Ernesto Durán conoce su enfermedad. Aunque los médicos digan
lo contrario, desde que se separó de su mujer, padece todos los síntomas de un
mal que intuye mortal. Por su puesto, su obsesión va más allá de la hipocondría
y sabe, con toda la certeza, que el único doctor que puede salvarlo es Andrés
Miranda. Sin embargo, este ya posee su propia tragedia personal: le acaban de
diagnosticar que su padre tiene cáncer y que solo le quedan pocas semanas de
vida. Así que mientras Durán necesita desesperadamente su ayuda, Miranda se
siente incapaz de decir la verdad sobre su salud. En conjunto, la vivencia de
la enfermedad en dos almas tan distintas que, por un lado se debaten entre la
muerte y el no poder hablar y, por otro, en la desesperación del sufrimiento
que no le deja vivir, dan como resultado una novela hermosa, madura, reflexiva,
que concluye que vivir mata, a través de un registro existencialista, que
apuesta por las emociones y la inteligencia en el lector.
Sin duda, la salud no es más que una utopía, un ideal que
todos perseguimos y que se resume en un concepto abstracto que absolutamente
nadie posee. La enfermedad es una novela ambiciosa, que parte de dicha
palabrita para reflexionar sobre la muerte, la soledad, el amor y el vacío de vivir,
dentro de un círculo vicioso, en el que el hijo se siente incapaz de informarle
a su padre el estado de su cáncer, mientras que el padre se entrega al hijo, en
busca de una solución. Ambos convergen en la desesperación y en el anhelo de
preservar los recuerdos y librarse de la enfermedad que ha acabado con todo. No
queda nada más que recordar su bonita relación.
Aun así, es válido destacar que la enfermedad de Ernesto
Durán, a pesar del cáncer y los efectos físicos, es netamente un vacío
existencial. Es miserable, está solo, no tiene a nadie con quien compartir su
vida, lo que da como resultado una novela sumamente triste, que muestra la cara
oscura de la enfermedad y de la muerte, con una prosa fuerte, bien
estructurada, que consigue calar hondo en el alma de quien se aventura en su
lectura, ya que Tyszka escribe dibujando, evocando recuerdos, como en una
constante nostalgia, en una eterna rememoración que, en conjunto con los temas
que plantea, consigue hacer un libro que se asemeja al cáncer: terminal,
destructor, frágil y netamente mortal, que nos hace sabernos vulnerables,
fáciles de ser heridos, inclusive por nuestro propio cuerpo, siempre ante lo
desconocido.
Es importante
destacar la fragilidad de Durán. Su sensación constante de debilidad, su
agobio. En resumen, su enfermedad real y su enfermedad existencial, imaginaria.
En ellas, Caracas sobresale, sultana del Ávila, llena de techos rojos. Sobre
ella, los personajes de La enfermedad transitan por la congestionada autopista,
por el teleférico, por Cotiza, siendo siempre testigo de lo que sus habitantes
viven, de esos que llegan y esos que, como el protagonista, se van. La ciudad, como la enfermedad, es un punto
crucial de la novela que, además, permite ver parte de nuestra urbe y
saborearla a la par que vemos el camino hacia la degeneración que produce el
cáncer que también afecta a esa Caracas gentil y socavada.
En definitiva,
La enfermedad aborda distintas maneras de enfrentarse a la muerte, cargada de
desesperación y angustia, en conjunto con una urbe convulsionada que sólo suma
más problemas. Tyszka aborda el miedo, la incertidumbre y la fragilidad de
nosotros, los humanos, siempre rodeados por la angustia del fin y la cercanía
al término del camino. Más allá de las relaciones paterno - filiales y el
contacto médico – paciente, vemos a un personaje como Durán, cuya enfermedad
tiene origen en su soledad y en la necesidad de escribir, lo que logra que la
novela llegue al corazón y lo destroce, haciéndonos reflexionar sobre los
problemas fundamentales del hombre moderno y el poder terapéutico de contar lo
que nos atañe. Con una prosa sencilla, el autor resuelve la historia y concluye
que el oficio de vivir, con todas sus aristas, tiene solución en la inevitable
muerte. Ahora, a pensar en ello.
Hola!
ResponderEliminarNo conocía este libro y no es lo que más me apetezca leer ahora.
Gracias por la reseña.
Besitos :)