Cubagua narra la
peripecia del doctor Ramón Leiziaga que descubre como los dobles de los
personajes contemporáneos, se hayan ubicados en el remoto pasado de Cubagua.
Esa duplicidad no se limita sólo a los nombres, sino a ser las mismas personas
ubicadas en dos momentos separados y unidos en el tiempo. Cada uno de ellos
vive la realidad del otro, fundiendo así los planos temporales, donde la
búsqueda y la explotación de las perlas de ayer, es el petróleo de hoy.
A través de una
narración circular, donde el personaje principal se haya con su otro yo, el escritor
hace lo que le da la gana con el tiempo, dejándonos perplejos en tan solo 103
páginas, mediante una narración construida desde el punto de vista de los
indígenas, su cosmovisión, sus creencias y su concepto de tiempo y de sociedad,
con un personaje que llega a la Isla para enriquecerse y luego marcharse del
país. A partir de ahí, Leiziaga se olvida de su vida interior y penetra en el
mundo del eterno retorno, donde los personajes muertos y olvidados viven una y
otra vez en su presencia. Como en la Comala de Juan Rulfo (escrita, por cierto,
veinticinco años después), ninguno existe, pero aún resuenan en ellos los ecos
del pasado, el dolor de los indígenas arrancados de su tierra bajo la codicia
española, el llanto de las mujeres violadas y el clamor de la propia tierra
expropiada.
Cubagua relata la
historia que se cuenta en voz baja, donde sus personajes son seres que
coexisten, dentro de una isla rodeada de agua que funciona como espejo, que
refleja sus imágenes, con escenas que se copian y se reiteran en otra época,
siendo esta una cuestión que expone una historia lineal donde se muestran los
hechos del pasado y otra duplicada en donde se cuentan los mismos
acontecimientos, que buscan explicar que un presente nunca pasaría si no fuese
pasado al mismo tiempo que actualidad, así como nunca se construiría un pasado
si no se hubiese constituido previamente al mismo tiempo que fue presente, en
una contemporaneidad del pasado con el presente que fue.
En Cubagua, Enrique
Bernardo Núñez busca darle sentido a lo nacional, con una técnica narrativa
transformadora, que logra fusionar lo histórico con lo mítico, en una nueva
dimensión de la escritura. Toda su obra
es un viaje constante y simultáneo al pasado y al futuro, como modo de entender
y mejor el presente. A través de la crónica, la leyenda, la religión, el arte,
los cantos, los símbolos y las supersticiones populares indígenas, construye un significado del hombre del Nuevo
Mundo, fusionando dos historias similares, con cuatrocientos años de
distancias, a través un hilo argumental que subyace detrás de los hechos,
mostrando un ayer que vuelve a nosotros para explicarnos lo que somos,
utilizando un método que gira en torno a la circularidad de la vida y de la
historia, dentro de las acciones del hombre, que se repiten y se repetirán
eternamente.
Con un vaivén entre el
siglo XVI y el siglo XX, Núñez plantea que es posible repetir una historia
dejando a un lado cuatro siglos de diferencia, donde la crónica colonial y la
historia del petróleo se unen con más similitudes que las que parecen en un
primer momento. De una manera magistral, une el origen de la isla y el devenir
que recae en el período dictatorial de Juan Vicente Gómez y sus consecuencias,
para demostrar que hay situaciones que trascienden el tiempo, en una isla que
refleja y repite una historia condenada a ser un ciclo.
Núñez busca revelar
una conciencia colectiva que atañe a la condición y situación social e
histórica del hombre en Latinoamérica frente a los países conquistadores de
Europa en primera instancia, Norteamérica y posteriormente las dictaduras
propias del continente, que buscan transformar la mentalidad de los pueblos,
que el escritor presenta como la serpiente que se muerde la cola, pues nuestra
historia parece devorarse a sí misma, como si el tiempo no transcurriera para
nosotros, como si todo girara sobre sí mismo, como si las aguas pasaran siempre
por la misma Isla.
Construyó una novela compleja
que ha quedado olvidada en el tiempo. Cubagua es el primer libro que juega con
las líneas del tiempo y la mitología indígena en la narrativa latinoamericana;
pero también es una obra difícil de leer y juzgar. Por momentos la odias, en
otros te marea, pero aún así consigue atraparte y dejarte boquiabierto. Ahora
bien, no es un libro para todo el mundo, aunque todo el mundo debería leer. Es
decir, hacerlo no es una tarea sencilla, ni tampoco algo para presionarse, pues
incluso va adelantada a su época y en pocas páginas consigue mezclar una
denuncia social, con un viaje interior y un juego entre pasado y presente, que
convierten a Cubagua en una lectura que requiere de mucho tiempo y dedicación.
Sin embargo, leerla es casi indispensable para cualquier lector venezolano,
pues en ella están puestas nuestras primeras raíces literarias.
En definitiva, una
novela indispensable, que aspira a un cambio de conciencia social que se
cultiva y que espera que se vuelva repetitivo, ¿lo logró? He ahí la cuestión.
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