Historia de la fealdad, Umberto Eco, Reseña.



Ojalá y yo fuera tan inteligente como este hombre.

La inteligencia de Eco me asombra, me abruma, me tiene completamente fascinada. Desde que terminé El nombre de la rosa, quedé con la espinita de saber más de él, investigando me topé con La historia de la fealdad, una especie de prontuario / investigación en el que él nos habla de qué es realmente la fealdad, si es que existe del todo. Sin duda alguna, es una premisa interesante; soy una persona excesivamente curiosa, y éste tipo de libros donde se plantea qué es realmente una cosa que ha estado desde los inicios del hombre, suele encantarme. La historia de la fealdad no se queda atrás, lo que se plantea en él es sin duda un concepto interesante acerca de una “cualidad” que ha reinado en el mundo durante siglos y siglos. Lo cierto es que me ha encantado, y por eso he decidido hablar de hoy de él.

A lo largo de la historia, el mundo se ha encargado de proporcionar definiciones hermosas acerca de lo bello y se han construido un montón de ideas “correctamente” estéticas a lo largo de los siglos. Sin embargo, con lo feo no ha ocurrido, casi siempre se ha definido como oposición a lo bello y nunca se le han dedicado grandes estudios, sino más bien alusiones parentéticas y marginales. La historia de la belleza puede valerse de una extensa serie de testimonios teóricos, pero la historia de la fealdad generalmente debe ir a buscar las representaciones visuales o verbales de lo considerado “feo”.



Pero no podemos negar que ambos tienen rasgos en común. Podemos suponer que los gustos de las personas corrientes de hoy en día se correspondieran de alguna manera con los gustos de los artistas de su época. Por ejemplo, si un visitante llegado de otro planeta acudiera a una galería a admirar los rostros femeninos elaborados por Picasso y oyera que la gente los consideran “bellos” podría afirmar que el hombre de nuestro tiempo considera “bellas” esas criaturas femeninas pintadas por el artista. No obstante, él podría corregir su visión acudiendo a un concurso de belleza, donde vería celebrados a otro tipo de mujeres “bellas”. En cambio, a nosotros, no nos es posible, pues al visitar épocas remotas, no podemos realizar ninguna comprobación entre lo bello y lo feo, ya que solo contamos con testimonios que dan fe de ello en aquellas épocas.

El libro ha sido definido múltiples veces como un prontuario, en el que el comentador presenta y rememora hechos de la historia, induciendo al lector al pensamiento y a la mirada, pues dentro del libro hay una galería de figuras que acompañan la calidad de Eco (mi favorita es la de la bruja, las parcas y Blanca nieves) y que estimulan al lector, dándole, además, un toque peculiar al libro.

En un principio, belleza y fealdad son dos conceptos que se rechazan, se repelen mutuamente. La fealdad suele ser entendida como ausencia de belleza, así que para entender qué significa bastaría tan solo definir “belleza”. Pero si bien es fácil establecer qué es lo bello, no significa que la fealdad deba ser concebida como la falta de esto, pues en las manifestaciones de la fealdad de hallan los análisis más complejos, ricos e imprevisibles de toda la historia. Ente demonios, locos, enemigos, presencias extrañas, abismos, deformidades, monstruos, fantasmas, entre un millón de referencias “feas” se descubre una vena iconográfica amplia e insospechada.



Y tal y como sucede en toda categoría “bella”, lo “feo” varía según las épocas y las culturas. Es por eso que lo aceptable del pasado puede convertirse en lo horroroso del futuro y viceversa, pues lo que se considera “feo” en cierto contexto, puede contribuir a la belleza en conjunto. Y tampoco hay que dejar de lado que el concepto de fealdad varía en función de los juicios, gustos y valores de cada individuo.

Por ejemplo, yo, que me considero fea, he quedado maravillada con otro tipo de belleza, pero hay quien no comparta mi pensamiento. Porque, a diferencia de la belleza, la fealdad nunca ha gozado de elementos tan establecidos y representaciones arquetípicas, y es por ello que la fealdad no puede ser sino vista históricamente de forma oblicua, mediante objetos y representaciones imaginarias y estrambóticas, como el diablo, los monstruos, las brujas (o cualquiera que te caiga mal). Es imposible entrar en las mentes de las diversas épocas, de las diferentes personas, por lo que solo podemos intuir las reacciones ante los diferentes rasgos u elementos que podrían definir la fealdad en dicho momento.

Eco se pasea por la representación de la fealdad en distintas épocas de la cultura occidental y la complementa con extractos de obras de filósfos, escritores, novelistas y poetas. Su recorrido incluye a los monstruos del mundo pagano, las representaciones del martirio, apocalipsis, infierno, deformidades, demonios, maldad inherente a la mujer, pobreza, estereotipos racistas, lo ordinario, lo cursi. Considera que lo antiestético se volvería estético al pasar por el arte, y termina por exclamar ¡qué hermosa es la fealdad! Y su libro es paradójicamente bello.

