Boves, el urogallo, Francisco Herrera Luque.




José Tomás Boves, el guerrero implacable y el destructor del orden colonial, cobra vida en las páginas de esta novela para mostrar su perfil psicológico, a partir de sus facetas amadas o temidas, mostrando la importancia del mito del antihéroe dentro de la historia nacional.



Apegado a los hechos, presenta al antihéroe más cruel que ha pasado por esta tierra, dejando huellas visibles, empapadas de desventuras, pasión y sangre, que todavía pesan en nuestra memoria. Herrera Luque consigue tocar un punto esencial de las mil interrogantes que los venezolanos nos hacemos sobre nuestra historia, partiendo de la presencia de la violencia en ella, a través de la negación de Bolívar. Los estudiosos pintan a Boves como un hombrón de sonrisa canina y mirada penetrante, capaz de cualquier atrocidad posible, dejando incendio, saqueo y crimen a su paso.


Así, Boves se presenta como un hombre terriblemente fascinante, que estuvo dividido entre la aceptación o la repelencia rotunda. El odio y la venganza lo transformaron en un sujeto descabellado con graves problemas mentales, que Luque aborda, plasmando los sentimientos del caudillo asturiano, abarcando la lucha independentista, en una mezcla entre ficción e investigación, que le permite mostrar el desprecio que sentían los mantuanos por los pobres, como nadie lo había (ha) hecho. 


El personaje combinaba la música con el crimen, pues esta impulsaba su instinto homicida. Sobre él giran toda clase de cuentos e historias, pues incluso hay quien afirma que era hijo del Diablo y una bruja horrenda, a quien Satanás violó a las orillas de un río. Esto demuestra su concepción como un monstruo que, sin embargo, recorrió un largo camino para convertirse en lo que fue. “El no era malo… pero lo hicieron malo”, dicen por ahí, siendo esa la razón por la cual el escritor lo bautizó como el Urogallo, pues este es un pájaro, asturiano como Boves, que se muere cuando se enamora, ¡arre, Urogallo!



Porque no hubo “nadie más malo que Boves”, Herrera Luque se sirve de su figura para mostrar las diferencias raciales y económicas, logrando evidenciar las dos caras de la moneda y desnudando al personaje, hasta llegar a su inconsciente y rescatarlo del pasado, quitándole su imagen en un pedestal, mostrándole de carne y hueso, trayendo a colación a los antihéroes que la historia ha olvidado, pero que son sumamente importantes para comprender lo que somos y porqué.


Herrera Luque pone en manifiesto los cambios que se estaban produciendo, las transformaciones que en Venezuela se vivían, mientras que vuelca su mirada al pasado, para mostrar que la sangre y el sufrimiento son signos y símbolos del proceso de emancipación de nuestro país. Boves es la metáfora que se fragua alrededor de un contexto social lleno de crueldad y muerte, rodeado de adulación, demagoga y corrupción, que funcionan como armas invisibles que lo llevan al mando de los campesinos desamparados.



“Boves no es un accidente, no es tan sólo un bandido, como piensan muchos con un criterio superficial, sino la expresión del alma irredenta de este pueblo buscando la síntesis”, dice el escritor, demostrando que los resentimientos sociales construyen figuraciones literarias de destrucción y atropello, esbozando las pequeñeces humanas, a través de la figura de los dominantes y dominados, así como los rituales del poder, siendo esto lo que quiebra al personaje, en una lucha, no ideológica, sino en una especie de “quítate tú para ponerme yo”.



En Boves, el urogallo, Herrera Luque siente la necesidad de ahondar en el alma humana de aquel que inmortalizan como un terrible asesino y cuya barbarie nos prohíbe imaginar sentimientos dentro de sí, llevándonos a cuestionarnos si ¿será el ansia de poder quien agita la parte oscura del ser humano y le impide ver más allá de su ambición o, por el contrario, somos así por naturaleza? He ahí la cuestión.



Se adentra en la psiquis humana, presentando a Boves como un personaje de cuento, siendo la parte siniestra de la historia, en un proceso caótico, lleno de poder, que es la cuna de un movimiento emancipador, que es el reflejo de una guerra interna, utilizando la destrucción y la muerte al servicio de la vida. Podríamos decir que era, incluso, un personaje ambiguo, amigo de unos y enemigo de otros, que luchaba, más allá que por el destino de España, por su propia emancipación existencial, como complejo de su resentimiento, utilizando la palabra para lograr sus objetivos, haciéndonos reflexionar sobre el hombre y sus circunstancias.



Sin reinvindicarla, humaniza su figura y nos coloca en un dualismo entre lo verdadero y lo falso, modelando el carácter del personaje, que comienza cuando el poder acaba con su dignidad. Esboza su propia vulnerabilidad, en una novela que deja de lado su función como villano y lo presenta como un hombre atormentado. En definitiva, Boves, el urogallo, es una novela imprescindible, pues muestra la otra cara de la moneda y reafirma, desde una perspectiva poco tratada, lo que se esconde tras nuestra guerra de independencia.

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