Cicatriz, Sara Mesa.


Mala letra me encantó. Fue mi primer acercamiento a la obra de la autora, muy elogiada por la crítica. Sara Mesa apunta a ser una de las voces femeninas más fuertes de la literatura española contemporánea y con Cicatriz, su obra más famosa, se reafirma, para mí, como una gran autora.

En esta ocasión, nos presenta a Sonia, quien conoce a Knut en un foro literario en Internet y, aunque la distancia es grande, establecen una relación marcada por la obsesión y la extrañeza. Dentro de esa línea delgada que separa la atracción de la repulsión, nuestra protagonista no puede evitar sentirse fascinada por este insólito personaje, que vive fuera de toda normal social y que la conquista con presuntos regalos robados. Sin embargo, su relación comienza a volverse demasiado absorbente, llena de secretos y marcada por una ansia de vivir más allá de una existencia excesivamente reglada, que lleva a Sonia a vivir una doble vida secreta, donde queda atrapada por años.

Cicatriz es una inquietante historia de amor entre dos seres distintos que se complementan, donde, además, Mesa reflexiona sobre la sociedad consumista y los robos a gran escala en almacenes, la sumisión, el poder, el deseo, la carnalidad, el refugio de la fantasía, la culpa, la escritura y la vocación literaria, a través de una relación que se convierte en una fantasía sexual controlada por Knut, donde ella entra casi sin darse cuenta. 


Creo que todas (o bueno, debo admitir que yo sí) hemos conocido a alguien como Knut que se esconde tras una cultura y que posee, tras toda la pantalla, una personalidad macabra, terrible, que solo deja cicatrices en quienes nos cruzamos con él. Knut llega a su vida para ¿acabar con la monotonía? y, sobre todo, para hacer que ella concentre toda su atención en él, haciendo que su mundo solo gire a su alrededor, siendo esto un reflejo de las relaciones tóxicas y una métafora del funcionamiento del poder. 

Extendida a lo largo de los años, esta relación simbólica adquiere un matiz de fantasía sexual (sin sexo) controlada por Knut, en la que Sonia se sumerge por vanidad, por soledad y por aburrimiento. A partir de allí, y con un estilo escueto, sencillo y desnudo, acorde con los personajes, Sara Mesa juega con el tiempo, produciendo una tensión increíble, que es el factor que nos mantiene pegados a esta novela.

Mesa coloca a dos personas solitarias y las une, dentro de un mundo en el que no terminan de encajar, lo que los lleva a enredarse en una relación donde se satisfacen mutuamente y luego se engañan, se distancian, se reencuentran y se dejan cicatrices, relatada sin dramatismo. Así, avanza hasta el final, que transmite una profunda nostalgia, tal y como esas marcas que nos quedan en la piel (y el corazón).



La escritora es, en ocasiones, redundante, pero es ahí donde reafirma ese ambiente angustioso, aislado y sin salida en el que sobreviven los personajes. Esto consigue que como lectores nos sintamos contagiados de esta atmósfera y experimentemos el asco, el morbo, la pena y la confusión propia de los caracteres.  A partir de allí, Cicatriz explora aspectos de nuestra contemporaneidad y cuestiona el mundo presente. Mediante ellos, mesa reflexiona sobre las obsesiones y preocupaciones del hombre actual y el medio en el que se desarrolla, marcado por términos como consumo, poder y fetichismo, donde el fenómeno del Internet juega un papel sumamente importante, pues altera nuestra forma de vincularnos y pensar sobre nuestros similares.

En Cicatriz, el Internet surge como un protagonista inminente. Es allí donde se conocen. Es donde Sonia se escapa de la realidad. Es la comunidad a donde se adhiere. En consecuencia, es eso que le permite a ella, y a casi a todos, encontrar un refugio ante una infinidad de posibilidades y escenarios, donde la falsedad y el engaño reinan. Es, en consecuencia, una herramienta que brinda la posibilidad de proyectar lo que no somos, donde el anonimato es la clave de todo. Así, concluye que el Internet nos deshumaniza, nos hace dudar sobre qué es real y qué no, difuminando las fronteras entre lo público y lo privado, entonces,  ¿somos conscientes de que Internet genera una imagen de nosotros y no de qué somos realmente?, ¿acaso lo que está en internet le pertenece a alguien? He ahí la cuestión.

En definitiva, Cicatriz es una novela que corrompe al lector y lo lleva a sus límites. Mesa traza reflexiones brillantes y muy bien escritas, bajo un estilo ágil y alejado de sentimientos, en una atmósfera que asfixia, en la que describe un mundo lleno de impostura, acoso, desprecio, dinero, sumisión ante el poder, culpa y expiación, que no es más que una reescritura de la vida misma en esta sociedad de consumo y espectáculos en la que vivimos. Y tú, ¿te atreves a enfrentarte a eso? 

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