La virgen de los sicarios, Fernando Vallejo.

Amén.

El año pasado me propuse leer todas las novelas que hablaran del narcotráfico y La virgen de los sicarios era una que no me podía faltar. Sin lugar a dudas, es una de las más fuertes, pero también de las que más he disfrutado, pues Vallejo nos presenta a toda una sociedad en decadencia sumamente fascinante, con un estilo crudo que pega directo en el corazón, publicada un año después de que Pablo Escobar fuera dado de baja, mientras que Medellín era la ciudad más violenta de Colombia y este el país más violento del mundo, donde la mayoría de los asesinos eran adolescentes, que no sabían que es posible morir de viejo en una cama.

Comienza con la historia de amor de Fernando, que ha vuelto a su natal Medellín para morir y Alexis, un sicario de las comunas y devoto de María Auxiliadora, quienes pasan unos meses intensos de pasión y violencia hasta que el joven es asesinado por otro sicario, y el narrador inicia otra aventura con un joven que le recuerda a él, repitiendo la misma rutina, cayendo en la misma espiral asesina, construyendo una historia cargada de reflexiones, humor macabro y mucha pero mucha sangre.

Y aunque el centro del relato sea las historias de amor, La virgen de los sicarios es una novela llena de violencia, donde cada dos páginas muere alguien de un balazo en la frente, por los motivos más diversos y estúpidos, que van desde no haber bajado el volumen de la radio, hasta por simplemente existir y porque me pagan por matarte, contado desde la frialdad y la naturalidad desconcertante propia del escritor, porque como bien dice, "La vida real es así, no se sorprendan, no sean mojigatos ni hipócritas".

Vallejo se pregunta por esta aceptación de la muerte impuesta y por la manera en cómo los sicarios asumen el morir asesinados como un hecho concreto, cercano e ineluctable: “Y qué más da que nos muramos de viejos en la cama o antes de los veinte años acuchillados o tiroteados en la calle. ¿No es igual? ¿No sigue al último instante de la vida el mismo derrumbadero de la muerte?”, que nos recuerda a esa sociedad que ha aceptado la violencia como una realidad omnipresente, donde el Estado es el primer delincuente, siendo naturalizada y romantizada, que trae consigo un regodeo de la muerte, que se extiende más allá de los victimarios.

Utiliza los íconos del catolicismo para describir la violencia colombiana, pues compara la sangre que ha derramado Cristo con la sangre que bota su país, mostrando cómo los sicarios le rezan a María Auxiliadora para que los ayude a matar, dejando suelta la pregunta de si realmente es posible hablar de la tragedia nacional sin hablar del catolicismo.

Ve a Medellín como dos ciudades irreconciliables, dentro de ella está la de abajo, en el valle, y la de arriba en las comunas, a lo que alega que “La ciudad de abajo nunca sube a la ciudad de arriba pero lo contrario sí: los de arriba bajan, a vagar, a robar, a atracar, a matar”, siendo Fernando y Alexis representaciones de ambas ciudades, con su historia de amor descabellada y condenada que es también el retrato de la imposible conversación entre las clases sociales colombianas.

"Colombia [...] es un país oportunista y traidor. Siempre pensé que iba a morir en Colombia, y lo sigo creyendo. Tengo claro que si vuelvo a Colombia voy a morir asesinado. Colombia es un país asesino", dice Vallejo, siendo La Virgen de los sicarios una novela narrada y escrita por un misántropo: alguien que prefiere ser un animal antes que ser un humano, con un narrador cínico, que va desde arrasar con balazos los barrios de Medellín hasta justificar el asesinato de una embarazada, siempre con gracia y una mirada crítica, tratando al lector con una condescendencia paternal y siendo pedante a veces, pero siempre contundente e irónico, siempre con sorpresas, con insultos, con muertes en tu cara, dejando claro que es imposible que algo como esto te deje indiferente.

Ofrece una visión apocalíptica y aterradora de las transformaciones culturales que se hicieron en Colombia a finales de los 90, con profundas alusiones al Apocalipsis de Juan, que dan un sentido profético y escatológico a la obra, como una revelación de una verdad esencial del mundo y del hombre latinoamericano, intentando sensibilizar acerca de la violencia en el país y el continente; siendo su novela una propuesta que escucha a un invisible y omnipresente componente ambiental que lleva a su país a la destrucción de su memoria y su manera de expresarla, intentando dar un testimonio de la época en la historia colombiana dominada por masas sociales “bestializadas” y por la práctica de una religión popular carente de sentido, haciendo confluir los rezos y las balas en ese extraño ritual de las “balas rezadas” que los sicarios usaban para asegurarse de la muerte de su víctima.

Y sí, el se basa en Colombia, pero pueden formar parte de cualquier país latinoamericano. Vallejo nos sumerge en este universo violento a través del lenguaje que a veces puede incluso incomodar. Se acerca a la jerga de las comunas, a la devoción de los sicarios por María Auxiliadora y su macabro ritual de rezar las balar para que la víctima no sufra y para que la muerte no falle, mostrando a una ciudad llena de tradiciones donde matar es la principal y donde cada uno de los asesinatos llevados a cabo por el “ángel exterminador” simboliza la cotidianeidad del crimen porque no hay día donde no se cometa uno; colocando sobre la mesa una serie de elementos que violentan al lector, desconcertándolo, llenándolo de nostalgia, con un narrador que recuerda y añora al mirar al pasado con melancolía, teniendo en frente un presente  desastroso utilizando, además, el romance entre un viejo escritor que no quiere vivir más y un joven sicario que mata para sobrevivir, haciendo de esto una contraposición interesante, donde la homosexualidad reafirma la oposición a los valores establecidos en su sociedad tradicionalista.

Ya para terminar, no puedo dejar de hablar de Wilmar, que aparece al final de la novela, donde Vallejo define la idea de la humanidad sin remedio, dejando en manos del lector la última palabra, siendo nosotros quienes decidimos si hay razón o no tras esta afirmación, donde la violencia solo juega un papel anódico, haciéndonos conscientes de ella, buscando hacernos regresar de la indiferencia.

En definitiva, un libro que amas o detestas. La virgen de los sicarios es una historia que se pasa por el forro los prejuicios, que utiliza la ironía para hacernos salir de la indiferencia y que involucra al lector en un camino sin salida, lleno de nostalgia y de balas en la cabeza.

2 comentarios:

  1. La verdad es que no conocía este libro y me ha llamado bastante la atención, besos<3

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  2. hola! te compartimos felices de estar visitandote la entrada de este libro que vimos por varios lados y no leimos aun! gracias y saludosbuhos.

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