Vallejo,
siempre.
El
desbarrancadero es como un escupitajo. Algo que Fernando Vallejo vomitó. Los
restos de todo aquello que quería sacar de sí. Desde su aparición con La virgen
de los Sicarios, el escritor auto-desterrado de Colombia se caracteriza por un
estilo irreverente, soez, que lo refleja como alguien amargado, solitario,
desconectado del mundo, al que ve con desdén. Aún así, consigue construir obras
increíbles, donde añade algún toque autobiográfico y, en esta ocasión, nos
cuenta la experiencia que tuvo al perder a su hermano Darío a manos del SIDA.
El
escritor regresa a su país natal para pasar los últimos días de vida de su
hermano, que se ha instalado en la casa familiar, donde crecieron y que traen a
la memoria de Vallejo los recuerdos de su infancia y juventud, que van
dedicados a su padre, que al igual que Darío, es el único miembro de su alocada
familia a quien quiere. Nos presenta a La loca, su madre y al resto de su
familia; sin embargo, se centra en los inicios de su hermano en el mundo
homosexual y su gusto por los muchachos jóvenes. Con mucha ira y odio a todo y
a todos, vemos la agonía de estos dos hermanos, uno al que se le escapa la vida
a manos de una enfermedad y otro que, a través de las palabras, intenta hacer
más llevaderos los últimos días de su querido hermano.
El
desbarrancadero es eso, un homenaje a un hermano. Una especie de catarsis que
hace el escritor, lleno de dolor, de recuerdos y reviviendo a Darío como lo que
fue. Reconstruye su papel en la vida familiar y la vida en Colombia que decidió
abandonar. Este libro deja una sensación de vacío, de mucha rabia acumulada y
de recuerdos tortuosos que se expanden a lo largo de las páginas. Como su
nombre, esta novela suena a muerte, una con la que Vallejo habla y convive a lo
largo de su vida. Darío y Fernando están muertos.
Sin
abandonar su cruel y frío estilo de escritura, construye la crónica propia de
la decadencia física y moral de Darío, sin caer en la lástima ni el
sentimentalismo, con el que consigue familiarizar al lector. Cargado de frases
punzantes, El desbarrancadero va acompañado de críticas feroces, ocultas, en
tono de chiste, pero muy directas al punto que quiere atacar. Habla de los
políticos, de la iglesia, de la hipocresía social, la corrupción y un montón de
temas controversiales más. Su mensaje no es subliminal, ni busca esconder algo,
pues deja claro que todo aquel que comete un error termina por morir (es decir,
todos).
Es
así como critica a su madre biológica y a la madre patria, a quienes no deja en paz ni por un segundo. Vallejo las compara, se ríe de ellas y pone claro
cuáles han sido sus errores y porqué el se ha desterrado. Esta ambivalencia
entre ambos personajes que “lo paren” y que lo “vieron nacer” me encanta, pues
no se detiene en los límites morales que la palabra “mamá” lleva consigo para
propinarle duros y crueles golpes a ambas, sin detenimiento, con esa mentalidad
desinhibida que lo caracteriza, acompañado de una precisión concreta y
ejemplar, pues su amor desgarrado por su hermano conlleva a repugnarlas,
quienes le remiten al caos y el desorden, pues son ellas quienes lo llevan al
desprecio de sus raíces en la totalidad de su ser, ese país y esa mamá a
quienes sólo les dedica un lamento por lo que son.
Es
una novela magnífica, donde juega con la muerte de sus seres queridos, con esa
sensación de vacío y con el sentido de la tragedia. Con la agonía y la lucha
contra ser testigo de la muerte de un ser amado. Porque eso es este libro. Una
oda a la muerte. Un reflejo del declive del cuerpo y cómo han sobrevivido mediante
la exaltación del amor fraterno y la huida: “A los doce hijos mi casa era un manicomio; a
los veinte el manicomio era un infierno. Una Colombia en chiquito. Acabamos por
detestarnos todos, por odiarnos fraternalmente los unos a los otros hasta que
la vida nos dispersó”.
En definitiva, El desbarrancadero, así
como su nombre, es el desgarrador grito silencioso que salea raíz de la pérdida
de una de las pocas cosas que Vallejo ha querido en su vida, que sale a través
de sus letras, con su particular y rebelde estilo narrativo, donde, además,
critica una infinidad de temas controversiales, así como las condiciones de su
país, con la prosa propia del escritor, que con esta novela muestra su lado
crudo y –casi- más sensible, en el sentido más explícito y sin tabúes de la
palabra.
¡Hola!
ResponderEliminarOOH, me parece super interesante. El juego de la muerte, el sentimiento de tragedia y vacío, la crítica a la patria… me gusta. Me lo apunto.
¡Un besazo!