Mientras Augusto Pinochet hacía desastres,
habían niños que aprendían a leer y dibujar, mientras sus padres se convertían
en cómplices o víctimas de la dictadura. Formas de volver a casa muestra el
Chile de los 80’s a través de los ojos de un niño de nueve años, que busca
entender lo que sucedía en aquellos años, mediante un diario donde registra sus
propósitos, dudas y cómo influye la autoridad sobre la niñez. Zambra reflexiona
sobre el pasado y el presente de su país natal y pone en el panorama la crisis
de un país desgastado, con un personaje que no claudica ante su soledad.
Refleja la sobrevivencia de cada día en su
utopía individual, ligada a la concepción de la literatura como parte de la
vida y como registro de los fracasos y el aguante, con precisión, tristeza y
ternura. Con sutileza y habilidad, narra el simple acto de volver a casa, que
se convierte en una odisea complicada y dolorosa, paseándose por la política,
el amor, la literatura y la formación de un escritor, transmitiendo lo que
quiere contar a través de la historia de la historia, en un juego metaliterario
y autobiográfico dentro de una realidad que se nos escapa eternamente de las
manos.
Es una pieza sobre la familia, el regreso, el
recuerdo, la infancia y la distancia desde la mirada adulta. Sorprendente,
estimulante, que se arma como un antídoto contra lo fácil, lo gratuito y lo
excesivo. Es un ajuste de cuentas con el pasado de Chile, con los padres de la
generación de Zambra, surgiendo para demostrar que de los panoramas más oscuros
resultan las novelas más espléndidas, donde el escritor relata con cada palabra
justa y en su sitio una historia perfecta, redonda.
Es una apuesta distinta, tangencial hacia el
período de la dictadura de Pinochet, que se enfoca en la sociedad de a pie
durante y después de ella. Se centra en esas “nuevas familias, las
familias sin historia, dispuestas o tal vez resignadas a habitar ese mundo de
fantasía”, que renacen después de casi dos décadas de represión. Ellas, que
vivieron sin oponerse ni apoyar, al margen, se establecen como el vivo reflejo
de la experiencia, en una especie de exposición de la sensibilidad de una
generación que muestra los resultados de vivir en ese régimen, “creyendo eso,
que la novela era de los padres”. Así, la obra escrita por Zambra es
precisamente eso: una novela de padres e hijos, sobre cómo entender el pasado,
cómo juzgarlo y cómo escribir para vivir.
Fusiona lo político y
lo familiar, desde el ámbito privado del sufrimiento de la dictadura, que forma
parte de ellos, pues nada ni nadie escapa de ella y todos están dentro de sus
normas, afectados para siempre. Es, en resumen, una marca indeleble compartida a
través de las generaciones, que hacen un balance sobre lo que hicieron y lo que
dejaron de hacer. El chileno alcanza a construir una novela que recrea a su
propio país y que es, como lo indica su título, una forma de volver a empezar
en el mismo lugar y con las mismas personas.
Formas de volver a
casa se construye desde la fantasía que oculta el horror y genera misterio, a
partir de un niño, un mundo de adultos y el amor. La literatura es aquello que
crea aquello que se oculta y crea un juego interesante que la vincula con la
vida y la política. De esta manera, Zambra consigue una novela que va y viene
entre el pasado y el futuro, donde surgen preguntas sobre la identidad, la
experiencia, la adultez y sobre la dificultad de abordar el pasado.
En definitiva, a
Zambra se le nota la habilidad para la poesía, pues construye un libro
precioso, sublime, con una narrativa divina, que concluye que la historia la
cuenta quienes sobrevivieron. Indispensable. Bellísimo.
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