender y el grafico que hiciste me encantó.
Me has despertado la curiosidad por saber más del tema.
¡Feliz año!