Bajo el ámbito de la ficción especulativa, Atwood presenta a
Stan y Charmaine, víctimas de la debacle económica que, tras perder la casa,
empiezan a malvivir en su auto, con los pocos ingresos que ella consigue en un
bar de mala muerte. Sin embargo, su vida cambiará cuando se topen con el
Proyecto Positrón, un experimento social en el que los habitantes de Consiliencia
se dividen en dos miembros: unos se recluyen en la Penitenciaría para mantener
el sistema y otros disfrutan de la plena libertad, en una vida de clase media.
Luego de un mes, intercambian sus roles y es ahí cuando nuestros protagonistas
descubren que la ciudad no es el paraíso que habían imaginado, viéndose
envueltos en una serie de disparates, que los llevan a un torbellino de lujuria
lleno de cuestionamientos sobre sus valores y sentimientos más profundos.
Bajo la premisa de que, si las cárceles son un medio
infalible de ganar dinero, ¿por qué no convertir a una ciudad que prospere a
partir de que sus habitantes sean prisioneros? “Dado que no era realista
esperar que se certificase que el 50% de la población tenía antecedentes
penales, lo más justo era que todo el mundo tuviese que hacer turnos: un mes
dentro y un mes fuera. ¡Imagínense lo que se ahorraría si cada vivienda la
utilizasen dos grupos de residentes! La multipropiedad lleva a su conclusión
lógica”.
No es una novela sencilla, ni mucho menos tranquilizadora,
pero sí muy persuasiva, que con una voz burlona, descarada y escéptica, que insiste
en que somos nosotros los causantes de nuestros problemas. La ficción
especulativa es un género difícil de trabajar, que Atwood maneja a través de
una dualidad entre sueño y pesadilla dentro de la ciudad de Consilience, que
ofrece un símbolo bifurcado, porque propone a un estilo de vida acomodado que
se mantiene gracias a la clandestinidad y la esclavitud, solo que ahora los
explotados y los que se benefician son los mismos.
Por último, el corazón gira en torno a la progresiva extinción
de la clase media y los entresijos de la pareja moderna, mostrando su intimidad,
sus crisis y sus demonios. Es, sin duda, un fascinante salto a lo absurdo
acerca del dominio, el deseo, el amor y la independencia, dentro de dos seres
que nunca llegan a resolverse y que se plantean ideas acerca del control que
queremos ejercer sobre nuestras acciones y nuestra mente.
Además, la autora ataca directamente a las represiones
limitadoras de la fantasía burguesa, bajo una metáfora contra la que los protagonistas
se revelan, intentando reconquistar su libertad, en una batalla entre la
monogamia y la realidad del deseo humano, que conlleva al cruce entre el sexo y
la dominación, el amor y el libre albedrío; narrado con la imaginación y el
sarcasmo característicos de la canadiense que, página por página, realiza una
indagación continua, con nuevas sorpresas y temáticas por descubrir.
Me reservo el significado del título porque el libro
perdería la magia. Lo único que sé es que Por último, el corazón, hace de una
situación una norma y del eufismo algo tangible, a través de prostibots que
amenazan con acabar con la humanidad. Atwood hace una réplica de una sociedad
con una visión hacia el futuro donde la crisis, la violencia y el egoísmo
reinan. En definitiva, imprescindible.
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