Me encantan
los libros más viejos que mi abuelo.
Cuando este
libro vió la luz, mi abuelo y mayor mentor literario no había
nacido. Lo cierto es que hasta hace poco ni él mismo lo había
leído, por lo que a mediados del año pasado nos propusimos hacer
una satisfactoria lectura conjunta, en la que concluimos que La
vorágine es un libro asombroso y que las ediciones de la Fundación
Ayacucho son lo mejor que le ha pasado al mundo editorial.
Lo cierto es
que La vorágine es la gran novela colombiana, que retrata de manera
particular el tema de la violencia, a través de los azares de
distintos personajes. Se divide en múltiples partes, comenzando por
la historia de los bogotanos Arturo Cova y Alicia, que huyen hacia lo
inexplorado y lo bárbaro, hacia la otra cara de la ciudad, del país
y de su pasión amorosa, que dan origen a múltiples personajes como El Pipa, Rafo, la finca Maporita, Franco, Griselda y Barrera “ a
los que el destino marcó una ruta imprevista”, juntados por la
selva y que muestran la explotación esclavista de indios y
enganchados para comerciar con el jugo del árbol del caucho, que se
le presenta como la memoria de Alicia, que da pie a una historia
llena de huidas y persecuciones, pasiones y venganza, que adquiere
una fuerza psicológica interesante, al igual que una gran carga
geográfica y social que desborda a los personajes y se convierte en
un testimonio crudo y trágico, lleno de violencia y venganza.
Ya para la
segunda parte, comienzan a ser conscientes de la fuerza de la selva,
que se convierte en una vorágine que los enloquece y que se traga a
los que no saben tratarla y respetarla, que llegan violentos y
huyendo con ganas de explotarla, buscando un destino heroico, dando
pie a múltiples torbellinos ejercidos por el propio hombre, que
originan personajes nuevos como Fidel, Helí Mesa y Clemente Silva,
que narran sus pavorosas y fatales historias sobre la selva, donde se
incluye la leyenda de la india Mapiripana, que era una diosa fluvial
que originó el Orinoco y el Amazonas, al mismo tiempo que gobernaba
el silencio y los murmullos de la selva, que conoció a un misionero
que quedó impregnado de ella y que la llevó a que se fuera
adentrando en el corazón de la selva hasta “dar con una caverna
donde lo tuvo preso muchos años”, surgiendo como una versión
narrativa de la historia de Cova, como el seductor, Alicia como la
sumisa y la Selva como el ente violado, como una alegoría de la
colonización de las selvas vírgenes.
Es en este
apartado donde se incluye al cauchero Clemente Silva, que funciona
como uno de los elementos centrales de la novela, confirmando el
hecho de que La vorágine es un collage de relatos orales y reales.
Es en su relato donde se revela la denuncia de la situación
económica que correspondía a la realidad de aquel momento, en
conjunto con la Casa Arana, los Visitadores y el periodista Saldaña
Roca, que reclama los hechos, con el investigador francés que es
asesinado y comienza la matanza tanto de árboles como de gentes, que
sin duda se basan en hechos reales vividos o contados al propio
Rivera.
Es en este
punto donde el autor presenta la crueldad y eficacia que hicieron del
caucho un gran negocio, donde el verdugo y la víctima terminan por
participar en una misma cultura y economía, como en la época de la
conquista en América, que se revela como una Vorágine.
Mediante una
diversidad de paisajes y personajes, La vorágine coloca a la selva
como la verdadera protagonista, pues bajo su presencia abrumadora,
cualquiera es capaz de enloquecer, y le sirve al autor como símbolo
de la codicia y la violencia humana, que se desatan tras la
explotación del caucho. Y recordemos que se define como Vorágine al
remolino de gran fuerza que se genera por la acción del viento y que
también se usa para expresar la mezcla de sentimientos muy intensos
que se manifiestan de forma desenfrenada en los personajes.
Además, a
nivel estilístico, posee una sorprendente riqueza verbal, donde se
alternan distintos registros lingüísticos, que van desde el tono
culto y enfático hasta el lenguaje popular, en conjunto a la
variedad de paisajes y lenguajes, que le dan a la narración un ritmo
constante que nunca decae en relación a la trama y que convierten a
La vorágine en un clásico indiscutible, basado en la violencia
social y política del continente.
Es por ello
que para Rivera la “colonización de la selva” significaba
implantar los criterios urbanos a la propia selva, con sus nociones
europeas, donde buscaba denunciar los negocios de explotación
abusiva que se ejercían sobre ella.
Porque
en la obra de Rivera, la relación del hombre con la naturaleza está
marcada por la violencia, la explotación y el miedo, pues mientras
el cauchero acaba con los árboles,
las sanguijuelas lo sangran a él, porque la selva se defiende de sus
verdugos y el hombre siempre tiene las de perder en ese duelo a
muerte, que hace que los hombres se trastornen y sean devorados,
porque aunque en la primera parte de La vorágine muestra a unos
hombres que quieren dominar a la selva sin conocerla ni respetarla, a
lo que ella responde con la destrucción total.
En
la novela, se introduce el simbolismo de los huesos y el esqueleto
como esa figura de muerte y regeneración, donde los personajes y las
situaciones aparecen y desaparecen como los ríos de la selva;
haciendo una novela que ofrece una “prosa fluvial”, que parece un
río en esa soledad confusa que “sigue el curso zizagueante de lo
oral y lo escrito”, en una red narrativa que, entre tantos
personajes, es como la selva misma, como la india mapiripana ue tiene
que devorar para que pueda regenerase, haciendo que se convierta en
una vorágine que devora al lector, a los personajes y al autor, que
constituye una narrativa latinoamericana distinta, con elementos
propios de la cultura popular y que pone en manifiesto la necesidad
de superar la ruptura hecha, que pone a la violencia como orden y
protección económica y social, como bien se expresa a principios de
la novela, con la frase que estipula que jugó con su “corazón al
azar” y se lo “ganó la violencia.
En
sí, La vorágine ataca la violencia desde sus orígenes, que
rememora a esa tortura cotidiana, en orden y estilos sociales, siendo
la vorágine lo que devora y constituye el principal impulso del
orden establecido.
En
definitiva, una novela maravillosa, extensa y profunda, de la que hay
un montón de análisis en internet. Les dejo los links de varios
trabajos interesnates que he estado leyendo con calma y que me
parecen muy acertados en cuanto al tema de la violencia. Un clásico
latinoamericano indispensable, que deben leer sí o sí y que se ha
convertido en uno de mis referentes primordiales.
Este libro tiene mil años en mi lista de pendientes, pero todavía no he encontrado una edición que me llame a comprarlo. Espero pronto poder leerlo.
ResponderEliminarMuchas gracias por la reseña, ahora tengo más ganas de tenerlo jaja.
Besos
shh
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