El resto es silencio coloca a tres personajes
engarzados por la vida, el amor y la redención. Por un lado tenemos a Juan, un
frío y exitoso cirujano a quien la muerte de uno de sus pacientes arroja a una
nube de recuerdos, reviviendo todo aquello que creía inmutable. Por el otro,
Alma, su segunda mujer, cansada de vivir junto a un hombre que le teme a los
sentimientos, se introduce en una excitante aventura que le hará cuestionarse
los pilares de su vida. Y, por último, coloca a Tommy, el hijo de Juan, que
tiene 12 años y que padece una enfermedad del corazón y que, afligido por la
lejanía de su padre, intenta encontrar motivo por el que su madre se suicidó.
Este libro es mucho
mejor que Contigo en la distancia, que fue galardonado con el premio Alfaguara.
La autora se muestra mucho más madura y construye una historia redonda,
perfecta, que me dejó sin palabras y que está cargada de ternura y tristeza,
que incita a reflexiones sumamente profundas. Detrás de las páginas de la
novela se esconde una historia de incertidumbre, angustia y dolor, que giran en
torno a una serie de verdades que una familia bastante real debe afrontar, en
conjunto con sus problemas y situaciones que reflejan los sinsabores de la vida
y como estos esconden el silencio que cada cual tiene formado.
Es una familia que
experimenta cosas diferentes y que cuenta con diversas perspectivas de vida.
Sin embargo, todas se unen, paradójicamente, en la incomunicación y en lo que
genera este problema. Entre limitaciones del lenguaje, pudor, miedo,
inseguridad y falta de espontaneidad, los personajes de El resto es silencio
viven a partir de sobreentendidos sobre los demás, sin atreverse a preguntar
las cosas más sencillas.
La novela es, así, una constancia de una de las
paradojas más importantes del ser humano, pues a pesar de tener el don del
lenguaje, que nos permite principalmente comunicarnos, éste es imperfecto y
provoca diferencias entre lo que queremos decir y lo que decimos, entre lo que
no queremos decir pero se nos escapa. La palabra es un doble filo, que sirve
para hablar, pero también para construir mundos, evidenciado a través de los
personajes, que al estar solos reflexionan y se comunican mucho, pero al estar
en conjunto viven bajo la tensión de lo no dicho. Terrible. Pero cierto.
Guelfenbein reflexiona sobre la indiferencia,
el bullying, la discriminación, el miedo, la necesidad de amor, entre un sinfín
de temas más del siglo XXI. Sabe manejar el lenguaje, logra insinuar en vez de
explicar, transmitiendo lo que viven y sienten sus personajes, con tintes de
nostalgia y temas impactantes, que concluyen en aspectos escabrosos del pasado,
que termina separándonos de quienes queremos.
En El resto es silencio, esta última palabra
es la protagonista. La vida no espera que tengamos las herramientas necesarias
para afrontarla y salir ilesos. Guelfenbein se sirve de sus personajes para
explorar la monotonía moderna que nos agota, abordando la relación con los
hijos, cómo entrar en su mundo y el amor incondicional que no puede faltar. La
novela es triste y cala hondo, sin embargo, no hay que perder la oportunidad de
leerla. En definitiva, "hagamos lo que
hagamos, la verdad siempre surge. Pero el problema es que cada cual cree que la
suya es la única o la más brillante, alrededor de la cual giran las otras
verdades", aprendiendo a escuchar el silencio de los
nuestros. No nos dejará indiferentes. Léanlo, porque un libro que no te deja
indiferente, siempre será necesario.
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