La edad de la punzada, Xavier Velasco.


 

Malditas hormonas.

Estoy en la edad de la punzada, en esa en la que quiero saber vivir y no soy ni niña ni adulta, donde la vida se burla de mi y me obliga, por bien o por mal, a madurar del golpe. Esa edad de la catarsis que tantos críticos, médicos, sociólogos y casi todos los profesionales han querido abordar, pero que nadie sabe comprender, ni siquiera nosotros mismos. Sin embargo, Velasco se aventura a entrar y contar su propia edad de la punzada y todas las situaciones que vivió, envolviéndonos entre los recuerdos de la adolescente que fui y que sigo siendo y el cercano futuro “adulto” que se avecina, que nos lleva a recordar y a vivir todas esas veces en las que hemos metido la pata, en esa etapa donde los momentos de gloria son pocos, narrada mediante el lenguaje de nuestros días, como retrato de la adolescente que he sido: rodeada de los libros, las notas no suficientes, el amor y que se ha ido por todas las desviaciones posibles, con el fin de encontrar el camino correcto, y ya lo tengo agarrado por el cuello.

Esta es la historia del peor alumno del colegio. Tiene catorce años, esta rodeado de apestados sociales y carga bajo el brazo un boletín cargado de círculos rojos, cursando en un instituto solo para varones y soñando con las vecinas que nunca se ha atrevido a saludar, al igual que con esa moto y chaqueta negra que tanto desea. Es un monstruo que lo domina y que lo define. Es la edad de la punzada hecha carne.

En El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde introduce una frase interesante que reza que “Todo retrato mismo que haya sido pintado con sentimiento es un retrato del artista, no del modelo” y no hay mejor concepción para recrear la obra de Velasco, que a través de 400 paginas retrata a ese adolescente siempre a la amenaza que fue, haciendo un auto retrato en el retrato, con una prosa humorística, libre, grosera, molesta, burlona y salvaje, como la vida misma, que muestra a un chico bueno que se esconde tras un monstruo llamado adolescencia, con ansias de romperse la cabeza, introduciendo temas muy poco tocados, como la lealtad entre amigos, el desorden de la edad, el extrañamiento hacia la feminidad y las relaciones con la familia, matizado en una época que muchos preferirían olvidar y poniéndola como una referencia necesaria e inmediata a todos los demonios que nos acarrean y que forman parte de nuestro comportamiento, que lleva a ese estado de insuficiencia de la adolescencia, donde todo se siente y nada se comprende.

Así, mientras la historia avanza, los problemas de Xavier son cada vez mas y peores, pues sus deseos de meterse en problemas lo llevan a vivir historias terribles que lo llevan del miedo a la felicidad, en conjunto con un sin fin de amores imposibles, con los que descubre que su peor enemigo es el mismo.

Es curioso, pero el adolescente del libro y yo no nos parecemos en casi nada en este punto de mi vida. Capaz lo leo hace dos años y me hubiera gustado casarme con el, pero hoy en día me da hasta un poco de ternura, pero que es realmente opuesto a mi, sin embargo, en toda la parte de las dudas, la timidez extrema, las ganas de comerse al mundo y de causar el Apocalipsis mas grande del mundo, nos parecemos muchísimo mas, sobretodo en la segunda parte del libro, donde el protagonista tiene mi edad, donde la moto, el carro, la chica y la chaqueta le dan muy igual, así como las ganas de meterse en problemas.

El autor hace un homenaje para comprenderse, retratando al niño enamoradizo y mentiroso que fue, a modo de un gran exorcismo, pues afirma que llamo a todos sus diablos para que le golpearan y después los fue desechando con forme hacían su trabajo, dice que piensa que lo más importante para escribir es convocar a todos tus fantasmas, tus diablos, tus miedos, y ponerlos a chambear; ya después sacarlos es un beneficio adicional que ayuda a ahorrar buena cantidad de dinero en terapeutas. Finalmente lo que uno quiere es que la novela que estás escribiendo funcione; si dejo la vida ahí no me importa, el chiste es que funcione el juguetito”.

Menciona que “Cuando uno abandona la niñez lo hace con la sospecha, muy fundada, de ser un ñoño, y no quieres que nadie se dé cuenta; entonces buscas banderas en canciones como La respuesta está en el viento, de Bob Dylan, y el adolescente se da cuenta de que tiene una bandera para responder a sus mayores cuando le dicen: ‘el mundo no es así’, y el chico puede responder: ‘sí es así porque lo dice Bob Dylan’ (…) “Luego escuché a David Bowie, quien ahonda la brecha generacional con mis padres, porque cuando lo ven con los pelos parados y pelirrojos realmente se preocupan por su hijo. Bowie también creó una brecha generacional con mis amigos, quienes decían: ‘cómo puedes escuchar a ese jotazo’, y si tus amigos adolescentes se escandalizan por la música que escuchas, algo estás haciendo bien.”

En definitiva, un libro divino que no pueden dejar de leer, que nos lleva a esa edad de la vida donde buscábamos desafiar las reglas y empezábamos a conocer la realidad, que a el autor le gusta definir como la puta edad de la punzada.


2 comentarios:

  1. i dear,
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