En El reino de este mundo, Alejo Carpentier se debate entre
el realismo mágico y lo real maravilloso para explorar los orígenes de la
independencia Haitiana, donde lo fantástico es lo cotidiano y lo real.
Partiendo de una historia original, el escritor utiliza su poder narrativo para
armar un relato alucinante e incomparable que recrea los antecedentes de la
libertad del primer país latinoamericano en conseguirla, a través de los ojos
de un esclavo, en una isla donde la tiranía y la represión se adhieren a la
opresiva monarquía de Henri Christophe, dibujando así una tierra que se vuelca
al Vudú en medio del auge del poder negro en América y la repercusión de
Francia en las Antillas.
Carpentier plantea en un primer momento en el proceso de
liberación del pueblo contra Francia, uniéndose para derrotar a quienes los
colonizaron, proclamando su libertad. Sin embargo, ya para la mitad del libro,
nos habla de ese proceso donde se enfrentaron negros contra negros, a pesar de
que provenían de una misma condición, colocándose unos sobre otros,
sometiéndose como hermanos.
Por ello, el escritor narra un proceso que abarca más de una
vida entera, que inicia y culmina el ciclo de Ti Noel (eje central),
presentando la vida de un pueblo que, a pesar de librarse de la esclavitud, nunca
es realmente libre. Haití fue el primer país latinoamericano en conseguir
librarse del yugo español y hoy en día se encuentra sumido en la miseria y
completamente olvidado. Eso deja mucho que pensar.
En El reino de este mundo se evidencia un notable equilibrio
entre el realismo mágico y lo real maravilloso, ya que alrededor de los
elementos fantásticos y exóticos propios del continente latinoamericano, hay
una gran cantidad de denuncias y reclamos contra la sociedad de la época,
demostrado en claros ejemplos como la “metamorfosis” para unos y la “ejecución”
de Mackandall para otros, reflejando la
visión de otredad del movimiento. Mientras para los franceses es visto como un
acto de crueldad pura que pone final a la vida del buscado personaje, para los
esclavos de su misma raza es el inicio de su nueva vida, y no paran de reírse
porque celebran el comienzo de su ciclo. Así, Carpentier muestra las costumbres
y religiones del pueblo mediante lo real maravilloso y denuncia el yugo español
que no comprende su ideología con el realismo mágico.
Partiendo de una imaginación desbocada que acude a una
realidad absurda, Carpentier se deslumbra ante la cuestión de si es la realidad
la que persigue a la imaginación o
viceversa, demostrado a través del personaje de Ti Noel, que se asombra ante
una realidad que lo avasalla. ¿Cuán real viene a ser lo maravilloso, y cuán
maravilloso viene a ser lo real?, se pregunta, imaginando con delirio.
«Para empezar», dice Carpentier, «la sensación de lo
maravilloso presupone una fe», y lo maravilloso comienza a serlo de verdad
cuando surge de una alteración de la realidad, permitiendo concluir que no era
la modernidad que los europeos traían, sino el pasado represado que se resolvía
en sacristías, supersticiones y brutalidad, unificando mediante la novela un
movimiento que recalca las tradiciones y orígenes haitianos, en busca de una
consciencia latinoamericana propia, autónoma e independiente.
A lo largo de la novela, el
personaje busca su libertad, pero también a sí mismo, en pro de lograr su
salvación, representando al pueblo latinoamericano que está en un constante
círculo en búsqueda propia en función de la opresión impartida siempre hacia a
ellos y el desconocimiento de su ser; que no logra cerrar ante un mundo que se
le derrumba. Sin embargo, seguimos sumergiéndonos en este viaje mágico que es
nuestro continente, de la mano de Carpentier que nos lleva a conocer la
historia de Haití, en una novela bien hecha, cargada de ironía, en un ciclo
vicioso donde todo final es un origen. En definitiva, un viaje por el reino de
este mundo que es, sin duda alguna, ¿nuestro?
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