Los alter egos, los alter egos.
Me gusta mucho la
gramática y este libro está plagado de ella. Es una historia muy
diferente y rara, que sale de lo que normalmente nos encontramos en la
literatura. Es original y me dejó pensando en ciertas cuestiones muy
interesantes. A pesar de que no pueda decir que me encantó, me gustó lo
suficiente como para dedicarle una reseña, pues me ha impactado y me ha hecho
reír a carcajadas.
Julia trabaja en una
pescadería de día y estudia gramática de noche, porque está enamorada de su
Jefe que también es filólogo. En sus ratos libres, ayuda a cuidar a Emérita,
una enferma terminal, donde coincide con Millás, el propio escritor, que se
encuentra haciendo un reportaje sobre la eutanasia y, tras sus visitas, decide
novelar la vida de Julia, sin contar con que Emérita le revelará un secreto
impactante que terminará involucrándolo como personaje de la novela.
Julia es un
personaje ligado al lenguaje. “Escucharla era como asistir a un discurrir de
conciencia, a una sucesión de monólogos encadenados”, nos cuenta el narrador,
siendo esta una peculiaridad que la marca y la define, pues siempre sale de lo
establecido y su rara asimetría física refleja su estado mental. Millás
presenta a través del personaje ciertas patologías humanas, metiéndose entre
los límites de lo que aparentemente es lo real y lo irreal, traspasando los
límites entre ambos términos, que vienen dados por el lenguaje, siendo este el
elemento que hace florecer el sentido del absurdo.
Partiendo de este
elemento, el autor logra cohesionar y sustentar las diversas historias que se
unen en La mujer loca, donde, además, combina diversos modos narrativos como la
autoficción y lo metanarrativo, ligándolo con el diario y el reportaje, basándose
siempre en una dualidad, un desdoblamiento entre opuestos, que conforman una
historia llena de juegos de azar y viajes entre el pasado y el presente.
Entre personajes que
se desdoblan y secretos encubiertos, existe más de un Millás dentro de la historia,
en el acá y el de allá que se enredan y confunden, en conjunto con el que
aparece como narrador, que nos cuenta la historia de Julia y Emérita, así como
lo que dicen y sienten. Además, existe el Millás que acude a terapia
psicoanalítica y el que redacta las páginas de su Diario de la vejez. Así, se
nos hace difícil averiguar cuál es la parte real, pues todo parece más “falso
que lo imaginado”. El escritor construye una “falsa novela” y un “reportaje
verdadero”, reflejando ese “copia y pega” permanente que existe en el mundo que
nos atañe, dejando abierta la pregunta “¿La ficción, siendo la metadona de la
realidad, acaba resultando mejor que la heroína?”.
Lo cierto es que en
La mujer loca no existe otro protagonista que el autor, siendo él quien junta
la historia periodística de Emérita y la graciosa historia novelística de
Julia, donde se desdobla para documentarse y escribir las dos historias a la
vez, alimentando nuestra curiosidad y diversión. Millás describe su “esquizofrenia
creativa”, ligando el psicoanálisis, la filología, el periodismo, la muerte y
la vida en una novela que concluye que la “realidad”, así como la identidad
humana, está repleta de claves ocultas y es la ficción aquello que nos ayuda a
encontrarle un sentido.
Millás hace un
homenaje a “las Julias que le hicieron sospechar del lenguaje, del lenguaje,
que parecía su salvación, aunque la paz ansiosa hallada en la escritura, ahora
lo comprendía, había sido una forma de conflagración no declarada”, en una
novela que es una completa locura. En definitiva, un libro diferente,
interesante, que me ha gustado muchísimo y que les recomiendo encarecidamente.
Hola :)
ResponderEliminarMe ha encantado la reseña y me has dejado con muchas ganas de leerlo. De vez en cuando busco cosas diferentes para leer y siento que esta novela tiene muchas cosas diferentes; al menos eso es lo que me genera al leer lo que comentas.
Muchas gracias por la reseña, saludos.