Según el, “la fealdad atrae y repele a la vez”, lo feo repele, chica, da asco, y sin embargo, hay caras horribles que nos gustan. Y es que al fin y al cabo, él nos lleva a "recorrer un itinerario sorprendente [...] donde los sentimientos de repulsa y de conmovedora compasión se dan la mano [...] ante las más seductoras violaciones de todos los cánones clásicos."


Sin duda es un libro singular. El recorrido es completísimo, el autor va desde la contradicción de la belleza en el dolor de Cristo hasta llegar a lo feo de hoy, donde se mencionan a figuras muy populares de nuestros tiempos. Es un libro constrído en la reflexión y el viaje literario, hecho mirada, que requiere de un esfuerzo para su total comprensión. Y éste fragmento es una prueba de ello “Se nos repite por doquier que hoy se convive con modelos opuestos porque la oposición feo/bello ya no tiene valor estético: feo y bello serían dos opciones posibles que hay que vivir de forma neutra. Así parecen confirmarlo muchos comportamientos juveniles. El cine, la televisión y las revistas, la publicidad y la moda proponen modelos de belleza que no son tan diferentes de los antiguos, de modo que podríamos imaginar los rostros de Brad Pitt o de Sharon Stone, de George Clooney o de Nicole Kidman retratados por un pintor renacentista. Pero los mismos jóvenes que se identifican con estos ideales (estéticos o sexuales) se quedan luego extasiados ante cantantes de rock cuyos rasgos un hombre del Renacimiento consideraría repelentes. Y esos mismos jóvenes a menudo se maquillan, se tatúan, se perforan las carnes con agujas con el objetivo de parecerse más a Marilyn Manson que a Marilyn Monroe. [...] Ni los jóvenes ni los ancianos parecen vivir estas contradicciones de forma dramática. El esteta de finales del siglo XIX, que privilegiaba la belleza cadavérica como gesto de desafío y de rechazo del gusto de la mayoría, sabía que estaba cultivando lo que Baudelaire había llamado "flores del mal". Elegía lo horrendo precisamente porque había decidido elegir una opción que lo situara por encima de la masa de los bienpensantes. En cambio, los jóvenes que exhiben una piel ilustrada o el cabello azul tieso lo hacen para sentirse parecidos a los otros, y sus padres, que van al cine a ver escenas que tiempo atrás sólo se podrían ver en los anfiteatros anatómicos, actúan así porque così fan tutti

«Se nos repite por doquier que hoy se convive con modelos opuestos porque la oposición feo/bello ya no tiene valor estético: feo y bello serían dos opciones posibles que hay que vivir de forma neutra. Así parecen confirmarlo muchos comportamientos juveniles. El cine, la televisión y las revistas, la publicidad y la moda proponen modelos de belleza que no son tan diferentes de los antiguos, de modo que podríamos imaginar los rostros de Brad Pitt o de Sharon Stone, de George Clooney o de Nicole Kidman retratados por un pintor renacentista. Pero los mismos jóvenes que se identifican con estos ideales (estéticos o sexuales) se quedan luego extasiados ante cantantes de rock cuyos rasgos un hombre del Renacimiento consideraría repelentes. Y esos mismos jóvenes a menudo se maquillan, se tatúan, se perforan las carnes con agujas con el objetivo de parecerse más a Marilyn Manson que a Marilyn Monroe. [...] Ni los jóvenes ni los ancianos parecen vivir estas contradicciones de forma dramática. El esteta de finales del siglo XIX, que privilegiaba la belleza cadavérica como gesto de desafío y de rechazo del gusto de la mayoría, sabía que estaba cultivando lo que Baudelaire había llamado "flores del mal". Elegía lo horrendo precisamente porque había decidido elegir una opción que lo situara por encima de la masa de los bienpensantes. En cambio, los jóvenes que exhiben una piel ilustrada o el cabello azul tieso lo hacen para sentirse parecidos a los otros, y sus padres, que van al cine a ver escenas que tiempo atrás sólo se podrían ver en los anfiteatros anatómicos, actúan así porque così fan tutti”. El análisis ya se los dejo a ustedes.


En definitiva, un libro que plantea qué es realmente lo bello y lo feo, que nos dice que la belleza y la fealdad siempre van unidas dentro de su oposición, así como las brujas del primer acto de Macbeth gritan “Lo bello es feo y lo feo es bello”, pues dentro de toda cosa hermosa, hay algo oscuro, cargado de fealdad. Vemos reflejado lo feo, como lo bello, a lo largo de diferentes culturas en diferentes épocas. Un libro interesante que sin duda alguna no pueden dejar de leer, que forma parte de mis libros favoritos, y que nos invita a ver más allá de lo cultural y socialmente establecido.

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