Guadalupe Chávez es prostituta y madre del
narrador que, a lo largo del libro, se encamina a la muerte, gracias a la
leucemia. Su enfermedad le impone a su hijo un ejercicio autobiográfico que lo
lleva a sumergirse en su infancia y juventud, mientras indaga en la relación
con su mamá, sus hijos y su país, lleno de corrupción, violencia y destrucción.
Con un marcado tono autobiográfico, Canción
de tumba es un libro inquietante, duro y profundamente humano. Mientras hace
guardias en el hospital para vigilar a su madre, comienza a escribir la
historia de una mujer que se ve obligada a llevar a sus hijos de una ciudad a
otra y Julián recuerda con precisión la vida que ha transitado, entre
cuartuchos alquilados, maridos, padres indiferentes, abandonos y pobreza.
La historia familiar le permite pasarse por
distintas regiones de México y hacer un diagnóstico de su realidad. Las
desigualdades, el narcotráfico, la violencia y la corrupción. En una realidad
compleja y contradictoria, se presentan personajes al borde del miedo, la
enfermedad, la desesperanza, el odio y la muerte, que van y vienen en el amor,
la solidaridad, el placer y la alegría, demostrando que el mundo es una
infinita escala de grises.
Partiendo de una visión crítica y amorosa de
México, la nación que Herbert recrea es una geografía, una realidad, una
cultura, una costumbre y un lenguaje propio
que el transita y que lo convierte en un mundo propio. Siguiendo los
pasos del narrador, permite que el lector llegue a una respuesta, dentro de un
mundo donde no hay verdad absoluta de lo ocurrido, porque lo importante no es
la veracidad de los hechos, sino cómo se cuentan y qué generan.
Julián tiene defectos, virtudes, traumas,
vicios, pero carece de miedo. No tiene miedo a errar, a la muerte, ni mucho
menos a vivir. Suelta la historia, nos hace sospechar y nos hiela la sangre,
sin apostar demasiado porque ya lo tiene todo perdido. Diviniza lo cotidiano, exprime su nostalgia,
abordando la fragilidad humana y llevándonos a ver en primera fila el camino de
la muerte de su madre, descendiendo lentamente al infierno y conociendo la
tristeza de un escritor que se vio salvado en la literatura.
La trama se compone de piezas fragmentadas
que hacen un tratado del cuerpo y de la identidad. Herbert busca escapar de la
historia familiar que arrastra y en Canción de tumba se encuentra a sí mismo a
partir del cuerpo de su madre, que ve morir, sin caer en sentimentalismos ni
condescendencias, sin maquillar el odio que marca un vínculo filial lleno de
rechazo mutuo. No deja de lado cualquier detalle sobre el amor – odio que
siente por su madre, haciendo de esta una historia que pesa sobre los hombros
del lector, que se despide junto a él de esa mujer que lo hizo todo por sus
hijos.
Con un idioma mixto,
híbrido, el mexicano construye una gran narración fría, casi sin sentimientos,
dejando de lado la nostalgia que debería transmitir. Reflexiona desde lo visceral,
siempre al margen de la esperanza, en un brutal descolgamiento en los
precipicios del pasado que, además, le permiten explorar la construcción de su
propia madurez, sus fracasos como padre, sus dudas como esposo, teniendo como
fondo a su país devastado por la violencia y la injusticia.
En definitiva,
Canción de tumba es un libro que viaja por las aguas profundas del pasado,
donde comprendemos que el amor es un virus poderoso y el más radical antídoto
para la muerte. Léanlo. Yo, por mi parte, prometo seguir con las obras del
autor.
Trabajos chéveres: https://lesateliersdusal.files.wordpress.com/2013/08/8sc3a1nchez.pdf
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