Jezabel, Eduardo Sánchez Rugeles.



Un asesinato en una Venezuela post-chavista abre Jezabel, una novela que habla de adolescencia, amistad, hastío y memoria, pues es ella quien ayuda a reconstruir el pasado en el presente, tal y como su protagonista Alain intenta hacerlo, buscando borrar lo que fue para desconocer su origen y eliminar las raíces que sostienen su identidad casi inexistente, a la par que intenta resolver un crimen que ocurrió cuando era joven, excusado en el sexo, las drogas y el amor, que marcan esos errores que se arrastran de por vida.
Sin duda, Jezabel es un libro cercano a la realidad, que se cuestiona si el país está envenenado gracias a nosotros o si nosotros estamos envenenados gracias al país. Con un hilo sumamente interesante, Sánchez Rugeles crea una imagen de la historia que derrumba con un final inesperado y que nos mantiene atrapados desde el inicio, agobiándonos página a página con la intriga de saber qué sucederá a continuación.

Juega con el lector a su antojo y nos lleva por un laberinto de espejismos donde todo puede ser mentira. Carga a su novela de escenas fuertes que alimentan el morbo y que le dan soltura a la trama, haciendo de Jezabel una novela sumamente divertida.


En definitiva, en Jezabel, Eduardo Sánchez Rugeles arma un ejambre de emociones y detalles, que se compone de personajes cotidianos, jóvenes y trágicos, que le permiten hablar de travesuras y una juventud marcada por el pasado. Eliana, Lorena, Cacá y Alain le dan a la trama la soltura que necesita para avanzar, en torno a una narrativa bien cuidada y detallista, con descripciones que nos dejan los pelos de punta. Compleja, eso sí, pero vale la pena.

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