La idea del amor para los griegos.



Dicen que el amor es el sentimiento más viejo del mundo. Lo cierto es que, desde los inicios de Grecia, sus mitos han estado plagados de este fuerte sentimiento. Su presencia ha generado causas y efectos en múltiples ocasiones, e incluso, generó la Guerra de Troya. Lo cierto es que queda demostrado a lo largo de las historias que componen la mitología griega la fuerza del amor. Para los griegos existían distintas variaciones de este y Platón en el “Banquete” presenta una de las teorías más interesantes dentro del mismo.

Se le conoce como el Mito del Andrógino (andros – hombre, gyno – mujer) y cuenta que al principio, la raza humana no se distinguía por sexos, pues los seres humanos estaban unidos. Eran redondas, pues sus costillas y lados formaban un círculo y poseían cuatro manos, cuatro pies y una cabeza con dos caras iguales mirando en direcciones distintas. Podían andar como nosotros, pero también tenían la facultad de rodar sobre sus cuerpos, cubriendo grandes distancias a la velocidad de la luz.

Su fuerza era increíble y su poder lo era aún más, por lo que se volvieron ambiciosos y trataron de desafiar a los dioses. Osaron escalar el Olimpo, insolentes vagaron por allí, hasta que el gran Zeus ordenó dejarlos en paz, ya que había ideado un plan para disminuir su orgullo. Su idea era cortarlos por la mitad y hacerlos andar sobre sus dos piernas. Así, disminuiría su fuerza, mientras que Apolo giraba sus cabezas, para que pudieran contemplar por siempre aquello que se les arrancó. De esta manera, el dios del Olimpo les dio un gran don de humildad, condenándolos a vagar eternamente incompletos.

Poco a poco, las criaturas comenzaron a morir de hambre y desesperación, pues cuando una de sus partes era separada, la otra quedaba a la deriva, buscándolo eternamente. Al ver tal sufrimiento, Zeus tuvo pena por ellos y dio vuelta a sus cuerpos, de manera que pudieran reproducirse en un abrazo. De esta manera, no morirían y los dioses seguirían teniendo siempre quienes los adoraran. Sin embargo, con el tiempo, las criaturas comenzaron a tener conciencia del deseo, que jamás estaría completo en el acto de amar, quedando así la nostalgia de la unión perfecta.

Cuenta la leyenda que un día fuimos plenos. Tan fuertes que osábamos a subir el Olimpo. Hasta que fuimos partidos en dos y condenados a buscar siempre esa mitad que nos falta, hasta encontrar ese abrazo que nos hará sentir de nuevo esa emoción fugaz de plenitud. Sin duda alguna, esta es una idea interesante con respecto al sufrimiento humano frente al amor, pues gracias a nuestras ambiciones hemos alejado aquello que nos complementa.

Para complementar esto, los griegos definieron cuatro tipos de amor, con sus particularidades y direcciones. En primer lugar tenemos a Eros, un amor intenso, carnal y efímero, cargado de la pasión y el deseo del momento. Es en su totalidad la esencia sexual. Luego tenemos Storgé, que se vincula a un amor fraternal, duradero, que se cultiva con el tiempo y que detona protección y lealtad. En tercer lugar tenemos Philia, relacionado al amor por el prójimo, frente a la otredad en general y que sirve como motor para el bien común, generando valores como el respeto, la gentileza, etc. Por último, Ágape se relaciona a la pureza, la incondicionalidad y la devoción. Se le conoce como el amor universal y forma parte de la esencia misma del ser humano.

A través de estas definiciones, podemos encontrar un sentido general del amor, que enriquece, condena y que se presenta a lo largo de diversos episodios de la mitología griega, que buscan dar respuesta a conductas humanas y que son fundamentales a la hora de entender nuestros conceptos y comportamientos cotidianos.

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