José
Tomás Boves, el guerrero implacable y el destructor del orden colonial, cobra
vida en las páginas de esta novela para mostrar su perfil psicológico, a partir
de sus facetas amadas o temidas, mostrando la importancia del mito del
antihéroe dentro de la historia nacional.
Apegado
a los hechos, presenta al antihéroe más cruel que ha pasado por esta tierra,
dejando huellas visibles, empapadas de desventuras, pasión y sangre, que
todavía pesan en nuestra memoria. Herrera Luque consigue tocar un punto
esencial de las mil interrogantes que los venezolanos nos hacemos sobre nuestra
historia, partiendo de la presencia de la violencia en ella, a través de la
negación de Bolívar. Los estudiosos pintan a Boves como un hombrón de sonrisa
canina y mirada penetrante, capaz de cualquier atrocidad posible, dejando
incendio, saqueo y crimen a su paso.
Así,
Boves se presenta como un hombre terriblemente fascinante, que estuvo dividido
entre la aceptación o la repelencia rotunda. El odio y la venganza lo
transformaron en un sujeto descabellado con graves problemas mentales, que
Luque aborda, plasmando los sentimientos del caudillo asturiano, abarcando la
lucha independentista, en una mezcla entre ficción e investigación, que le
permite mostrar el desprecio que sentían los mantuanos por los pobres, como
nadie lo había (ha) hecho.
El
personaje combinaba la música con el crimen, pues esta impulsaba su instinto
homicida. Sobre él giran toda clase de cuentos e historias, pues incluso hay
quien afirma que era hijo del Diablo y una bruja horrenda, a quien Satanás
violó a las orillas de un río. Esto demuestra su concepción como un monstruo
que, sin embargo, recorrió un largo camino para convertirse en lo que fue. “El
no era malo… pero lo hicieron malo”, dicen por ahí, siendo esa la razón por la
cual el escritor lo bautizó como el Urogallo, pues este es un pájaro, asturiano
como Boves, que se muere cuando se enamora, ¡arre, Urogallo!
Porque
no hubo “nadie más malo que Boves”, Herrera Luque se sirve de su figura para
mostrar las diferencias raciales y económicas, logrando evidenciar las dos
caras de la moneda y desnudando al personaje, hasta llegar a su inconsciente y
rescatarlo del pasado, quitándole su imagen en un pedestal, mostrándole de
carne y hueso, trayendo a colación a los antihéroes que la historia ha
olvidado, pero que son sumamente importantes para comprender lo que somos y
porqué.
Herrera
Luque pone en manifiesto los cambios que se estaban produciendo, las
transformaciones que en Venezuela se vivían, mientras que vuelca su mirada al
pasado, para mostrar que la sangre y el sufrimiento son signos y símbolos del
proceso de emancipación de nuestro país. Boves es la metáfora que se fragua
alrededor de un contexto social lleno de crueldad y muerte, rodeado de
adulación, demagoga y corrupción, que funcionan como armas invisibles que lo
llevan al mando de los campesinos desamparados.
“Boves
no es un accidente, no es tan sólo un bandido, como piensan muchos con un
criterio superficial, sino la expresión del alma irredenta de este pueblo
buscando la síntesis”, dice el escritor, demostrando que los resentimientos
sociales construyen figuraciones literarias de destrucción y atropello,
esbozando las pequeñeces humanas, a través de la figura de los dominantes y
dominados, así como los rituales del poder, siendo esto lo que quiebra al
personaje, en una lucha, no ideológica, sino en una especie de “quítate tú para
ponerme yo”.
En
Boves, el urogallo, Herrera Luque siente la necesidad de ahondar en el alma
humana de aquel que inmortalizan como un terrible asesino y cuya barbarie nos prohíbe
imaginar sentimientos dentro de sí, llevándonos a cuestionarnos si ¿será el
ansia de poder quien agita la parte oscura del ser humano y le impide ver más
allá de su ambición o, por el contrario, somos así por naturaleza? He ahí la
cuestión.
Se
adentra en la psiquis humana, presentando a Boves como un personaje de cuento,
siendo la parte siniestra de la historia, en un proceso caótico, lleno de
poder, que es la cuna de un movimiento emancipador, que es el reflejo de una
guerra interna, utilizando la destrucción y la muerte al servicio de la vida.
Podríamos decir que era, incluso, un personaje ambiguo, amigo de unos y enemigo
de otros, que luchaba, más allá que por el destino de España, por su propia
emancipación existencial, como complejo de su resentimiento, utilizando la
palabra para lograr sus objetivos, haciéndonos reflexionar sobre el hombre y
sus circunstancias.
Sin
reinvindicarla, humaniza su figura y nos coloca en un dualismo entre lo
verdadero y lo falso, modelando el carácter del personaje, que comienza cuando
el poder acaba con su dignidad. Esboza su propia vulnerabilidad, en una novela
que deja de lado su función como villano y lo presenta como un hombre
atormentado. En definitiva, Boves, el urogallo, es una novela imprescindible,
pues muestra la otra cara de la moneda y reafirma, desde una perspectiva poco
tratada, lo que se esconde tras nuestra guerra de independencia.
analisis de bobesel urogallo
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