Sophie nunca había sido tan feliz como en su amistad con Morgana. Ambas jóvenes, reunidas en el convulsionado Chile de los ’70, descubren que es mucho lo que comparten, sobretodo su sensibilidad, gusto por el arte y la poesía. Por ello, juntas forman un núcleo de códigos propios que las vuelven indestructibles. Sin embargo, también comparten un mismo amor: Diego, el padre de Sophie, cuya pasión con Morgana traspasará los límites.
Luego, casi 30 años después, los eventos del 11 de
septiembre del 2001 afectan a una Sophie ya consagrada como artista plástica,
lo que hace que vuelva a su mente otro 11 de septiembre, que truncó la vida de
su familia y del que se ha olvidado, a fuerzas, con el tiempo, hasta ahora,
pues siente que ha llegado el momento de abrir un pequeño espacio para ese
hecho del pasado que bloqueó en su mente para recuperar lo perdido.
Me encanta el trasfondo psicológico que hay en cada uno de
los personajes de Nadar desnudas, pues al desenvolverse en un ambiente de amor
y transgresión, dejan fluir su sentir, muy especialmente Sophie, que inunda el
libro con sus deseos, dolores, dificultades y crisis personales y colectivas,
que maneja una hipersensibilidad que la aísla para protegerse de emociones que
no logra controlar. Diego y Morgana completan el trío inseparable, disuelto por
los reveses de la vida, que le da ese toque de drama personal a la historia,
que le permite a Guelfenbein hablar de la condición chilena de aquellos años,
con sus anhelos por construir un socialismo fracasado, que hizo crecer el odio
y la violencia, deteriorando la convivencia cívica y el crecimiento de la
población armada, que vio fin un 11 de septiembre.
La chilena desmenuza el alma de sus personajes para hacer un
catálogo de emociones humanas, en una novela donde hablan las miradas y los
cuerpos de quienes la componen. Así, crea un universo único donde solo ellos
tres conviven, con el resto del mundo apartado, ajeno, transmitiéndoles una
sensación de inmunidad que los destroza y los recompone, sobretodo a una Sophie
muy Mariana, encerrada en sí misma,
amparada por su padre, inepta para vivir, insegura, vulnerable, que poco a poco
descubre lo que el título de esta novela encierra.
En definitiva, Carla Guelfenbein hace uso de su poética
prosa para desnudar almas y hacerlas nadar en un mundo sin piedad. Una novela
preciosa.
Realmente, por el título debo confesar que pensé que era una de esas novelas que hablan de amor LGBT. Pero esa sinopsis me llama muchísimo más. Me gustan esos personajes con trasfondo que nos permiten conocer su personalidad y de paso, vernos un poquito reflejados en ellos.
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