Yo el supremo, Augusto Roa Bastos.



Enmarcada en la trilogía del Dictador, Roa Bastos nos trae Yo el supremo, su primera entrega y la biografía hecha ficción de José Gaspar Rodríguez de Francia, que tuvo el poder absoluto de Paraguay entre 1814 y 1840, tejida a través de fuentes orales e intertextualidad para construir una novela densa, que pone en entredicho la historia oficial y alimenta el mito.

"La novela cabalga sobre la historia de Paraguay, pero no es historia. La historia está respaldada por la documentación histórica exacta, pero en esa documentación hay flancos que pueden ser llenados por en el escritor, y en el caso del Supremo se cuenta mejor la realidad", dicen los críticos, permitiendo concluir que Roa Bastos reescribe la historia de Paraguay a su manera, centrándose en el gobierno de Francia, con una visión subjetiva, propia del discurso literario.

Roa Bastos acompaña a su obra con artículos periodísticos a pie de página que la dotan de un sabor histórico, al igual que los monólogos del dictador, donde evidenciamos su sed de poder, su narcisismo y su complejo de superioridad propio de su cargo. 

El escritor se debate entre la historia, la política, la filosofía y las voces guaraníes para presentar a su personaje como un hombre extremadamente culto, pero loco, que se cree insuperable gracias a todo lo que "es", pues el personaje habla tres idiomas, conoce teorías, lee muchísimo y sabe de agricultura, astronomía y un largo etcétera, lo que le añade al libro un toque adicional, pues es una galería de datos curiosos, a través de los cuales el escritor muestra a una infancia rota, marcada por el odio a su padre, una dualidad de madres y una vida llena de ego, misoginia, complejos, inferioridad social, fealdad y crueldad, que conducen al protagonista a un régimen de terror devastador para todos por igual.

Roa Bastos novela la biografía de Rodríguez de Francia de una manera exquisita, alimentando en el lector la fascinación por el poder y la figura del dictador. Sin duda, no es una lectura fácil, pero sí vale la pena inmiscuirse en ella, pues es indispensable. En Yo el supremo, el dictador es abordado como una totalidad que se ha devenido gracias al poder, bajo una implacable soledad, sin lazos familiares o amistosos, casi sin sentimientos, volviéndolo un ansioso del poder y permitiéndole al escritor mostrar una cara humana detrás de la gran e imponente figura.

Teniendo al lenguaje como su principal medio, el dictador se alza como supremo e inalcanzable. Gracias a lo que conoce, él sabe que la verdad se esconde en el discurso y que posee el poder del habla y la escritura para manipular a su antojo. Así, el escritor paraguayo reflexiona sobre las figuras dictatoriales y construye, en definitiva, una novela imprescindible.

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